GB84. David Peace
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Название: GB84

Автор: David Peace

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Sensibles a las Letras

isbn: 9788416537723

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СКАЧАТЬ por favor —dice—. No ha hecho nada. Solo está borracho.

      El Mecánico arranca la pegatina amarilla del jersey de ese hombre. Dobla la pegatina amarilla…

      El minero en huelga se queda quieto. Observa al Mecánico.

      El Mecánico agarra la cabeza al huelguista. El pelo. Tuerce la cabeza al huelguista…

      El Mecánico le mete la pegatina amarilla por un agujero de la nariz.

      El resto de los huelguistas vuelven en tromba por la calle…

      El Mecánico y sus hombres tienen las porras fuera…

      Preparadas.

      Terry miró por la ventana del hotel. Terry sacudió la cabeza. Terry dijo:

      —Me siento fatal.

      —¿Por qué? —preguntó Diane—. Por lo que me has dicho, has hecho lo correcto.

      —Pero Bill Reed confiaba en mí —repuso Terry—. Y yo fui a ver al presidente a sus espaldas.

      —Enhorabuena —dijo Diane riendo—. Tenía que saberlo. Tenías que decírselo.

      Terry estrujó la toalla.

      —Ahora Bill Reed me la tendrá jurada —declaró Terry.

      —Te preocupas demasiado —comentó Diane—. Es un viejo borracho. Anda, vuelve a la cama.

      —Pero él es uno de los amigos más viejos y más íntimos del presidente —insistió Terry.

      —No cambiarás nunca, ¿verdad? —dijo Diane riendo—. Anda, por favor. Vuelve a la cama.

      Don Colby está sentado en la parte trasera del Mercedes aparcado enfrente de la mina de carbón de Manton. Don está nervioso. Don está asustado. Es un cobarde. Don quiere abandonar. Don mira al Judío. Don niega con la cabeza.

      —No tengo las cifras —dice Don.

      —Ya lo sé —asiente el Judío sonriendo—. Pero los hombres de Manton están asustados. Intimidados. Lo importante no es la victoria. Lo importante es la lucha. Que te vean luchar. Que los hombres vean que alguien se levanta y lucha. Alguien que no tiene miedo. Alguien que no se deja intimidar. Alguien con agallas. Alguien que está hecho de acero. Alguien especial. Hoy ese alguien eres tú, Don…

      »¡Tú!

      Don Colby yergue los hombros. Don Colby hincha el pecho. Don Colby asiente con la cabeza.

      —Se acerca el día —dice el Judío—. Se acerca nuestro día, Don.

      Don Colby sonríe. Don Colby abre la puerta.

      —Recuerda, Don —grita el Judío—. La primera ministra sabe tu nombre.

      Guerra de trincheras. El nec había aceptado que las elecciones se retrasasen mientras durase la huelga. Combate cuerpo a cuerpo. El nec también había debatido las nuevas medidas disciplinarias. Guerra de aniquilación mutua…

      En la mina de carbón de Manton en Yorkshire del Sur, se había celebrado una reunión de sección para debatir la posible vuelta al trabajo. Los hombres habían votado a favor de seguir en huelga. Pero lo importante no era el resultado. Lo importante era que en Yorkshire del Sur habían tenido que votar…

      El corazón del país.

      El presidente estaba en los piquetes. El presidente estaba en el parlamento. El presidente estaba aquí. El presidente estaba allá…

      Iba a por todas. No mostraba compasión…

      El presidente estaba en todas partes…

      Terry cogió la tarjeta de agradecimiento de su mesa…

      Terry pensó que tal vez el presidente lo había perdonado. Que realmente volvía a confiar en Terry. Pero circulaban rumores por el edificio…

      Se hablaba de conversaciones. Se hablaba de reuniones. Conversaciones sobre conversaciones. Reuniones sobre reuniones.

      El presidente no le había dicho nada a Terry Winters. Terry todavía no había sido perdonado. Todavía no había recuperado su confianza…

      Todavía estaba al margen.

      Terry suspiró. Se acercó a los ventanales. El teléfono sonó de inmediato.

      Terry lo cogió. Clic, clic.

      —Al habla el director.

      —¿Terry? Soy Joan. ¿Puedes subir?

      —¿Ahora? ¿En este momento?

      —¿Hay algún problema? —preguntó ella—. ¿Es un mal momento?

      Terry negó con la cabeza.

      —No, no —dijo por el teléfono—. Pero ¿pasa algo?

      —¿Por qué siempre piensas eso? —comentó Joan riendo.

      Terry colgó. Se acercó otra vez a la ventana. Se mordió la uña del pulgar hasta que le sangró. Terry se lo envolvió con el pañuelo. Lo apretó…

      Fuerte.

      Terry se puso la chaqueta. Cerró la puerta del despacho con llave. Recorrió el pasillo. Subió. Llamó a la puerta del presidente…

      Terry esperó.

      Len Glover abrió la puerta. El leal Len lo saludó con la cabeza.

      Terry entró.

      El presidente estaba hablando por teléfono. De espaldas a la habitación…

      Joan señaló el asiento situado al lado de Paul. Paul apartó la vista. Terry se sentó.

      —… sabemos lo que ellos opinan. Ellos saben lo que nosotros opinamos —estaba diciendo el presidente—. Nuestra postura no ha cambiado. Si hay un cambio por su parte, estupendo. Reunámonos. Escucharemos lo que tengan que decirnos. Pero ellos saben perfectamente lo que nosotros tenemos que decir. Saben lo que queremos. Lo que nuestros afiliados quieren…

      El otro teléfono sonó. Joan contestó. Se lo pasó a Paul.

      Terry sacó la mano derecha del bolsillo de su chaqueta. Abrió el pañuelo. Miró su pulgar ensangrentado. Se lo metió en la boca. Lo chupó. Alzó la vista.

      El presidente había terminado de hablar por teléfono. Paul también…

      Todo el mundo miraba fijamente a Terry.

      —¿Te has cortado con un papel, camarada?

      Terry se sacó el pulgar de la boca. Volvió a meterse la mano en el bolsillo.

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