Название: Suya hasta medianoche - Te enamorarás de mí - Oscura venganza
Автор: Ким Лоренс
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Jazmin
isbn: 9788413751733
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Ella respiró profundamente.
–¿Cómo sabes que es eso lo que estoy haciendo?
–Reconozco las señales porque llevo cinco años luchando con ellas. Ocho si volvemos atrás en el tiempo.
Ah, si pudiera… Las cosas que haría de otra manera…
–Las reconozco porque tengo que guardar las formas contigo –siguió Oliver–. Porque sé dónde están los límites y tengo que medirme. Porque tengo que repetirme incesantemente que solo somos amigos.
El corazón de Audrey se volvió loco.
–Lo somos.
–¿Ahora somos amigos? Decídete.
–No sé qué quieres de mí –dijo ella, exasperada.
–Sí lo sabes, pero no quieres reconocerlo.
–¿Qué no quiero reconocer?
–Lo que somos en realidad.
Eran amigos. No podían ser otra cosa; sencillamente, no podía ser.
–No hay ningún misterio. Eras el mejor amigo de mi marido...
–Dejé de ser amigo de Blake hace tres años.
El anuncio la dejó en silencio. Sabía que había ocurrido algo entre Blake y él, pero… ¿tres años antes?
–¿Tanto tiempo?
–Las amistades cambian, la gente cambia.
–¿Por qué no me lo habías dicho?
¿Y por qué no le había dicho nada Blake? Él sabía que veía a Oliver en Hong Kong cada veinte de diciembre. ¿Por qué no le había dicho que no fuera?
–No te lo dije porque habrías dejado de venir.
Solo el murmullo de las conversaciones, el ruido de los platos y los cubiertos y el zumbido de las libélulas en su tanque interrumpían el silencio. Había mucho más en esa frase de lo que podían decir con palabras.
Dos camareros aparecieron entonces para llevarse los platos y dejar un sorbete para limpiar el paladar antes de alejarse de nuevo.
–Entonces, mis comentarios de hoy no pueden ser una sorpresa. Tú sabías que iba a despedirme.
–Eso no significa que vaya a aceptarlo.
–¿Por qué, Oliver?
–Porque no quiero. Porque me gusta verte y me siento bien cuando lo hago. Y porque creo que te engañas a ti misma si no admites que a ti te pasa lo mismo.
El desafío quedó suspendido entre los dos, imposible de ignorar.
Desesperada, Audrey tomó el sorbete para ver si el frío la animaba.
–Yo…
¿Era aquello sensato? ¿No podía mentir? Pero Oliver la miraba fijamente, con intensidad. Daba igual que solo se vieran durante diez horas al año; él la entendía y la conocía mejor que nadie.
–A mí también me gusta verte –tuvo que reconocer.
–Entonces, ¿por qué vamos a despedirnos?
–¿Qué diría la gente?
–¿Qué gente?
–No lo sé, la gente.
–Dirán que somos dos amigos que comen juntos.
Y cenaban y a veces volvían a cenar más tarde, pero eso daba igual.
–Dirán que soy una viuda que se lo pasa en grande con otro antes de que el cadáver de su marido se haya enfriado.
–Es solo una comida, Audrey. Una vez al año, en Navidades.
–Como si a la gente le importase qué época del año sea.
–¿Por qué te importa tanto lo que diga la gente? Tú y yo sabemos la verdad.
–Puede que a ti no te importe, pero mi reputación significa algo para mí.
Él sacudió la cabeza.
–¿Por qué iba a ser diferente de lo que hemos hecho los últimos cinco años? Nos vemos, pasamos el día juntos…
–La diferencia es que Blake ya no está aquí. Él era la razón por la que venía a Hong Kong.
Él hacía que fuese legítimo, pero tras la muerte de Blake era… peligroso.
–Llevas cinco años viniendo a Hong Kong para comer con un hombre que no es tu marido, pero eso no te importaba antes de que Blake muriese. ¿Por qué te importa ahora?
–Porque ahora yo…
–¿Ahora tú qué? Lo único que ha cambiado es que ahora estás sola. ¿Es eso lo que te preocupa, Audrey, que ya no tienes un marido?
–No, es que… quedaría mal.
–Eres viuda. ¿A quién le va a importar lo que hagas con tu vida o a quién veas? No hay ningún escándalo –insistió Oliver–. ¿O te preocupa más qué pensaré yo?
Audrey tragó saliva.
–No quiero dar una impresión equivocada.
–¿Y qué impresión es esa?
–Que estoy aquí porque… que tú y yo somos…
Oliver se echó hacia atrás en el sofá, con el puro colgando de sus labios.
–¿Que estás interesada en mí?
–Algo así.
–Es una comida, Audrey, no un juego de seducción.
Esas palabras, en esos labios, fue todo lo que hizo falta para que su mente se llenara de imágenes carnales; unas imágenes que había reprimido durante años. Aparecieron sin que pudiese contenerlas, como si alguien hubiese quitado la tapa del tanque y las libélulas hubieran salido volando por todo el restaurante.
–En serio, ¿qué podría pasar? Si intentase algo contigo, solo tendrías que decir que no –insistió Oliver.
Audrey apartó la mirada.
–Sería incómodo.
Él lanzó un bufido.
–Mientras que esta conversación es divertidísima, ¿no?
–No me hacen gracia los sarcasmos.
–¿Ah, no? Estás dando a entender que voy a lanzarme sobre ti de un СКАЧАТЬ