Donde vive el corazón. Brenda Novak
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Donde vive el corazón - Brenda Novak страница 14

Название: Donde vive el corazón

Автор: Brenda Novak

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: HQÑ

isbn: 9788413486734

isbn:

СКАЧАТЬ seguir regodeándose en su tristeza.

      ¿Tienes hambre? Podría llevar una pizza o comida china.

      Me parece bien la comida china.

      Le preguntó qué clase de comida china le apetecía y la encargó antes de ir a lavarse la cara y cambiarse de ropa. Estaba casi preparada cuando sonó su teléfono. Por primera vez desde hacía siglos, no rogó al cielo que fuera Axel.

      Y eso era una pequeña victoria.

      De todos modos, no era él, sino su hermana.

      –¿Qué tal estás? –le preguntó Karoline.

      –Bien. ¿Y vosotros? ¿Lo estáis pasando bien?

      –Estamos en un hotel con piscina cubierta. Ahora vamos a bajar a bañarnos un poco.

      –Vaya, eso suena muy bien.

      Harper pensó en contarle a su hermana que iba a cenar con el hombre que le había regalado la rosa, pero decidió no hacerlo. No era nada importante, así que… ¿para qué mencionarlo?

      –Creo que voy a hacer algunas compras para la Navidad mientras estáis fuera.

      –Buena idea –dijo Karoline–. Acuérdate de que, por muy difíciles que sean los cambios al principio, no significa que no sean lo mejor a la larga. Por mucho que quieras a Axel, si él no puede quererte a ti, ¿qué tienes, en realidad? Te he visto intentar apoyarlo siempre, esforzarte en que fuera feliz. Seguro que algún día te sentirás aliviada de no tener que preocuparte por sus cambios de humor.

      –Al principio, las cosas no eran así –dijo Harper.

      –Siempre fue un tipo demasiado sensible, con un temperamento fuerte y nervioso.

      –Además de exuberante, creativo, dinámico y muy divertido.

      –No estoy diciendo que todo sea malo. Hasta que te rompió el corazón, me caía muy bien. Pero acuérdate de cómo hacía que te sintieras cuando estabas con él, como si su felicidad fuera responsabilidad tuya. Yo creo que te ha succionado la alegría y te ha dejado tirada con lo que ha quedado.

      –Esa no era su intención.

      –No importa. Es la realidad.

      Harper tomó aire.

      –Puede que sea cierto.

      –Lo es. Y, algún día, tú también lo verás claro.

      –Eso espero. Bueno, dales un beso a las niñas.

      –Lo haré.

      Cuando colgaron, Harper se miró al espejo.

      –¿Tiene razón? –le preguntó a su reflejo–. ¿Vas a estar mejor sin él?

      Aunque era difícil creerlo, tenía que admitir que Axel no había hecho que se sintiera precisamente bien consigo misma durante aquellos últimos años. La culpaba de todo lo que le decepcionaba o le molestaba. Ella había achacado sus dificultades al estrés de la carrera musical de su marido y su carácter nervioso. Sin embargo, era algo más que eso. Él solo veía lo negativo de todas las situaciones, y de ella.

      Intentar satisfacer a alguien así era agotador, porque todo era negativo. Y ella nunca podría compensar eso, nunca podría ser lo suficientemente perfecta.

      Tal vez, cuando su corazón se hubiera curado, sería más feliz sola.

      Tobias Richardson tenía la puerta abierta cuando ella llegó, y se oía música en el interior de la casa.

      OneRepublic. Gracias a Dios que no era Pulse.

      –¿Hola?

      Llamó al marco de la puerta para no sobresaltarlo. Ya había visto a un señor mayor, y supuso que era su casero. No sabía exactamente adónde tenía que ir, así que había entrado en la parcela y se había detenido, y el casero había salido. Sin embargo, antes de que él pudiera acercarse a su coche, ella se había fijado en una casita más pequeña que había detrás de la casa principal, y se había dado cuenta de que tenía que ser allí donde vivía Tobias. Además, el propio Tobias le había enviado un mensaje diciéndole que era la segunda casa. Así pues, le había hecho un gesto al anciano para indicarle que todo iba bien, y él le había respondido con un saludo mientras ella seguía su camino.

      –¿Hola? –dijo de nuevo al ver que Tobias no respondía. La primera vez había llamado con timidez, así que era posible que él no lo hubiera oído.

      Había un Ford antiguo aparcado fuera, y tenía que ser su coche. Ella había aparcado detrás y, por un segundo, tuvo la tentación de marcharse. De repente, el hecho de ir a visitarlo a su casa le parecía más íntimo de lo que había imaginado, sobre todo cuando él apareció por fin y ella se dio cuenta de que acababa de salir de la ducha. Se había puesto unos pantalones vaqueros desgastados, pero iba secándose el pelo con una toalla y no llevaba camisa.

      Axel estaba muy delgado y tenía todo el pecho lleno de tatuajes. Parecía lo que era: el roquero por antonomasia. Tobias, no. También llevaba el pelo largo y tenía un par de tatuajes, pero era más alto que Axel, tenía los hombros más anchos y el cuerpo más atlético.

      –Pasa –le dijo, señalándole la mesa para que dejara allí la comida–. Ahora mismo vengo. Solo tengo que ponerme una camisa.

      Cuando lo vio marcharse hacia su dormitorio, Harper suspiró y dio gracias porque él fuera a terminar de vestirse. Había visto a otros hombres sin camisa durante su vida, pero nunca se había sentido azorada. Sin embargo, su nuevo amigo era muy atractivo, y eso cambiaba las cosas.

      –¿Ocurre algo? –le preguntó él cuando volvió, al verla aún en la puerta con la comida en la mano.

      Ella carraspeó. Ya estaba allí, así que sería una estupidez marcharse.

      –No, nada –respondió, y dejó la comida en la mesa.

      –¿Te apetece beber algo? Una cerveza o… –Tobias abrió la nevera y miró el interior–. ¿Una cerveza?

      Ella se echó a reír.

      –Me apetece una cerveza, sí.

      Mientras él sacaba la cerveza y ponía la comida sobre la mesa, ella se paseó por el salón. No tenía demasiados muebles. Parecía que su más preciada posesión era una bicicleta de montaña y una buena mochila, que estaba colocada en un rincón.

      –¿Te gusta montar en bici?

      Él alzó la vista.

      –Siempre que puedo, sí.

      –Y veo que también haces senderismo.

      –Sí.

      Volvió a la mesa y vio que él sacaba dos platos de un armario.

      –Me dijiste que solo llevas cinco meses viviendo aquí. ¿Qué te atrajo de esta zona? ¿Estás aquí por el trabajo?

      –No, СКАЧАТЬ