A merced de la ira - Un acuerdo perfecto. Lori Foster
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Читать онлайн книгу A merced de la ira - Un acuerdo perfecto - Lori Foster страница 33

Название: A merced de la ira - Un acuerdo perfecto

Автор: Lori Foster

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Tiffany

isbn: 9788413489490

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СКАЧАТЬ te…

      –Ya os lo he dicho: me drogó.

      Molly miró a Trace.

      –Molly –dijo de nuevo Dare.

      Ella lo hizo callar con un ademán.

      –Sí, ya lo sé. Esto es alto secreto y Trace es un hombre de honor, así que sea lo que sea lo que ha pasado, tiene que haber un motivo. Ya lo sé.

      Priss los miró con enfado a los tres.

      –Pues yo no.

      –Vamos a charlar un rato, cosas de chicas, nada más –le prometió Molly a Dare–. No voy a sonsacarla ni a contarle nada.

      –¿Nada de qué? –preguntó Priss.

      Molly siguió sonriendo. Estaba muy guapa cuando sonreía.

      –Nada que ellos… –señaló a Dare y a Trace con la cabeza–, consideren peligroso para nuestra seguridad.

      –¿Como qué, por ejemplo? –insistió Priss.

      –Nombres completos, eso siempre está prohibido.

      –Entonces, ¿no se llama Trace Miller?

      Molly titubeó y luego dijo:

      –Claro que sí.

      Claro que no, o Trace y Dare no habrían soltado un suspiro a coro al oír su respuesta.

      –¿Algo más?

      –Nuestra localización, claro, que hay que mantener en secreto al menos hasta que sepan que pueden fiarse de ti. Y, por lo que sé, para eso primero tienes que casarte con alguno de ellos.

      Priss se puso colorada sin saber por qué.

      –¿Eso fue lo que hiciste tú?

      Molly sonrió de oreja a oreja.

      –Sí. Dare es mi marido.

      –Molly –dijo otra vez Dare, exasperado.

      –Vamos, Dare –dijo Molly con un ademán–, ¿qué crees que puede hacer con esa información?

      –Eso depende de lo bien relacionada que esté, de a quién conozca y de qué esté tramando.

      Mientras marido y mujer discutían, Priss miró a su alrededor y vio una enorme finca rodeada por una altísima valla y protegida por rejas y medidas de seguridad ultramodernas.

      –Caray, este sitio es una fortaleza.

      –Claro –Molly volvió a mirarla–. Los chicos tampoco quieren que hable de qué se traen entre manos. No es que lo sepa, de todos modos, así que aunque tengas muchos contactos no pierdas el tiempo conmigo. Normalmente sé tan poco como tú ahora mismo.

      –No sé tan poco –contestó Priss–. Sé que Trace se ha infiltrado en la organización de Murray.

      Dare se quedó quieto y Trace se frotó la cara.

      –Murray, por cierto, se dedica al tráfico de mujeres. Es un auténtico cerdo, por si no lo sabías.

      Dare se acercó de pronto a Molly y la rodeó con el brazo. Priss vio un extraño destello en la mirada de Molly, aunque ella intentó ocultarlo. ¿Un mal recuerdo?

      ¡Qué interesante!

      Así que Molly estaba metida en aquello de algún modo. ¿Era ese motivo suficiente para que Trace fuera tras Murray? Tal vez, aunque Priss no creía que se tratara únicamente de eso.

      –También sé que Trace trabaja con Dare.

      Nadie confirmó ni negó su afirmación.

      –Y sé que, teniendo en cuenta lo que cuesta mantener todo esto, deben de tener una empresa que dé muchos beneficios. Y es lógico pensar que, si ganan tanto dinero, es porque son muy buenos en lo suyo y que su oficio requiere todas estas ridículas medidas de seguridad. Porque lo de drogarme… ¿no es un poco raro?

      –Puede que hayan exagerado un poco –Molly arrugó el ceño al ver que Trace seguía sujetando los brazos de Priss.

      Él separó los dedos, retrocedió y la soltó.

      –Gracias –le dijo Molly, y dio unas palmaditas en la mano de Dare para indicarle que estaba bien.

      Él asintió con la cabeza y se apartó de ella. Molly rodeó los hombros de Priss con el brazo y se volvió hacia… En fin, hacia una casa increíble.

      Priss se quedó parada.

      ¿Cómo demonios no había visto una casa tan grande? Nunca había visto nada igual. Era el tipo de casa que siempre había creído que tendría Murray: grande, lujosa, impresionante y rodeada de medidas de seguridad.

      –Toto, tengo la sensación de que ya no estamos en Kansas –susurró.

      Molly se rio por su referencia a El mago de Oz.

      –En realidad, no tiene mucha importancia dónde estés en este momento. Vamos. Tienes que ponerte cómoda mientras los chicos se ocupan del resto, ¿de acuerdo?

      De pronto Priss no estuvo segura de querer acompañarla. Molly le parecía demasiado complaciente.

      Pero cuando miró hacia atrás vio a Trace y a Dare con los brazos cruzados, mirándola con exasperación.

      ¿Les había hecho enfadar con su capacidad deductiva? Levantó la barbilla.

      –Me parece muy bien, Molly, gracias –y aunque estaba un poco nerviosa, aturdida y enfadada por que la hubieran manipulado, dejó que Molly la condujera al interior de la casa.

      Pero, por el camino, tomó nota de todo, incluidas las cámaras de seguridad y las posibles rutas de escape.

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