Название: A merced de la ira - Un acuerdo perfecto
Автор: Lori Foster
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Tiffany
isbn: 9788413489490
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Trace procuró no reaccionar.
–Yo pensaba que el muy cerdo solo se dedicaba a las inmigrantes. Porque sé que las agencias de contratación, por rentables que sean, solo son una tapadera. Lo que de verdad le da dinero es otra cosa –se quedó mirando por la ventanilla y no preguntó adónde la llevaba Trace–. Claro que, si se da cuenta de que puede ganar dinero con mujeres de aquí, supongo que pensará en ampliar el negocio.
Trace no pensaba confirmar ninguna de sus suposiciones. Porque tenían que ser suposiciones. Aquella mujer no podía tener información de primera mano porque los datos eran muy escasos y era casi imposible conseguir pruebas. Trace no se fiaba de ella en absoluto, pero su teoría planteaba algunas cuestiones interesantes.
–¿Qué sabes tú del tráfico de mujeres?
–Más de lo que me gustaría –masculló ella.
Un escalofrío de alarma recorrió la espalda de Trace.
–¿Sí?
Ella resopló, indignada:
–Mira, no soy tonta, ¿de acuerdo? Antes de venir me informé sobre el tema todo lo que pude. Sé que muchísimas inmigrantes sufren abusos, que les prometen un buen trabajo y acaban obligadas a prostituirse o algo peor. Y he leído que la demanda de mujeres de aquí está en alza porque escasean mucho más que las inmigrantes.
Trace apretó con más fuerza el volante.
–Si eso crees, ¿qué demonios haces aquí?
Ella sacudió la cabeza y su larga coleta se balanceó.
–Se acabaron las preguntas.
Él apretó los dientes.
–No, nada de eso, Priscilla. No puedes negarte a contestar. Si quieres salir de esta, y es dudoso que lo hagas, tienes que contármelo todo.
Ella suspiró.
–Es un nombre horrible, ¿verdad?
Trace la miró, desconcertado.
–¿Cuál? ¿Priscilla?
–Sí. Mi madre me llamaba Priss, y así es como me llama todo el mundo. Al menos, los que me conocen bien. Pero tampoco mejora mucho –se frotó los ojos cansados–. Es un nombre muy cursi, como de mosquita muerta. Pensé que por una vez en la vida iba a servirme de algo.
–¿Porque creías que Murray iba a creer que eras una especie de candorosa damisela?
–Sí –lo miró–. No crees que se lo haya tragado, ¿verdad?
Trace soltó un bufido.
–No es tonto. No creo que te haya calado del todo, pero está claro que algo sospecha.
–¿Y tú? ¿Me has calado?
–Sé que eres una farsante, Priscilla. Sé que tienes algo planeado, algo que puede hacer que los dos acabemos muertos. Y sé que estás fuera de tu elemento.
Pareció soñolienta.
–Conque sí, ¿eh?
Trace se aventuró a preguntar:
–¿De veras es tu padre?
–¿Tú qué crees?
–Creo que las venganzas personales son las más peligrosas –y estaba claro que para ella aquello era algo personal. ¿Por su madre, tal vez? Probablemente. Sobre todo, si no tenía más familia.
–Las venganzas personales son un buen motivo para implicarse en algo –se quedó mirándolo–. ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?
Trace mantuvo la mirada fija en la carretera.
–Es mi trabajo.
–Y un cuerno –se rio, y su voz sonó agradable, a pesar de su crispación–. De acuerdo, a ti se te da bien analizar una situación. Pero a mí también. ¿Quieres saber lo que creo?
Trace señaló con la cabeza un edificio de ladrillo con un toldo morado.
–Esa es la tienda donde vas a comprar.
Ella no cambió de tema:
–Creo que eres muy capaz de matar, pero no a personas inocentes. Matas a gente que se lo merece. Eres bueno, lo que significa que eres una especie de profesional. ¿Un agente del gobierno, quizá? –al ver que seguía inmóvil, se encogió de hombros–. Está bien, puede que no. Supongo que podrías operar por tu cuenta. La verdad es que te pega más, porque pareces muy independiente, demasiado independiente para aceptar órdenes.
¡Santo cielo!
Trace no la miró. Ella sonrió.
–En mi opinión, todo el mundo sabe que Murray es un canalla, pero tiene amigos en las altas esferas. Hace grandes contribuciones a campañas políticas y eso le proporciona cierta inmunidad. Y, además, tiene a unos cuantos senadores en el bolsillo.
Si solo fuera eso, las autoridades podrían haberlo cazado con el tiempo… y él no se habría metido en aquel caso.
Aparcó en la calle, frente a la tienda.
–Ya hemos llegado.
Priscilla tocó su brazo.
–Abusar de mujeres extranjeras es bastante peligroso, pero cuando empiezas a traficar con ciudadanas estadounidenses las cosas se complican y es muy posible que alguien empiece a enfadarse de veras. Sea quien sea esa persona, te ha contratado para que desmanteles el tinglado de Murray.
Una hipótesis interesante. Solo que nadie lo había contratado. No hacía falta.
–Tienes mucha imaginación, Priss –se apartó de ella.
No se le daba mal, tenía que reconocerlo. Pero se había equivocado por completo respecto a sus motivos.
El tráfico de mujeres le había afectado de manera muy personal. Por eso se había impuesto la misión de descubrir a todos los implicados, empezando por las redes más grandes y notorias. Gracias a su mejor amigo, Dare Macintosh, ya habían hecho grandes progresos.
Y ahora quería a Murray Coburn.
Salió del coche, sacó un tique de aparcamiento y se acercó a la puerta de Priss. Ella acababa de salir cuando sonó su teléfono. Trace la agarró del brazo mientras contestaba:
–Aquí Miller.
–Acaba de ocurrírseme –dijo Murray–. Debería saber si de verdad es mi hija, ¿no?
Trace vio cómo brillaba el sol en el pelo de Priss. Sí, el nombre de Priss le sentaba bien, aunque no se diera cuenta. El día soleado realzaba el color rojo de su larga СКАЧАТЬ