Название: Solo por una noche
Автор: Katherine Garbera
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Deseo
isbn: 9788413486352
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Mientras le pedía al camarero que le sirviera otra agua con gas, levantó la mirada y se quedó paralizado al ver a la rubia que acababa de entrar en el bar. Llevaba un vestido ceñido con manga corta. Estaba morena y en forma, y se movía con confianza y decisión. Sus miradas se cruzaron y ella sonrió tímidamente. Tenía los ojos tan azules como el mar de la isla de Nueva Zelanda. Su boca era… demonios, no podía dejar de mirarla. Tenía el labio superior más carnoso que el inferior, y de pronto en lo único en que podía pensar era en cómo sería besarla.
Estiró las piernas bajo la mesa y apartó la mirada. Sí, llevaba demasiado tiempo embarcado si lo primero que se le ocurría al ver a una mujer era pensar en besarla. Tenía que recuperar el control antes de pasar toda una semana rodeado de la familia.
Oyó pasos que se acercaban y levantó la vista, esperando ver al camarero, pero se equivocaba. Era esa mujer. Olía bien, como las flores de verano del jardín que su madre tenía en los Hamptons, y tenía una mirada franca que le gustaba. Él no era tímido, y nunca sabía bien cómo tratar con quienes lo eran. De cerca no era tan rubia. Había mechones de color caramelo en aquella melena que le rozaba los hombros, y lucía al cuello un fino collar con un colgante en forma de flor.
Iris andaba aún pensando en el consejo de su hermana cuando entró en el bar, al otro lado de la ciudad, una vez finalizada la comida. Miró a su alrededor. La tarde estaba ya mediada y se iba a reunir con su glam squad para repasar los preparativos para la boda en Nantucket. Dado que la boda de Adler iba a ser televisada y que habría montones de blogueros y sitios web de cotilleos, iba a tener que estar preparada para ser enfocada por las cámaras constantemente.
Había construido su propia plataforma durante los últimos cinco años, ascendiendo desde el puesto de asistente de Leta Veerland hasta tener su propio programa de televisión. De Leta había aprendido que siempre tenía que interpretar su papel en cuanto pusiera un pie fuera de su casa, aunque solo fuese a comprar leche al supermercado. Si alguno de sus seguidores la viera actuando o con un aspecto que contradijera su imagen de marca, perdería la credibilidad.
Thea le había escrito diciendo que había encontrado a un tío que sería su pareja todo el fin de semana por mil dólares, pero Iris guardó el teléfono. No le interesaba.
Miró a su alrededor. Ni rastro de su maquilladora, KT, ni de su estilista y asistente personal, Stephan, así que se dirigió a una de las mesas del fondo, y a punto estuvo de darse de bruces contra el suelo al ver a un tío rubio y escultural sentado en una de las butacas de cuero de al lado de la puerta. Tenía un maxilar cuadrado y perfecto, el pelo largo le llegaba casi hasta los hombros, pero lo llevaba limpio y brillante. Parecía un vikingo… pero no de los que asaltaban aldeas, sino de los que estaban para comérselos.
«Hazle una oferta que no pueda rechazar».
La voz de Thea se le había activado en la cabeza y la rechazó de plano. Eso no iba a ocurrir.
Pero ahora que su hermana había sembrado la semilla, se preguntó si podría hacerlo. Dirigía un negocio millonario, y de pronto recordó algo que le había dicho su madre cuando empezó a ganar dinero como influencer: «no temas pagar a la gente para que haga cosas que necesites que hagan».
Técnicamente no pasaba nada porque se presentara sin pareja a la boda, pero es que iba a ser televisada en su totalidad, y se estaba preparando para lanzar una línea de productos domésticos y un libro, y todo el equipo le había dicho que se estaba estancando, según revelaban las investigaciones, mientras que la competencia avanzaba. Gente como Scarlet O’Malley, heredera e influencer en las redes sociales, que ya se había casado y estaba esperando su primer hijo. Las demás habían pasado ya de ser chica-soltera-en-la-ciudad a recién-casada-y-mamá, mientras que ella seguía atascada en… en la tierra de aburrida-y-básica.
Si apareciera con alguien como aquel vikingo colgando del brazo, sería un subidón para su imagen social, y le proporcionaría un hombre junto al que posar. Podía considerarlo un acuerdo laboral…
Él levantó la mirada. La había pillado mirándolo y ella le sonrió. Le devolvió la sonrisa. Decidió acercarse. Ojalá hubiera prestado más atención a aquella película que puso su madre la última noche de chicas… Proposición indecente. Necesitaba interpretar a su mejor Robert Redford… o transformarle a él en su Pretty Woman y asumir el papel de Richard Gere.
La confianza era la clave. Podía mostrarse confiada. ¿Acaso no había convencido a sus padres para que la dejasen tener su propio canal de YouTube con solo catorce años?
–Hola.
Iba a dejarlo boquiabierto. Bajó la mirada y vio que llevaba los zapatos sin calcetines. El destino le sonreía.
–Hola. ¿Quieres sentarte?
Iris miró el reloj. Tenía unos quince minutos antes de que se viera obligada a llamar a su equipo.
–Vale, pero solo si me permites que te invite a una copa.
–Nunca rechazo a una mujer guapa –contestó él, levantándose para separar una silla.
–¿Ah, no?
–No. Nunca.
–¿Y alguna vez lo has lamentado?
Parecía un tío valiente, pero también era posible que estuviera viendo al hombre que quería ver y no al auténtico.
–Nunca. Alguna vez ha resultado distinto a lo que me había imaginado, pero así es la vida, ¿no?
–La tuya puede que sí. Yo soy más de seguir siempre un plan.
¿En serio se estaba planteando seguir la sugerencia de Thea?
–Lo de seguir los planes no es lo mío.
–¿Y qué tal te va?
–Voy donde el viento me lleve.
–¿El viento?
–Soy marino. Participo de las competiciones náuticas.
¡Ja! ¡Un vikingo! En lugar de dedicarse al pillaje, lo suyo era conquistar el mar.
–¿Como la Copa América?
–Exacto. En este momento estoy organizando un equipo y buscando inversores para participar dentro de cuatro años.
Así que necesitaba inversores…
–¿Por qué lo preguntas? –quiso saber.
Respiró hondo. Si de verdad iba a hacerlo, no encontraría mejor opción que la de aquel tío.
–Necesito un favor.
–¿Y solo puede hacértelo un desconocido?
Había un montón de documentos sobre la mesa. Eran prospectos, la clase de documento que alguien en busca de inversores utilizaría para dar a conocer su producto.
–Perdona –se disculpó, al ver que él los organizaba y los dejaba boca abajo–. No pretendía cotillear.
–No te preocupes. Pero has dicho que necesitabas un favor, y siento curiosidad. Siéntate, por favor, y cuéntamelo todo.
Iris СКАЧАТЬ