Ciudadanía global en el siglo XXI. Rafael Díaz-Salazar
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      La denominación ciudadanía global o ciudadanía mundial remite inevitablemente a concepciones filosóficas, morales y políticas con una tradición de siglos. Desde los estoicos hasta los filósofos modernos, los grandes pensadores han utilizado este concepto con denominaciones diversas cuando han apelado a un universalismo que puede correr el riesgo de caer en la insensibilidad frente a las culturas particulares, pero que tiene el valor de sentar las bases de derechos humanos inalienables, impulsar instituciones que los defiendan y promover la justicia en el mundo.

      En el contexto actual de globalización, su uso se ha hecho especialmente frecuente en el campo educativo. En este capítulo se presentan las principales propuestas de las organizaciones e instituciones internacionales más relevantes. Aunque cada una de ellas se presta a un debate crítico, se circunscribe a una exposición certera para contribuir al conocimiento de estos planteamientos, que abarcan prácticamente las dos primeras décadas del siglo XXI.

      La ciudadanía global impulsada por las ONGD

      Las Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD) comprometidas con la cooperación internacional han buscado incluir una perspectiva global en los currículos de los centros educativos. Todos estos esfuerzos han estado enmarcados en lo que se conoce como “Educación para el Desarrollo”.

      Podemos establecer cuatro dimensiones temporales que se han ido sucediendo en la evolución de este tipo de educación: la primera pone el énfasis en lo caritativo asistencial, la segunda tiene un enfoque desarrollista, la tercera ofrece una visión crítica y solidaria del desarrollo, y la cuarta postula un modelo de desarrollo humano y sostenible (Oxfam Reino Unido, 2006; Oxfam Intermón / Cidac / Inizjamed / Ucodep, 2007).

      Numerosas ONGD están proponiendo en los últimos años una nueva perspectiva de esta Educación para el Desarrollo, ya que consideran que hay que transformarla en lo que denominan “Educación para una Ciudadanía Global (EpCG)”.

      Esta novedosa concepción permite una mejor comprensión de la globalización y sus efectos, y se centra más en la formación ética y política de personas que se comprometan en la transformación del mundo.

      Desde esta nueva perspectiva, un manifiesto internacional elaborado en el año 2008 concibe la Educación para la Ciudadanía Global del siguiente modo:

      Entendemos por tal una educación que contribuye a la formación de ciudadanos y ciudadanas responsables, comprometidos con la justicia y la sostenibilidad del planeta, que promueve el respeto y la estima de la diversidad como fuente de enriquecimiento humano, la defensa del medioambiente y el consumo responsable, el respeto de los derechos humanos individuales y colectivos, la igualdad de género, la valoración del diálogo como instrumento para la resolución pacífica de los conflictos, la participación, la corresponsabilidad y el compromiso en la construcción de una sociedad justa, equitativa y solidaria. (Oxfam Intermón / Cidac / Inizjamed / Ucodep, 2008, 3).

      ¿En qué coordenadas conceptuales se vertebra la ciudadanía global según estas ONGD?: derechos humanos, responsabilidad ecológica ante la destrucción medioambiental de la Tierra, igualdad de género y valoración de la diversidad.

      Aparecen énfasis distintos con respecto a las diversas nociones de ciudadanía mundial: participación, compromiso, acción, cuidado del planeta, e integración del valor de lo local y lo particular descartando la proyección de perspectivas uniformadoras. En este sentido, se afirma que “la Educación para la Ciudadanía Global trata de desarrollar en los jóvenes una ciudadanía cosmopolita planetaria que rompa la lógica bipolar que contrapone la identidad universal a la particular, el ‘nosotros’ al ‘vosotros’ o ‘lo nuestro’ a ‘lo vuestro’” (Oxfam Intermón / Cidac / Inizjamed / Ucodep, 2007, 10).

      Las ONGD que comparten el enfoque de la Educación para la Ciudadanía Global confluyen con redes de movimientos sociales de alcance internacional en el Foro Social Mundial, cuya primera celebración tuvo lugar en la ciudad brasileña de Porto Alegre. Desde este foro se está realizando una crítica concienzuda del actual modelo de globalización y se está impulsando una ciudadanía internacionalista para lograr entre ONGD y movimientos sociales que “otro mundo sea posible” (Díaz-Salazar, 2003).

      La promoción de la ciudadanía global en la ONU y en la Unesco

      La ONU viene promoviendo formalmente la Educación para la Ciudadanía Mundial (en inglés, Global Citizenship) desde hace años. En septiembre de 2012, el entonces secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, incluyó en la Global Education First Initiative el fomento de “la conciencia de ser ciudadanos del mundo”. Esta tarea de formar una ciudadanía global es uno de los tres objetivos prioritarios que la Organización de las Naciones Unidas plantea para el siglo XXI en el terreno de la educación (ONU, 2012).

      La ONU y la Unesco acogen así una idea que llevaba al menos una década siendo objeto de reflexión y debate no solo en el mundo de las ONGD, sino también en el campo académico (Andreotti, Barker y Newell-Jones, 2006).

      Además, esta preocupación no había sido nunca ajena al paradigma educativo moderno. Ya Kant afirmó que “las bases de un plan de educación deben hacerse cosmopolitamente, teniendo en cuenta un mundo mejor, más humano” (Kant, 1991, 36).

      La Unesco propone la siguiente definición de ciudadanía global:

      La ciudadanía mundial se refiere a un sentido de pertenencia a una comunidad más amplia y a una humanidad común. Hace hincapié en la interdependencia política, económica, social y cultural y en las interconexiones entre los niveles local, nacional y mundial.

      Unesco, 2015, 14.

      La Unesco no entra en el debate acerca del estatuto legal de esta ciudadanía o en la polémica de si esta “expande” la ciudadanía tradicional definida en términos de Estado-nación, o “compite” con ella. Aunque es consciente de la vigencia y pertinencia de este debate, cree que todas las perspectivas tienen en común este “sentido de pertenencia” del que hace mención. La ciudadanía global se concibe, por tanto, en términos de identidad de las personas y su modo de estar en el mundo.

      Definida así, un proyecto de educación que promueva la ciudadanía global tiene como principal objetivo convertirse en impulsor del cambio:

      La educación para la ciudadanía mundial aspira a ser un factor de transformación, inculcando los conocimientos, las habilidades, los valores y las actitudes que los educandos necesitan para poder contribuir a un mundo más inclusivo, justo y pacífico.

      Unesco, 2015, 15.

      Se trata de un proyecto de extensión de la Educación para la Ciudadanía hacia su necesaria dimensión mundial y, como tal, busca desarrollar aprendizajes en tres dimensiones fundamentales:

      • Dimensión cognitiva: adquisición de conocimientos, comprensión y pensamiento crítico acerca de cuestiones de alcance mundial, regional, nacional y local, así como de las interrelaciones y la interdependencia que se establecen entre distintos países y grupos de población.

      • Dimensión socioemocional: sentido de pertenencia a una humanidad común, que comparte valores y responsabilidades, empatía, solidaridad y respeto de las diferencias y la diversidad.

      • Dimensión conductual: acción eficaz y responsable en el ámbito local, nacional y mundial con miras a un mundo más pacífico y sostenible.

      Los esfuerzos de la Secretaría General de la ONU y de la Unesco han ayudado a СКАЧАТЬ