Que todos alaben al Señor. Martyn Lloyd-Jones
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Название: Que todos alaben al Señor

Автор: Martyn Lloyd-Jones

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9781629462066

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СКАЧАТЬ todos experimentan lo mismo, testifican lo mismo. Se unen en un mismo himno.

      Es difícil pensar en dos hombres más diferentes que Martín Lutero y Juan Calvino, que fueron parcialmente contemporáneos. El volcánico y explosivo Lutero y el cuidadoso, preciso y lógico Calvino. Y ambos hicieron exactamente lo mismo. Y lo mismo pasa con cualquiera que haya destacado en la historia de la iglesia a lo largo de los siglos.

      Entonces, voy a repetir la segunda idea: Si la característica principal de los cristianos es que alaban a Dios, es una característica de todos los cristianos, de cada uno. No importa lo que seas por nacimiento, naturaleza o antecedentes. Si vienes a Dios en Cristo, habrá en ti lo mismo que hay en todos los otros cristianos. Aceptar a Cristo nos lleva a un denominador común; introduce en nosotros un factor común.

      ¿QUÉ PRODUCE LA UNIDAD DE ALABANZA?

      Y finalmente me gustaría hacerte una pregunta: ¿Qué produce esta unidad en alabanza? El salmista invita a personas del norte, sur, este y oeste, y les pide que canten exactamente lo mismo, con las mismas palabras. ¿Qué los lleva a hacerlo? ¿Qué produce esta sorprendente unidad? Él mismo nos da la respuesta en estos tres primeros versículos.

      El Carácter de Dios

      La primera cosa que produce la unidad de alabanza es el carácter de Dios, su bondad. “Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia.” El cristianismo no empieza por nosotros, empieza siempre por Dios. Si hoy nos falta esta unidad es porque a la gente le encanta empezar por ellos mismos y se olvidan de Dios.

      Pero el salmista lo pone en el orden correcto. Empieza por Dios, y esto es lo que afirma: que en el momento en que una persona conoce a Dios y entiende algo de quién es Dios y cómo es, lo alabará por su carácter, porque Dios es bueno. Si no estamos alabando a Dios como deberíamos es por una sola razón: porque no lo conocemos. ¿Sabes lo que está ocurriendo en el cielo ahora mismo? Los ángeles más brillantes están alabando a Dios. Están dándole alabanza, honor y gloria al Dios Todopoderoso. “Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6.3). Todos los coros angélicos están alabando a Dios. ¿Por qué? Porque él es Dios. “Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmos 19.1). Si pudiéramos verlo, toda la naturaleza declara la gloria, las maravillas, la grandeza de Dios. Y si la humanidad no hubiera caído, sujetándose al pecado, todo el mundo estaría alabando y adorando a Dios. Para eso nos creó, y eso es lo que hacían los hombres mientras su relación con Dios estaba intacta.

      Querido amigo, esto es de vital importancia. ¿Sabes que si acabas en el infierno, será por esta razón, que no has alabado a Dios? Olvídate del pecado por un momento. Olvídate de ti mismo y de tu vida. Lo primero es: ¿estás alabando a Dios? ¡Para eso fuiste creado! Dios debe recibir alabanza por ser quien es, porque es Dios, y no creo que haya ningún pecado peor que no alabarlo. Lo voy a decir abiertamente, a riesgo de que se me malinterprete: ésa es la razón por la que el Nuevo Testamento nos transmite la idea de que no hay esperanza para el fariseo orgulloso. Una persona satisfecha de sí misma y que se cree moralmente superior, según la Escritura, es un pecador mucho mayor que un borracho o una prostituta, y por eso no hay ni una pizca de alabanza a Dios en su vida. Este tipo de persona pasa todo el tiempo alabándose a sí mismo.

      Piensa en la imagen que nos presenta el Señor del fariseo y el publicano. Escucha al fariseo: “Dios te doy gracias”. ¿Por qué? Pues “porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano” (Lucas 18.11). “¡Yo soy tan maravilloso!” No alaba a Dios porque Dios es Dios, sino que se alaba a sí mismo por ser bueno. Ayuna dos veces a la semana; les da la décima parte de sus bienes a los pobres; no es como el publicano, el extorsionista, sino que es un hombre bueno. Le da las gracias a Dios por eso, pero realmente no le está dando las gracias a Dios en absoluto. Se está dando las gracias a sí mismo. Le está hablando a Dios sobre sí mismo. Ni pide nada ni agradece nada. El pecado más terrible, por tanto, es el querer ser admirado; es depender de la religiosidad; confiar en tu propia moralidad, en tu propia manera de pensar, o en cualquier otra cosa que no sea la gracia de Dios en Cristo.

      Dios debe recibir alabanza porque es Dios, y si no lo alabamos, ésa es la esencia del pecado. No le estamos dando a Dios la gloria que merece por su majestad, su poder, su dominio, su divinidad, su eternidad. “Alabad a Jehová, porque él es bueno.” Y no lo alabamos porque no notamos su bondad: “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5.45). ¡Ése es Dios! El Dios que envía las estaciones una tras otra y que hace fructificar la tierra, que bendice a los hombres a pesar de su pecado. ¡Ése es Dios! Y si lo conociéramos, lo alabaríamos. Debemos alabarlo porque es bueno.

      La Misericordia de Dios

      Pero él nos da otra razón para alabarlo: que “para siempre es su misericordia”; es decir, aunque no lo hayamos alabado y no lo alabemos como deberíamos, él no ha terminado con nosotros; no nos ha dado la espalda; nos ha mirado con misericordia y con compasión.

      Mira su misericordia para con los hijos de Israel, quienes le volvieron la espalda y se alejaron de él y lo olvidaron y levantaron otros dioses y lo insultaron adorando a ídolos. ¿Por qué no los destruyó? Sólo hay una respuesta: “para siempre es su misericordia”. Él soportó su maldad, nos dicen. Pero si quieres conocer la misericordia de Dios, mira a Cristo; mira al niño de Belén; mira la cruz. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3.16). “Para siempre es su misericordia.” ¡Sí! ¿Y cómo lo demuestra? Pues lo veremos en detalle más adelante, Dios mediante, pero lo resumo aquí como hace el salmista en estos tres primeros versículos. La misericordia de Dios se nota en que nos mire siquiera. No nos merecemos ni eso. Si recibiéramos lo que nos merecemos, seríamos destruidos. Pero Dios sigue con sus ojos puestos en nosotros y en nuestro mundo, y luego dice: “Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo y los ha congregado de las tierras…” ¡Qué perfecta presentación del evangelio!

      La Redención

      Dice que han sido redimidos del poder del enemigo. Eso significa que todos nos hemos visto en un estado de aflicción en este mundo. Veremos, a medida que estudiamos este salmo, que no importa si esta gente está vagando por el desierto o encadenada en la cárcel o agonizando en el lecho de muerte o dando tumbos como borrachos en medio de una tormenta en alta mar. Todos ellos “clamaron a Jehová en su angustia”. Las cosas les van mal y están angustiados. Se sienten frustrados, desesperados porque no pueden hacer nada. En su impotencia se acuerdan del Dios al que habían olvidado y claman a él pidiendo misericordia y compasión, y él los escucha y los libra de su aflicción.

      Esto es algo común a todos los cristianos, y no se puede ser cristiano sin vivirlo. Los cristianos son personas que han experimentado gran angustia, que se han sentido desesperados por su condición. Entiéndeme bien; si nunca te has sentido desesperado con respecto a ti mismo, no puedo decirte que seas cristiano. Los cristianos son aquellos que se han sentido tan desesperados con respecto a ellos mismos y a su vida que no han sabido qué hacer. Como se nos dice aquí, han estado frustrados, en agonía; no han sabido dónde estaban. Han pasado nuevas páginas; han hecho propósitos de Año Nuevo; han intentado hacer el bien; han hecho más donaciones a causas nobles. Han ayunado, orado y trabajado, y aun así han seguido sin saber qué hacer. Han estado perdidos.

      Y en su más completa desesperación, han clamado al Señor. Ése es el cristiano. Los cristianos son personas que lo han intentado todo, han agotado todas las posibilidades pero han visto que nada les sirve y han encontrado todo lo que buscaban en el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Sienten desesperación e impotencia con respecto a sí mismos porque se dan cuenta de que no pueden ser sus propios salvadores y se deleitan al oír el mensaje de que Dios los amó tanto que envió a su único Hijo al mundo a rescatarlos, a morir por ellos, a liberarlos, a reconciliarlos con Dios. “Los СКАЧАТЬ