Nosotros sobre las estrellas. Sarah Mey
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Nosotros sobre las estrellas - Sarah Mey страница 5

Название: Nosotros sobre las estrellas

Автор: Sarah Mey

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: HQÑ

isbn: 9788413487007

isbn:

СКАЧАТЬ un lago del que no pudiese salir por mucho que lo intentase. El tiempo parece detenerse y esa mirada es capaz de absorberme. Ahora que no voy con prisa, observo su rostro fijamente. Jamás he visto tanta perfección junta. Su cabello es castaño oscuro, sus cejas y pestañas también son oscuras, sus ojos increíblemente verdes y muy intensos, su nariz fina y sus labios gruesos, pero no gordos, en un término medio que me encanta. Me resultan atractivos y poso la mirada en ellos como si fuesen una especie de imán. Lo miro con seriedad, furiosa por cómo me hace sentir con su mera presencia, como si él fuese superior a mí. Y no, nadie es superior a nadie. No tiene derecho a hacerme sentir así. ¿Qué estoy diciendo? Soy yo la que le dejo causar este efecto en mí. Abrumador. Así definiría lo que siento en este preciso instante. Trago saliva y tomo una bocanada de aire justo en el momento exacto en el que uno de los hombres más sudorosos del gimnasio pasa por mi lado.

      —Puaj… —se me escapa en un breve sonido que estoy segura de que nadie ha escuchado.

      Nadie, salvo ese atractivo chico que creo que me ha leído los labios y que trata de ocultar una sonrisa con dos dedos sobre sus perfectos y carnosos labios. Ese gesto vuelve a mosquearme y me giro buscando algún chico o chica a los que orientar haciendo ejercicios o con los que hablar, tratando de ignorarlo a pesar de que todo mi cuerpo quiere acercarse a él con una necesidad que hasta me asusta. De nuevo, pienso que nunca antes me había pasado nada similar.

      —¿Cómo vas, Greg? —le pregunto a uno de los chicos que están haciendo piernas en la prensa.

      El chico me sonríe y lanza un grito de dolor al hipertrofiar los músculos con la máquina buscando su límite.

      —¡Vamos, una más! ¡Tú puedes! ¡¿Es que acaso eres un novato?! ¡Una más he dicho! —le animo sacando mi lado más bestia de entrenadora personal y el chico hace no una, sino dos repeticiones más.

      —¡Bien, así se hace, Greg!

      —¡Eres la mejor, Mais!

      Mais. Esa es su forma cariñosa de llamarme y la que ha acuñado casi todo el gimnasio para dirigirse a mí. Antes de eso tan solo mi familia me llamaba así, y tengo que reconocer que al principio me molestaba que Greg se tomase la confianza de no llamarme por mi nombre completo. Ahora, la verdad es que hasta me gusta.

      Siento una presencia tras de mí y lo veo a través de otro de los espejos que cuelgan en las paredes del gimnasio. No puedo evitar ponerme nerviosa al sentir esa mirada verdosa como el más fresco roble en mí. Me giro con un pellizco de nerviosismo en la boca del estómago y me traspasa con la mirada. Su actitud es altiva y divertida al mismo tiempo, casi burlona. No puedo negar que su presencia es imponente, y fuerte. Su presencia es de esas que cuando llega a un lugar capta la atención y sabes que está ahí.

      —¿Quieres algo? —le pregunto sintiéndolo tan cerca de mí que tengo el impulso de retroceder un paso.

      De nuevo ese adictivo aroma me atraviesa. Greg y los demás hombres que estaban con él se han ido a otra máquina del gimnasio y me he quedado a solas con este chico. Es como si su persona me hiciese evadirme de todo, y eso me pone alerta. Demasiado alerta. Elevo la barbilla y alzo una ceja, esperando su respuesta que no tarda en llegar.

      —¿Ahora sí tienes tiempo para mí?

      Su voz me atraviesa sensual y ronca. Es innegablemente apuesto, y me lo parece mucho más ahora que va vestido con ropa deportiva y puedo apreciar su fibroso cuerpo.

      —No puedo creerme que estés tan necesitado de atención que has tenido que venir a buscarme a mi trabajo —le respondo sin darme tiempo a pensar lo que quiero decir y soltando lo primero que se me viene a la cabeza.

      Veo cómo mis palabras le molestan por la forma en la que se pasa la lengua por la boca y luego se muerde el labio. Es un gesto que no dura más de un segundo y que me ha parecido toda una eternidad. No puedo apartar la mirada de su boca. Ese gesto me ha desarmado, pero sé que mi frase ha causado el mismo efecto en él.

      —Tan solo pasaba por aquí y he pensado que podía entrenar un rato. ¿Hay algún problema con eso?

      La forma en la que su voz suena algo molesta me hace sonreír levemente.

      —Sí, ¿qué haces que no estás entrenando?

      Él suelta una carcajada engreída. Me sorprende el hecho de que no me molesta, es más, me acaba de gustar escucharlo reír. Es aún más cautivador cuando sonríe y se le forma un pequeño hoyuelo en la mejilla derecha.

      —Tienes razón —dice él, jactancioso—. ¿Quieres entrenar conmigo o te da miedo?

      Me acaba de retar y parece que tiene la sonrisa del diablo en sus labios. Ojalá aprenda a decir que no. Ojalá pueda dejar de perderme en esos ojazos verdes y en esa dentadura perfecta.

      —Me da miedo —le digo, y él parece sorprendido por mi supuesta bajada de pantalones—. Claro que me da miedo. No quiero que te lastimes por sobreentrenar si entrenamos juntos. Ya sabes… no sé si podrás seguirme.

      Él vuelve a reír como si no se creyese lo que está escuchando, pero de pronto se pone serio y hay algo rematadamente sexy en su expresión.

      —Me encantaría sobreentrenar contigo —dice con tanta sensualidad que todas mis hormonas responden ante él.

      Su frase me ha llevado por pensamientos oscuros. Si aún tenía algo de compostura, acabo de perderla.

      Capítulo 3

      JAMES

      Noto que la he puesto nerviosa y eso hace que mi cuerpo reaccione. Me gusta causar esas emociones en las personas, pero lo que me resulta extraño es que ella logre tener el mismo efecto en mí. Nunca antes hasta ahora una chica me había dejado sin saber qué decir. Y la forma en la que me mira… joder. No puedo evitar que me guste la forma en la que me reta con la mirada.

      —¿Asustada? —le pregunto, ya que no ha respondido a lo último que le he dicho—. ¿Te ha mordido la lengua el gato?

      Veo cómo su expresión cambia a una soberbia y entrecierra los ojos en un gesto que me parece encantador, aunque en realidad está tratando de fulminarme con la mirada.

      —Por supuesto que no. ¡Vamos, sígueme! ¡Haremos piernas!

      Lo dice con tanto ímpetu que algo me dice que va a tratar de ponerme a prueba. La situación me gusta tanto que no puedo evitar volver a mojarme los labios con la lengua con lentitud. Ayer hice piernas en el gimnasio y hoy ya las tengo cansadas, aunque antes muerto que decirle nada que me haga parecer que pierdo ante esta chica. Camino despreocupado detrás de ella y no puedo evitar fijarme en su trasero. Me gusta todo lo que veo en ella, pero veo que no soy el único que la observa y eso hace que me arda la sangre de las venas. No me gusta la mirada de los otros tíos en ella. ¿Quién demonios se creen que son para devorarla con la mirada? Ni tan siquiera yo la he mirado así. Mi pensamiento es absurdo y más aún teniendo en cuenta que acabamos de saber que existimos, pero me enfurece el ver cómo la miran. Y también noto una sensación desconocida en mi interior. En las entrañas. Es como un pinchazo que me hace tener ganas de estrangularlos. Jamás he sentido nada así. Le aguanto la mirada a uno de los tíos que la miran, y entorno un poco los ojos. El chaval desvía la mirada y se centra en la máquina en la que está sentado sin ganas de pelea. Bien por ti, chaval, porque como siguieses mirándola así ibas a tener un problema.

      Observo СКАЧАТЬ