Puro placer - No solo por el bebé. Оливия Гейтс
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Puro placer - No solo por el bebé - Оливия Гейтс страница 7

Название: Puro placer - No solo por el bebé

Автор: Оливия Гейтс

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Ómnibus Deseo

isbn: 9788413486239

isbn:

СКАЧАТЬ –repuso él–. Sobre todo, durante los últimos tres meses.

      ¡Así que no había estado imaginándose cosas cuando había creído verlo entre la multitud!, pensó Cali. Todas esas veces que había sentido su presencia, él había estado allí.

      ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué no se había acercado a ella en esas ocasiones? ¿Y por qué había decidido hacerlo en ese momento? ¿Por qué? ¿Por qué?

      Cali deseó obtener todas las respuestas de inmediato.

      Por otra parte, no podía negarle ver a su hijo. Asintiendo, se puso en pie. Cuando Maksim no se movió para dejarla pasar, se tropezó con él y cayó hacia atrás en el sofá. Él la sujetó y, mirándola a los ojos, le posó una mano en la nuca y rugió su nombre con voz ronca, como avisándola de que, si no se lo negaba, la besaría.

      Cali no se lo negó. No fue capaz.

      Animado por su silencio, él inclinó la cabeza y la besó con pasión.

      Ella sabía que no podía dejar que aquello sucediera de nuevo. Sin embargo, cuando sus lenguas se entrelazaron y sus alientos se fundieron, estuvo perdida.

      Cali se rindió a su deseo, derritiéndose en su boca, dejándose invadir por él. Maksim se apretó contra su cuerpo, frotándole los pechos y los pezones con su torso. Entonces, sin previo aviso, se separó y se puso en pie con gesto de alarma.

      Ella necesitó unos segundos para comprender que el gemido que había escuchado provenía de Leo. Tenía un altavoz para monitorizar el niño en cada habitación.

      Temblando, Maksim le ayudó a ponerse en pie y se hizo a un lado para dejarla pasar. Cali se dirigió al dormitorio de Leo, poseída por una extraña sensación de irrealidad, sintiendo cómo la presencia de Maksim invadía su casa.

      La tensión creció según se acercaban a la puerta. Cali abrió y, antes de dejarlo pasar, se giró hacia él.

      –Relájate, ¿de acuerdo? Leo es muy sensible al estado de ánimo de los demás –indicó ella. Esa era la razón por la que los primeros seis meses del bebé habían sido un infierno. El pequeño solo había sido un espejo de la desgracia de su madre. Ella había conseguido salir del paso bloqueando sus emociones, para no exponer a su hijo a su lado negativo–. Si se despierta, no creo que quieras que la primera vez que te vea sea así de nervioso.

      Sin reparar en el torbellino de sentimientos que se le agolpaba en el pecho a Cali, demasiado aturdido por los propios, Maksim cerró los ojos un momento.

      –Estoy preparado.

      Cali entró de puntillas, nerviosa, mientras él la seguía sin hacer ruido. Deseó que Leo se hubiera vuelto a dormir, pues aunque no tenía ni idea de por qué su padre quería verlo, prefería que aquella primera y, tal vez, última, tuviera lugar mientras el niño estuviera dormido. Al escuchar que el pequeño estaba roncando con suavidad, se relajó.

      En ese instante, sin embargo, dejó de pensar en algo, incluso en Leo. Solo podía sentir la presencia de Maksim junto a ella. En la penumbra, lo observó con el corazón acelerado. Nunca había imaginado que él… él…

      La expresión de Maksim estaba cargada de sentimiento mientras miraba a su hijo, con tanta intensidad que ella no pudo reprimir las lágrimas.

      Su masculino rostro parecía una escultura, impregnado de perplejidad, asombro y… sufrimiento. Temblaba como si estuviera presenciando un milagro sobrecogedor.

      Y Leo era un milagro, pensó Cali. Contra todo pronóstico, había llegado al mundo y ella no podría vivir sin él.

      –¿Puedo… puedo tocarlo?

      Cali se cayó de espaldas al escuchar su susurro lleno de reverencia. Y, cuando le miró el rostro, contuvo un grito de sorpresa. En la penumbra, sus ojos brillaban con… lágrimas.

      Con el corazón en la garganta, Cali solo pudo asentir.

      Tras unos momentos que él pareció necesitar para prepararse, acercó una mano temblorosa al rostro de su hijo.

      En cuanto tocó con la punta de un dedo la mejilla de Leo, contuvo el aliento, como si acabara de recibir un golpe en el estómago. Así era también como se sentía Cali. Como si se hubiera quedado sin aire. Entonces, el pequeño se apretó contra aquella mano grande y fuerte, como un gatito pidiendo más caricias.

      Sin dejar de temblar, Maksim le acarició la mejilla con el pulgar una y otra vez, con la respiración rápida y entrecortada.

      –¿Son todos los niños tan increíbles?

      Sus palabras sonaron roncas y llenas de sentimiento. Parecía que le costaba hablar. Era como si fuera la primera vez que veía a un niño. Al menos, la primera vez que se daba cuenta de lo increíble que era que un ser humano fuera tan pequeño y tan completo, tan precioso y perfecto, tan frágil y vulnerable y, al mismo tiempo, tan abrumador.

      –Todos los niños lo son –susurró ella. Pero creo que estamos preparados para sentir especial afinidad por los nuestros. Ese vínculo nos hace apreciarlos más que nada en el mundo, solo vemos sus cualidades y no nos importan sus defectos. Eso nos hace soportar los problemas y las dificultades de la crianza con una fuerza que escapa a toda lógica.

      Maksim la escuchó embelesado, como si cada palabra fuera una revelación para él. Sin embargo, de pronto, su expresión se tornó inaccesible.

      –Escapa a toda lógica –repitió él en voz baja.

      Antes de que Cali pudiera decir o hacer nada, él posó los ojos de nuevo en Leo, apartó la mano y salió del dormitorio.

      Ella lo siguió, despacio, asaltada por un torbellino de pensamientos contradictorios.

      ¿Qué le pasaba a ese hombre? ¿Qué significaba su comportamiento? ¿Y su sobrecogedora reacción al ver a Leo? ¿Acaso sufría algún trastorno bipolar que le hacía cambiar de actitud sin razón aparente? ¿Era la razón por la que la había abandonado de pronto y, luego, había vuelto?

      Maksim detuvo sus pasos en el salón, con mirada oscura y ausente.

      –No sé qué problema tienes y no quiero saberlo –señaló ella, mirándolo a la cara–. Has venido sin haber sido invitado, te has librado de mis preguntas dándome un par de besos y has visto a Leo. ¿Ya has terminado lo que venías a hacer? Quiero que te vayas y no vuelvas nunca o yo…

      –Vengo de una familia de maltratadores.

      Cali se quedó boquiabierta.

      –Creo que es algo que ha estado pasando durante generaciones –continuó él con gesto inexpresivo–. Mi tatarabuelo lo era y sus descendientes siguieron sus pasos. Mi padre fue el peor de ellos, el más violento. Yo pensaba que lo llevaba en la sangre, que sería como ellos. Por eso nunca pensé en tener una relación, hasta que te conocí a ti.

      Cali no pudo hacer más que mirarlo. Se había vuelto loca durante todo un año buscando respuestas. Pero ya no quería una explicación, sobre todo, si iba a ser peor que el abandono en sí mismo.

      De todas maneras, él parecía absorto en su confesión, incapaz de detener las palabras que fluían de su boca como una cascada.

      –Desde СКАЧАТЬ