Название: Reina de conveniencia
Автор: Natalie Anderson
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Bianca
isbn: 9788413489100
isbn:
–Estaremos casados como máximo un año –decidió–. Sería como estar en comisión de servicio. Un año, y vuelta a la normalidad.
¿Vuelta a la normalidad? ¿Como ex de un rey? No podría haber nada normal después de eso. O después de pasarse un año en su presencia y fingiendo ser su esposa. ¡Si a duras penas estaba sobreviviendo a los últimos diez minutos!
Ni siquiera se le había ocurrido preguntarle si estaba soltera. Con echarle un vistazo, todo lo demás lo había dado por sentado. Y tenía razón, lo cual lo empeoraba todo.
–¿Puede usar el dinero de su país para comprarse una esposa? –espetó con amargura.
–El dinero saldrá de mi fortuna personal –replicó, áspero–. Quizás no sepas que soy un hombre de éxito por mis propios logros.
Lo que no quería era pensar en todo lo que sabía sobre él. En su reputación.
–Hay un problema mayor.
–Que es…
–Tiene usted una vida social muy activa –dijo, bajando la mirada. No podía mirarlo mientras trataba aquel tema–. ¿Se supone que yo tendría que haberlo aceptado sin más?
–No sabía que hubieras leído mi diario personal.
–No hace falta. Está en todos los periódicos.
–¿Y crees todo lo que lees?
–¿Me está diciendo que no es cierto?
–No he sido un monje –admitió–, pero tampoco me he aprovechado de ninguna mujer, del mismo modo que ellas tampoco se han aprovechado de mí –respiró hondo–. A lo mejor tú has sabido mantenerme a raya. Igual yo he venido ocultando mi corazón destrozado.
–¿Acostándose con todas las mujeres que tiene alrededor?
–No con todas –respondió, riendo–. Ni siquiera yo tengo tanto vigor.
–¿Y va a poder privarse de esa… intimidad durante todo un año?
La miró muy quieto.
–Mucha gente puede hacerlo. ¿Por qué vamos a pensar que yo sea incapaz de controlarme?
Las mejillas se le encendieron todavía más.
–No es el estilo de vida al que está acostumbrado.
–Te sorprendería lo que puedo soportar. ¿Y tú? ¿Podrías soportarlo?
–Imposible.
El príncipe, inesperadamente, se echó a reír.
–Tranquila incluso cuando mientes. Cásate conmigo. Hazme el hombre más feliz de la Tierra.
–Si aceptara, le estaría bien empleado –murmuró.
–Entonces adelante, señorita Moss –la desafió–. Ponme en mi sitio.
Una tentación casi insoportable se le materializó ante los ojos, pero no podía dejarse arrastrar a la locura solo porque aquel hombre fuese terriblemente atractivo y tuviera un sentido del humor de las mismas proporciones.
–Es imposible.
–Yo creo que podrías hacerlo –replicó–. Y si tú no necesitas el dinero… –dejó que la voz se cubriera de incredulidad–, puedes dárselo a alguien que sí lo necesite. ¿Cuál es tu ONG favorita?
Hablaba como si tratase un asunto meramente práctico, pero Hester sintió que describía círculos en torno a ella como un tiburón al acecho, cada vez más cerca. Había presentido una debilidad y estaba a punto de lanzar su ataque.
–Haré una gran donación. Una donación millonaria. Piensa en todas las causas a las que podrías contribuir. A toda esa gente. ¿O preferirías involucrarte con los animales? Los gatos, por ejemplo. O el planeta. Tú eliges. Podrías dividir el dinero entre todos ellos. A mí me da igual.
–Porque es un cínico.
Pero el corazón le latía desaforadamente porque podría darles todo aquel dinero a unas personas que sabía que lo necesitaban con desesperación.
–En absoluto. Si estamos en una posición que nos permite ayudar a los demás, o dejar el planeta en mejor estado del que nos lo encontramos, deberíamos hacerlo, ¿no crees?
Y le clavó la mirada.
–A eso no puedes decir que no, ¿verdad? –la desafió.
Estaba poniendo en tela de juicio su humanidad, su compasión. Le devolvió la mirada con la misma intensidad porque él no tenía ni idea de su historia y, sin embargo, había decidido atacarla con aquello.
–Si tú no lo necesitas, habrá alguien en tu vida que sí.
Había muy, muy pocas personas en su vida, pero él lo había visto. Había encontrado la grieta en su armadura, y aunque quería seguir negándose, solo porque alguien le dijera que no por una vez en su vida, ¿cómo podía hacerlo?
En el centro social en el que colaboraba, había conocido a Lucia y su hija Zoe, una madre adolescente que había sido rechazada por su familia y a quien le quitarían la custodia de su hija si alguien no la ayudaba. Había intentado buscarle un lugar en el que pudiera vivir temporalmente y la había ayudado económicamente con lo que había podido, pero ella sabía bien lo que era estar asustada, sin seguridad de ninguna clase y sin hogar.
–Esto es chantaje emocional –dijo.
–¿Ah, sí? ¿Y funciona?
Sabía lo importante que era que Lucia y Zoe siguieran juntas. Sus padres habían luchado por seguir juntos y tenerla con ellos, pero cuando fallecieron, descubrió lo horrible que era que te pusieran en manos de familiares que no querían hacerse cargo de ti. Con el dinero llegaban los recursos, el poder y la libertad.
–Vamos, Hester –sonrió–. ¿De verdad no te parece que sería un poco divertido?
–Le encanta hacer lo impredecible –analizó, entrelazando las manos y apretando fuerte–. Le produce verdadero placer.
–Yo creo que a todos nos gusta desafiar las convenciones de vez en cuando, y no conformarnos con el estereotipo en el que nos meten los demás.
Era demasiado astuto. Estaba haciendo que recordase a todos aquellos abusadores, sus primos y las chicas del colegio, que atacaban su aspecto físico, su escasa habilidad en los deportes, su carencia de padres…
–Ya le he dicho antes que no quiero ser objeto de burla.
Porque ya lo había sido y estaba convencida de que así se iba a considerar su matrimonio. Una burla. Nada que se pudiera tomar en serio.
–Y yo vuelvo a decirte que no soy un cerdo. Te tomaré en serio СКАЧАТЬ