Название: El crepúsculo del materialismo
Автор: Richard Bastien
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Pensamiento Actual
isbn: 9788432153150
isbn:
El carácter más distintivo de estas dos culturas era su forma del todo nueva de pensar lo real. En los judíos, esta manera de pensar tomó el nombre de fe; en los griegos, el de razón. Pocos entre nosotros son conscientes de la naturaleza revolucionaria de estos dos modos de pensamiento. Hay que intentar, pues, comprenderlos mejor.
Para todos los pueblos de gentiles, la fe religiosa era un asunto privado, esotérico y no verificable. Pero para los judíos, la fe era algo de otra naturaleza, una realidad a la vez pública, esotérica y accesible a todos. El judaísmo no era simplemente una nueva religión, sino un nuevo tipo de religión.
En la historia de Israel, afirma el historiador Christopher Dawson, aparece en el mundo una tradición religiosa única […]: a diferencia de todas las demás religiones, esta tradición no era la expresión de una civilización mundial; por el contrario, la cultura —la cultura teocrática sin equivalente de Israel— era la expresión y la encarnación de la religión, y prescindiendo de la religión, la cultura de Israel era casi inexistente[2].
En suma, mientras que entre los no judíos la cultura estaba en el origen de la religión, es la religión lo que estaba en el origen de la cultura judía. La causalidad estaba invertida.
Los griegos por su parte descubrieron un nuevo tipo de razón. En el seno de todas las culturas, la razón o la sabiduría eran un conocimiento puramente práctico transmitido por las costumbres y la tradición[3]. Así como la fe se hizo pública, igualitaria y objetiva en Israel, la razón devino lo mismo en Grecia. Cuando Sócrates apareció en la escena ateniense, superó a todos sus contradictores por su dominio perfecto de la lógica, que le permitía interpretar los principios de la cultura griega, y sobre todo a sus dioses. No se tardó en ver en él un nuevo tipo de inteligencia que podía disolver los fundamentos de Grecia; de ahí su condena a muerte. Si hay un hombre (aparte de Jesucristo) del que se puede decir que cambió el curso de la historia humana como ningún otro, ese es Sócrates. Nadie dominaba la lógica antes de él; después de él, el pensamiento humano no ha sido ya el mismo.
Toda alianza entre una religión de los gentiles y una filosofía bárbara era inconcebible, pues no había ningún punto de encuentro entre ellas. Las dos eran irracionales, privadas, elitistas y subjetivas. Pero la unión entre la religión judía y la filosofía griega, después de Sócrates, fue posible porque una y otra eran racionales, igualitarias, públicas y objetivas.
Contrariamente a las religiones de los gentiles y a las filosofías bárbaras, la religión judía y la filosofía griega cambiaron el curso de la historia. Lo hicieron por medio del Imperio romano y el cristianismo. La religión judía, que es una religión no misionera, ha ejercido una presión moral sobre el mundo entero vía el cristianismo que sí es una religión misionera. La filosofía griega ha influenciado a la humanidad a través de Roma, que la difundió por todas partes en el mundo mediterráneo después de su conquista del mundo helénico. Roma no ha producido importantes novedades filosóficas, pero admiró y promovió la inteligencia griega. La mayor parte de los cabezas de familia romanos recurrían a filósofos griegos para educar a sus hijos.
No se podría exagerar la importancia de la cultura griega y la religión judía en el advenimiento del cristianismo.
Es en el prólogo del Evangelio según san Juan donde se encuentra la primera ilustración sobre la unidad de la fe y la razón. Una y otra llevan el mismo nombre, el de Logos. El Logos de Dios —el Verbo de Dios, la Razón creadora de Dios— es al mismo tiempo la razón (logos) de la filosofía griega y la persona histórica de Jesucristo, el Logos encarnado, la segunda Persona de la Trinidad hecha hombre mortal. San Juan revela así el corazón mismo de la cultura clásica, el Logos pensado por todos los filósofos, la verdad última y eterna, la significación de todas las cosas. Al afirmar que el Verbo se hizo carne, ha mencionado no solo un alma y un espíritu humanos, sino también un cuerpo humano.
Y la ecuación que ha planteado entre el Logos y Jesucristo ha sido el punto de partida de una nueva humanidad. De ahí la introducción de un corte en la historia humana: hay un antes y un después de Jesucristo.
Algunos espíritus modernos ven en esta identificación de Cristo con el Logos una especie de helenización del cristianismo. Como hemos dicho más arriba, es sin embargo exactamente lo contrario lo que se produjo: lejos de dejarse helenizar, el cristianismo bautizó a la filosofía griega. Es el Verbo de Dios el que ha cambiado al hombre y no a la inversa[4].
A estas consideraciones, el materialismo no puede oponer más que una especie de rechazo global. Para decirlo todo, el materialismo filosófico se apoya en un razonamiento circular: pone como premisa lo que pretende probar. Afirma que todo lo que no se reduce a relaciones físicas o matemáticas no es susceptible de una explicación racional. Porque, añade el materialismo, toda explicación racional no puede presentarse más que en forma de ecuaciones y datos cuantificables. ¡Fuera de lo cuantificable, no hay salvación! Y si se le pregunta en qué se apoya esta afirmación perentoria, responde que, como las explicaciones cuantitativas bastan para explicarlo todo en física, pueden explicarlo todo porque «todo lo que existe es físico».
Nos encontramos así girando en redondo: el materialismo es verdadero porque debe ser verdadero. El mismo tipo de circularidad se aplica al origen del alma humana: los seres humanos no serían más que una amalgama de procesos fisicoquímicos, la pretendida espiritualidad de los seres humanos es reductible a causas físicas, pues no existe nada fuera del mundo físico. En suma, el materialismo es verdadero porque es verdadero.
Se observa el mismo género de circularidad en el pensamiento de los «nuevos ateos» como Richard Dawkins, Daniel Dennett y Sam Harris. Su crítica de la religión está estrechamente emparentada con la tradición naturalista de los Ludwig Feuerbach, Karl Marx y Sigmund Freud, que juzgan las ventajas de la religión en términos puramente psicológicos. Todos estos autores fundan su ateísmo sobre el postulado de que ninguna realidad espiritual existe fuera de la psique humana, de suerte que la creencia en Dios se explicaría por fenómenos naturales[5]. Excluyendo a priori la posibilidad misma de lo sobrenatural, una tal argumentación presupone su conclusión.
El naturalismo, al igual que su pariente el materialismo filosófico, no puede presentarse como intelectualmente riguroso, no es nada más que una lamentable petición de principio.
[1] É. GILSON, La philosophie au Moyen Âge, tomo I: Des origines patristiques à la fin du XIIe siècle, Payot, París 1976, p. 32-33.
[2] C. DAWSON, The Formation of Christendom, Sheed and Ward, Nueva York 1967, p. 83.
[3] Me inspiro aquí en lo que afirma el filósofo americano Peter Kreeft sobre las relaciones entre fe y razón. Ver en particular el capítulo 2 de Handbook of Christian Apologetics. Hundreds of Answers to Crucial Questions, Inver Varsity Press, Downers Grove (ILL) 1994. Ver también: Fundamentals of the Faith. Essays in Christian Apologetics, Ignatius Press, San Francisco 1988.
[4] Para este asunto, ver el capítulo 7.
[5] Richard Dawkins, por ejemplo, explica la creencia en Dios por medio del concepto de “meme”: un elemento de difusión cultural reconocible, transmitido mediante la imitación del comportamiento de un individuo por otros individuos. СКАЧАТЬ