¿Por qué siempre faltan dólares?. Группа авторов
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СКАЧАТЬ y generó un profundo colapso económico y social, junto con una inédita carga de compromisos externos.

      En el segundo capítulo, Mariano Barrera y Leandro Bona, profundizando y aportando nuevos elementos a las ideas planteadas en el libro Endeudar y fugar, analizan el núcleo central de la actual restricción externa: el proceso de endeudamiento externo y la fuga de capitales al exterior.

      En rigor, la preocupación de ambos está focalizada en mayor medida en la fuga de capitales, en tanto es un fenómeno estructural que, a diferencia de la deuda externa, recorre los distintos patrones de acumulación recientes. Al respecto, los autores atinadamente señalan que, a pesar de que durante las administraciones kirchneristas la deuda externa disminuyó de manera sustancial debido a la renegociación, la quita histórica en 2005 y el pago al FMI, lo que permitió independizar la política económica de sus condicionamientos, la fuga de capitales siguió su curso. No se alimentó ya de un endeudamiento externo que mermaba de manera constante, sino sobre todo del notable superávit obtenido en la balanza comercial. Se trató de un proceso sustentado en la estrategia de acumulación adoptada por las fracciones del capital que estructuralmente son centrales en la economía argentina, el capital extranjero y los grupos económicos locales. Esa fuga estuvo acompañada, como socia menor, por la que llevó a cabo la mediana burguesía nacional, de diferente naturaleza ya que estuvo orientada a proteger sus ahorros del proceso inflacionario.

      A contrario sensu, durante el gobierno de Macri se puso en marcha una nueva variante de la valorización financiera centrada en el endeudamiento externo del sector público, que alcanzó una magnitud desconocida hasta ese momento, ya que superó al registrado durante la dictadura cívico-militar e incluso al contraído durante la década de 1990. Este endeudamiento no solo fue inédito por su velocidad y magnitud, sino además porque registró un cambio regresivo en su composición, al incrementarse la deuda en moneda extranjera y, dentro de esta, los compromisos con el sector privado nacional y extranjero. Al igual que en otros períodos de valorización financiera, este proceso de acelerado endeudamiento no tuvo lugar para promover el desarrollo del aparato productivo nacional, sino que financió el déficit de la balanza comercial y una notable fuga de capitales. Todo lo cual llevó al país a la cesación de pagos en apenas dos años y medio y de esa manera logró forzar el ruinoso y excepcional endeudamiento con el FMI.

      En el tercer capítulo y último de la primera parte del libro, Ana Laura Fernández y Mariana González, economistas y especialistas en el estudio del mercado de trabajo, encaran el análisis de la incidencia que los asalariados asumen desde 2003 en la restricción externa. En palabras de las autoras, se trata de determinar “cuáles son las presiones que la evolución del poder de compra de los trabajadores puede tener sobre el balance externo”. Ellas analizan la cuestión teniendo en cuenta que el salario real oscila de acuerdo con las posibilidades que brinda tanto la estructura económica como la restricción externa, sobre las cuales operan además otros factores.

      Con ese propósito, se basan en los trabajos realizados por Adolfo Canitrot, reconocido economista que indagó esta problemática para el patrón de acumulación de la segunda industrialización sustitutiva, pero introducen modificaciones sustanciales para considerar los notables cambios estructurales que se desplegaron durante la valorización financiera, es decir el patrón de acumulación que puso en marcha la última dictadura cívico-militar en 1976.

      Esas modificaciones registran el significativo impacto que tuvo la alteración de la distribución del ingreso en contra de los trabajadores y trabajadoras, es decir, sobre la ocupación y el nivel salarial que por cierto no fue lineal, sino que tuvo, como diría el economista inglés Alfred Marshall, sus más y sus menos, así como de las modificaciones de largo plazo en el nivel y composición del consumo popular derivados de ellas.

      Dentro de los aportes previos, las autoras destacan también el trabajo de la socióloga Rosalía Cortés, integrante del Área de Economía y Tecnología de la Flacso, y de Adriana Marshall, investigadoras ambas del mercado de trabajo. Entre sus aportes, destacan la comprobación de que “entre 1950 y 1980 los sectores capitalistas y los asalariados de altos ingresos explican en promedio casi el 50% del consumo privado, y su peso sería aún mayor en el consumo de bienes durables, con mayor contenido de importaciones”.

      Las conclusiones de este capítulo remarcan la importancia de la política económica para reorientar el consumo hacia la producción nacional en variables que asumen una singular importancia en la cuenta corriente del sector externo, como por ejemplo la importación de bienes y el turismo. En este contexto, es especialmente revelador que las autoras demuestren que el mayor impacto sobre el sector externo y, en consecuencia, sobre la restricción externa está asociado sobre todo a los sectores de altos ingresos. Más aún, sostienen que la influencia del salario real en términos de los costos y la competitividad es relativamente menor que el efecto generado por la apreciación de la moneda y el retroceso de la productividad. Descartan de esa manera el diagnóstico de los intelectuales orgánicos de los sectores dominantes que hoy están en boga, acerca de que los responsables de la restricción externa son los ingresos, por cierto magros, que perciben los trabajadores, una postura que ignora el efecto deletéreo de la fuga de capitales al exterior realizada por las fracciones más poderosas del capital.

      Es una convicción arraigada en el sentido común que la actividad industrial tiene un impacto negativo y significativo en el saldo de la balanza comercial porque es muy demandante de importaciones mientras que sus exportaciones son por demás escuálidas. Esta concepción se consolidó con fuerza a partir del patrón de acumulación de capital basado en la segunda etapa de la sustitución de importaciones (1958-1975), cuando regía el denominado “modelo de dos sectores”, durante la mayor parte del cual el agro era el sector exportador y la industria el sector importador. Pues bien, a partir del agotamiento de la primera modalidad de la valorización financiera, desde 2002, esa historia se repite, pero por razones diferentes.

      Esa es la problemática que indagan Pablo Manzanelli y Daniela Calvo en el cuarto capítulo, que forma parte de la segunda parte de este libro, en el que analizan el desempeño industrial desde 2003. El núcleo de la cuestión que demuestran los autores es la vigencia –a pesar del elevado crecimiento de la producción manufacturera durante un interregno generado por el kirchnerismo– de un proceso de desindustrialización convergente con una reducción del grado de integración nacional de largo plazo en este período, es decir, del cociente entre el valor agregado y el valor de producción, debido a una escasa inversión por parte de las fracciones del capital, tanto local como extranjera, que rigen el comportamiento sectorial. En otras palabras, lo contrario de lo ocurrido durante la segunda industrialización sustitutiva, durante la cual se produjo una fuerte expansión del valor agregado industrial y de la formación de capital sectorial.

      El análisis de los autores sustentado en sólidas evidencias empíricas –condición ineludible que nos enseñó ese gran y apreciado maestro que fue Julio H. Olivera– también demuestra que las exportaciones industriales crecieron de manera significativa (un 280% aproximadamente) entre 2002 y 2018, pero fueron superadas por el dinamismo de las importaciones sectoriales que se incrementaron casi el 500% debido a la desindustrialización y la disminución de la integración nacional. Todo lo cual rebate el argumento de que en esos años se está ante un proceso neodesarrollista, al menos en este aspecto.

      En este contexto, es insoslayable mencionar que, así como el comportamiento industrial discrepa con el registrado durante la segunda etapa de sustitución de importaciones, es congruente con la naturaleza del patrón de acumulación basado en la valorización financiera. En ese sentido, los aportes de los autores permiten dilucidar factores significativos poco tratados en el estado del arte que influyeron en las políticas económicas ensayadas durante el período analizado.

      Al respecto, es indiscutible que durante los gobiernos kirchneristas se registró un notable crecimiento del producto interno bruto (PIB) industrial –salvo de 2012 en adelante– pero, como lo señalan los autores y también Andrés Wainer СКАЧАТЬ