Aprender a preguntar. Carmen Valls Ballesteros
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СКАЧАТЬ enfoque de las emociones

      En una ocasión, en un MBA internacional, me preguntaba uno de los alumnos, ¿tú lo que propones es poner pensamiento en la emoción?, es como si las emociones fueran malas y las tuvieras que suprimir con la mente, ¿no? Esto va en contra de todo lo que está de moda, que es poner las emociones por delante de todo.

      Le respondí: simplemente es importante no quedarse atrapados y apegados a ellas. Las emociones que vivimos, como el aire y como lo que comemos, son alimento para el ser humano. Podemos digerir este alimento y servirnos para aprender y crecer o atragantarnos. Y poder digerirlas es poder pensarlas.

      Cuando hablamos de despertar conciencia, de conectarnos, estamos hablando de conectarnos con el mundo interno, con lo que está por debajo de la superficie y que a menudo queda ahí, fuera de nuestra vista. Hablamos de poder poner luz en el mundo emocional de cada uno de nosotros, pero también del grupo familiar o del grupo de alumnos.

      Por ello, queremos compartir contigo cómo entendemos ese mundo emocional, cómo vemos ese mundo que está por debajo de la superficie, que a veces nos resulta todo un misterio, quizá porque no hemos aprendido desde pequeños a pensarlo, a verlo.

      Antes de aprender a preguntar, queremos compartir contigo de qué hablamos cuando hablamos de emociones, y por qué y para qué queremos utilizar la pregunta.

      ¿Qué dirías tú acerca de las emociones? Cualquier cosa que te venga a la cabeza, a tu estómago o a tu corazón, recógelo aquí. No se trata de acertar o de escribir una definición más o menos racional, sino de volcar cualquier reflexión, sensación o comentario que te surja alrededor de ese mundo emocional interno. Queremos construir este libro juntos con sus lectores, contigo.

      Te contamos nuestro enfoque. Sabemos que la mente de los niños crece en respuesta a los cuidados emocionales que reciben de su entorno, principalmente de los padres y también de los demás cuidadores. Estos cuidados proporcionan un vínculo de seguridad que es el ambiente imprescindible para que se dé el intercambio emocional necesario entre niños y padres.

      Los niños van desarrollando su personalidad a partir de la certeza de que son importantes para sus padres. Esta vivencia de ser importantes está muy relacionada con poder experimentar que sus padres se esfuerzan por comprender sus sentimientos, especialmente sus sentimientos más difíciles, relacionados con la rabia, la frustración, el miedo.

      Una de las experiencias más importantes para que se dé un buen crecimiento en los niños es la seguridad de tener espacio en la mente de otros. No importa que haya fallos, no se trata de que los cuidados que reciben sean perfectos sino de que puedan experimentar una relación en la que la otra persona es sensible e intenta reparar los errores que puedan irse produciendo (Linda Cundy).

      Este modelo de relación ayuda a los niños a desarrollar el sentimiento necesario de esperanza en que las cosas pueden cambiar si algo no sale bien a la primera; la seguridad de que no es el fin del mundo, de que, si uno puede esperar, las cosas malas se reparan.

      Esta vivencia de seguridad entre padres y niño contribuye a que el niño pueda ir desarrollando un espacio interno lleno de confianza, cosas buenas e interés por el mundo. El niño necesita sentir que cuenta para otros, que son capaces de guardarlo y contenerlo en su mente. El resultado será que el niño ira adquiriendo la experiencia de que los padres saben hacerse cargo de los diferentes estados emocionales que él va experimentando.

      En la medida en que ellos saben poner nombre y comprender las emociones del niño, dándoles espacio para ser contenidas (en el sentido de ofrecernos una especie de recipiente donde tienen cabida sus emociones), el niño irá aprendiendo a identificar también sus propias emociones. El resultado es que aprenderá a lidiar con ellas e ir modulándolas.

      Lidiar adecuadamente con las emociones significa aprender a sentirlas sin que invadan todo nuestro espacio mental, aprender a no quedar atrapados en ellas. Es decir, significa aprender a entrar y salir de ellas, aprender a ser flexibles. Podemos experimentar una situación que nos haga sentir furia sin quedarnos metidos en ella para siempre, pudiendo experimentar después otros estados emocionales diferentes. Significa adquirir la capacidad de recuperarse.

      Los bebés, por ese estado de vulnerabilidad con el que llegan al mundo, están muy en contacto con la experiencia de tensión o ansiedad. Son los cuidados emocionales de los padres los que los ayudan a calmar esta experiencia de ansiedad que, en la medida en que se va repitiendo, permite que el niño integre esas funciones de calmarse dentro. Lo que inicialmente hacen los padres, poco a poco, lo vamos incorporando dentro, y con ello vamos desarrollando una identidad fuerte. Es el vínculo inicial seguro lo que queda como una base estable en la construcción de la personalidad del niño que se va integrando en la propia personalidad como un organizador interno.

      La experiencia de abrir conversaciones basadas en lanzar preguntas compartidas por el grupo familiar o educativo que proponemos en este libro reproduce este espacio, centrado en dar valor a la experiencia emocional del niño.

      En la medida en que esta experiencia se repite en el tiempo, el niño interioriza la importancia de abrir espacios para comprender, y esto ayuda a desarrollar un hábito: el hábito de enfrentar las situaciones compartiendo lo que uno siente y de pararse a pensar para comprender.

      A lo largo de la infancia, los niños también aprenden algo fundamental: a desarrollarse como personas, a través de sentirse parte integrante de una comunidad. Desde el vínculo que van estableciendo con los padres al principio, y con el resto de los cuidadores, después, los niños van desarrollando las habilidades de empatía, de comunicación, etc. que caracterizan al ser humano. No son capacidades que vienen dadas, sino que van a depender de la calidad de los vínculos emocionales que se vayan estableciendo.

      Un niño que se siente cuidado incorporará la capacidad de cuidar, un niño que se siente comprendido incorporará la capacidad de comprender, un niño que se siente escuchado incorporará la capacidad de escuchar. Para poder dar es preciso primero recibir.

      El vínculo va definiendo las capacidades de pensamiento. Y estas capacidades de pensar y sentir dependerán de la creación de un vínculo genuino donde el otro pueda sentir que es importante. Las emociones son el caldo de cultivo que permite el desarrollo de las capacidades en el niño. Estas emociones surgen siempre dentro de la relación con otros.

      La seguridad, predominante o no, en estas relaciones primeras marcará la diferencia entre personas que se sentirán muy conectadas con su mundo interno, con sus necesidades y con los demás, personas en contacto con sus emociones y su capacidad de expresarlas y comprenderlas, y personas a las que esto no les suceda. Habrá otro tipo de personas más vinculadas con la desconexión emocional: con dificultad para sentir, reconocer, expresar y comunicar emociones, desconectadas de su mundo interno de necesidades y de los demás, con poco contacto emocional con el mundo externo… o personas que quedan a menudo atrapadas en sus emociones, sin capacidad para poder poner pensamiento en ellas.

      El niño que no experimenta ese vínculo imprescindible de seguridad dentro de la relación con otros se retira cuando sus necesidades emocionales básicas no son recogidas y contenidas. Se replegará, romperá el deseo de conexión con otros como parte fundamental de su crecimiento como ser humano.

      Contribuimos a que lo niños crezcan emocionalmente sanos cuando nos relacionamos con ellos desde el entorno de la familia y de la escuela, buscando la manera de crear espacios seguros que les permitan sentirse tenidos en cuenta. Esto ocurre cuando generamos conversaciones que abren espacio para compartir lo que uno siente, las emociones que uno experimenta, СКАЧАТЬ