A merced del rey del desierto. Jackie Ashenden
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Название: A merced del rey del desierto

Автор: Jackie Ashenden

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Bianca

isbn: 9788413486499

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СКАЧАТЬ su respuesta, se giró y fue hacia los caballos.

      –Tal vez podría ocuparse un guardia de ella –le sugirió Faisal, siguiéndolo–. Yo podría…

      –Yo me ocuparé de ella –lo interrumpió Tariq en tono frío y autoritario, sin girarse–. No quiero ningún problema con el gobierno inglés, lo que significa que la responsabilidad de lo que le ocurra a esta mujer es mía.

      Sabía que, después de la traición de Catherine y de los duros momentos que había vivido el país por su culpa, no todos sus hombres serían indulgentes con una mujer extranjera.

      Él tampoco sería indulgente. Aquella joven pronto probaría su hospitalidad. En cuanto llegasen a la capital, Kharan, y a las instalaciones que tenían preparadas para los extranjeros que entraban por error a su país.

      Donde los asustaban para que no regresasen jamás.

      Sus hombres lo observaron en silencio mientras la llevaba hasta el caballo y la colocaba pegada al cuello del animal. Entonces, montó detrás de ella y la agarró con una mano por la cintura mientras con la otra sujetaba las riendas.

      –Continuad con la ronda –le ordenó a Faisal–. Quiero saber de dónde es esta mujer, cuanto antes.

      El otro hombre asintió y miró a la mujer, y Tariq sintió el extraño impulso de apretarla más contra su cuerpo para ocultarla de la mirada especulativa del consejero.

      Aquello era ridículo. Pronto pondría fin a las dudas de Faisal. Tariq ya no era el de antes. Era más duro, más frío. Y era digno merecedor del trono. Aunque ni Faisal ni el resto tenían elección, ya que era hijo único.

      No obstante, había dado por desvanecido el escepticismo de Faisal.

      El problema era la mujer, pero por poco tiempo.

      –¿Tienes alguna objeción? –le preguntó Tariq al otro hombre.

      –No, señor.

      Estaba mintiendo. Faisal siempre tenía algo que objetar, pero, por suerte, sabía que aquel no era el momento adecuado para hacerlo.

      –Dado que eres el amigo más antiguo de mi padre, tienes ciertas libertades –le advirtió Tariq–, pero no abuses.

      La expresión de Faisal siguió siendo impasible mientras asentía.

      –Sí, señor.

      Tariq lo despidió con un ademán e hizo un gesto a Jaziri y a un par de guardias más. Después, tiró de las riendas para hacer girar a su caballo y dirigirse de vuelta al campamento base.

      Capítulo 2

      CHARLOTTE estaba teniendo un sueño maravilloso en el que nadaba en agua fresca que corría por su cuerpo, por su rostro, que le humedecía los labios…

      De repente, un ruido hizo que abriese los ojos y se dio cuenta de que no estaba nadando.

      Estaba tumbada en una cama estrecha y dura, en una habitación minúscula y en la que solo había un cubo en un rincón. Del techo colgaba una bombilla, el suelo era de hormigón agrietado y las paredes, de piedra.

      Aquello parecía… una celda.

      Se le aceleró el corazón y sintió miedo. ¿Qué había ocurrido? ¿Dónde estaba?

      Su padre se había alejado del yacimiento arqueológico y ella había ido a buscarlo, pero se había perdido en el desierto. Entonces, habían aparecido unos hombres de negro montados a caballo y había visto a su padre con ellos. Un hombre alto y fuerte, con ojos dorados y una brillante espada colgada del cinturón, se había acercado a ella.

      Se estremeció.

      Debía de haberla rescatado cuando se había desmayado, aunque aquel lugar no era precisamente acogedor. Tal vez le hubiese salvado la vida, pero la había metido en una celda.

      Suspiró lentamente para intentar calmar sus nervios. Se incorporó.

      Debía de estar en la cárcel en Ashkaraz. Y aquel hombre debía de haber sido uno de los guardias que había en la frontera. ¿Estaría su padre también allí?

      Charlotte se humedeció los labios e intentó no angustiarse más y pensar con claridad.

      Apoyó los pies en el suelo y se incorporó. Se sintió aturdida, tuvo ganas de vomitar, pero se quedó inmóvil y se le pasó. Le dolía la cara, pero como no había ningún espejo, no se la podía ver. Se imaginó que se le había quemado con el sol.

      Se acercó lentamente a la puerta e intentó abrirla, pero no pudo. Frunció el ceño y miró a su alrededor. En el techo había una pequeña ventana a través de la cual entraba la brillante luz del sol.

      Tal vez podría asomarse y ver qué había fuera.

      Se quedó pensativa, puso la cama debajo de la ventana y se subió a ella. Solo llegaba a rozar el marco, no se podía asomar.

      Volvió a estudiar la celda y vio el cubo.

      Bajó de la cama, fue a por el cubo y volvió a la cama con él, lo colocó encima y se subió.

      El cristal de la ventana estaba roto y lleno de polvo, pero pudo ver a través de él. Por desgracia, solo se veía la pared de piedra de otro edificio. Frunció el ceño y volvió a preguntarse qué podía hacer.

      ¿Romper el cristal?

      Sí, podía romper el cristal y después…

      Era una mujer menuda y eso podía jugar a su favor en esos momentos.

      ¿O era mejor sentarse a esperar a ver qué ocurría?

      Se dijo que podía sentarse a esperar, pero que no estaba sola en aquello. Tal vez su padre estuviese en otra celda, o incluso muerto.

      Podía haberse quedado sola en el mundo. La idea la estremeció.

      No, no podía quedarse allí esperando, sin hacer nada. Tenía que actuar.

      Se quitó la camisa blanca que llevaba puesta, dado que el pañuelo de la cabeza había desaparecido, y se envolvió la mano con ella. Entonces golpeó el cristal un par de veces, hasta que lo rompió.

      Contenta, se aseguró de que no quedaban fragmentos con los que se pudiese cortar y, sin pensarlo, metió el cuerpo por la ventana y saltó.

      Cayó al suelo y se quedó unos segundos tumbada mientras recuperaba la respiración. El sol calentaba con mucha fuerza, el aire era abrasador. Sin duda, tenía que estar en Ashkaraz.

      Entonces oyó algo que le resultó familiar. Tráfico. Coches, bocinas, gente hablando y las notas de una canción que en esos momentos era muy popular.

      Sorprendida, se puso en pie y se dio cuenta de que estaba en una estrecha callejuela, entre dos edificios de piedra. Al final parecía haber una calle por la que pasaba gente.

      A pesar del miedo y la incertidumbre, sintió también emoción.

      Estaba СКАЧАТЬ