Название: En busca de un hogar
Автор: Claudia Cardozo
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: HQÑ
isbn: 9788413487045
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—Sus vecinos parecen compartir esta filosofía —reanudó la charla—. Lo menciono porque al regresar pudimos apreciar algunas propiedades muy interesantes, ¿no es verdad, Juliet?
—Por supuesto, es muy cierto. —Empezaba a entender cuáles eran sus intenciones.
—Debieron de pasar por la mansión Prescott, es un lugar hermoso, y queda a muy corta distancia —la señora Sheffield, que guardaba un curioso parecido con su esposo, tomó parte en la conversación.
—En realidad, no preguntamos los nombres de las residencias, solo pasamos por allí; pero creo haber escuchado a unos hombres en el camino hablando de un lugar llamado Rosenthal, decían que era una de las propiedades más importantes de la zona.
Juliet prestó mucha atención a sus anfitriones, y vio con sorpresa que ambos intercambiaban una mirada de contrariedad.
—Sí, Rosenthal, por supuesto, un lugar encantador. —La señora Sheffield fue la primera en recuperar la sonrisa—. Me temo que hace mucho que no lo visitamos, nos resulta un poco alejado…
Por la expresión en el rostro de Daniel, no fue difícil adivinar que la señora no decía precisamente la verdad.
—Es curioso, oí que estaba a tan solo unas leguas.
—Rosenthal —la intervención de su abuela fue bien recibida por los anfitriones—; claro, la recuerdo, un hermoso lugar. ¿No pertenece al condado de Arlington?
—Precisamente, así es —la señora Sheffield asintió.
—Conocí al anterior conde, un hombre muy agradable, lamenté enterarme de su muerte tan temprana. —Lady Ashcroft hizo un gesto de pesar—. Vi a su hijo alguna vez, cuando era apenas un niño pequeño, ¿cómo se ha desempeñado hasta ahora?
Era propio de su abuela el hacer preguntas que podrían parecer impertinentes, pero quien la conociera sabría que no se quedaría tranquila hasta obtener una respuesta.
—Bueno, en cuanto al condado se refiere, hace un estupendo trabajo; ha optado por continuar con la labor de su padre y he oído que instauró algunas mejoras —el señor Sheffield intervino luego de atusarse el bigote—. Parece un joven muy agradable.
Lady Ashcroft dirigió una mirada a sus nietos, con los ojos entornados, como sopesando qué tanto podría decir en su presencia.
—Imagino que agradable no puede ser el único adjetivo apropiado para él.
—Oh, no, desde luego que no, es también muy atractivo.
—Por supuesto, atractivo. —La dama arrugó las comisuras de la boca y guardó silencio.
Juliet dio un vistazo a su primo, que había vuelto su atención a la comida.
—Señora Sheffield, Daniel y yo hablábamos esta mañana acerca de su sala de música; si a la abuela le parece bien, nos gustaría visitarla luego de terminar la cena.
—Por supuesto que no me opongo, querida, sabes cuánto disfruto oírte tocar. —Su abuela la miró con el ceño fruncido.
—Ah, pero había pensado en que Daniel me acompañara. —Le dirigió una mirada con intención a este—. ¿Verdad?
—Claro, si pueden perdonarme con antelación por no estar a tu altura.
La señora Sheffield rio, recuperando la expresión alegre que la había abandonado por unos momentos mientras hablaban del conde Arlington.
—Será un placer oírles, por supuesto, hace mucho tiempo que no usamos el salón; desde que nuestra querida Charlotte se casó, ¿recuerdas lo bien que tocaba, John?
El señor Sheffield dio una cabezada en señal de asentimiento.
—La mejor pianista de Inglaterra. —Pero tras ver a Juliet, que le sonreía con educación, se corrigió de inmediato—: Aunque no dudo de que la señorita Braxton pueda ser una digna rival.
—Es muy gentil por su parte, señor, pero tan pronto como me oiga, comprobará que no estoy en un nivel tan alto.
—No lo crea, señor Sheffield, ya la oirá —su abuela intervino con gesto adusto—. Pero lo confirmaremos más tarde; ahora cuénteme como se encuentra la querida Charlotte.
Juliet debió esperar a oír todo lo referente a la vida de casada de la hija de sus anfitriones, que residía en Escocia, antes de que dieran por concluida la cena y se encaminaran a la sala de música.
Un enorme piano dominaba la estancia, y aunque esta resultaba pequeña comparada con la de la residencia Ashcroft, en Londres, Juliet no pudo dejar de pensar que resultaba mucho más acogedora. Se acercó al instrumento luego de dirigirle una sonrisa tímida a la señora Sheffield, que la animó con un gesto amable.
Acarició las teclas con la punta de los dedos, olvidando por un momento el verdadero motivo de su insistencia para visitar el lugar, pero al sentir la presencia de Daniel a su lado lo recordó.
—Nosotros nos sentaremos aquí en tanto ustedes nos deleitan. —El señor Sheffield acompañó a las damas hasta los asientos dispuestos para los oyentes.
Juliet ocupó su lugar frente al piano, y pronto Daniel hizo otro tanto, dirigiéndole una mirada de reojo.
—Bueno, creo que la «Fantasía para piano a cuatro manos» sería lo más apropiado, ¿no crees?
—Por supuesto. —Juliet sonrió a su primo, asintiendo, tras lo cual ambos empezaron a tocar.
La melodía, que habían tocado muchas veces, duraba exactamente dieciocho minutos, y hacía falta una gran compenetración entre sus ejecutantes para evitar una ingrata sensación en los oyentes.
Pero no era el caso de los primos, que se entendían a las mil maravillas, y sin necesidad de esforzarse podían tocar en tanto se encargaban de la verdadera razón de su presencia allí.
Cuando Juliet llegó a vivir con su abuela, Daniel pasaba largas temporadas en la residencia de la familia, y se convino en que ambos podrían compartir el profesor de música. Lamentablemente, este era un hombre malgeniado y extremadamente estricto que contaba con la venia de lady Ashcroft para mantener a los niños por horas frente al instrumento.
De modo que idearon una forma para divertirse y bromear a espaldas de ese desagradable hombrecillo. Cada vez que debían tocar a cuatro manos, escogían una melodía larga y aprendieron, tras un método de ensayo y error, a hablar entre ellos por la comisura de la boca sin que ninguna otra persona presente pudiera descubrirlos.
Esta fue la idea de Daniel para poder informar a Juliet de todo lo ocurrido desde que ella lo dejara esa tarde con el herido.
—Estará bien, en cuanto llegamos a la casa, los sirvientes se apresuraron a atenderlo.
Juliet no varió en absoluto su expresión, uno de los trucos indispensables para no llamar la atención; tan solo inclinó casi imperceptiblemente la cabeza para no perder palabra de lo que Daniel decía.
—¿Estás СКАЧАТЬ