La Celestina. Fernando de Rojas
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Название: La Celestina

Автор: Fernando de Rojas

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Clásicos

isbn: 9786074575552

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СКАЧАТЬ leído el filósofo, do dice: Así como la materia apetece a la forma, así la mujer al varón?

      CALISTO.- ¡Oh triste, y cuando veré yo eso entre mí y Melibea!

      SEMPRONIO.- Posible es. Y que la aborrezcas cuanto ahora la amas podrá ser alcanzándola y viéndola con otros ojos, libres del engaño en que ahora estás.

      CALISTO.- ¿Con qué ojos?

      SEMPRONIO.- Con ojos claros.

      CALISTO.- Y ahora, ¿con qué la veo?

      SEMPRONIO.- Con anteojos de aumento, con que lo poco parece mucho y lo pequeño grande. Y porque no te desesperes, yo quiero tomar esta empresa de cumplir tu deseo.

      CALISTO.- ¡Oh! ¡Dios te dé lo que deseas! ¡Qué glorioso me es oírte; aunque no espero que lo has de hacer!

      SEMPRONIO.- Antes lo haré cierto.

      CALISTO.- Dios te consuele. El jubón de brocado que ayer vestí, Sempronio, vístetele tú.

      SEMPRONIO.- Prospérete Dios por este y por muchos más que me darás. De la burla yo me llevo lo mejor. Con todo, si de estos aguijones me da, traérsela he hasta la cama. ¡Bueno ando! Hácelo esto que me dio mi amo; que, sin merced, imposible es obrarse bien ninguna cosa.

      CALISTO.- No seas ahora negligente.

      SEMPRONIO.- No lo seas tú, que imposible es hacer siervo diligente el amo perezoso.

      CALISTO.- ¿Cómo has pensado de hacer esta piedad?

      SEMPRONIO.- Yo te lo diré. Días ha grandes que conozco en fin de esta vecindad una vieja barbuda que se dice Celestina, hechicera, astuta, sagaz en cuantas maldades hay. Entiendo que pasan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad. A las duras peñas promoverá y provocará a lujuria, si quiere.

      CALISTO.- ¿Podríala yo hablar?

      SEMPRONIO.- Yo te la traeré hasta acá. Por eso, aparéjate, sele gracioso, sele franco. Estudia, mientras voy yo, de le decir tu pena tan bien como ella te dará el remedio.

      CALISTO.- ¿Y tardas?

      SEMPRONIO.- Ya voy. Quede Dios contigo.

      CALISTO.- Y contigo vaya. ¡Oh todopoderoso, perdurable Dios! Tú, que guías los perdidos y los reyes orientales por la estrella precedente a Belén trajiste y en su patria los redujiste, humilmente te ruego que guíes a mi Sempronio, en manera que convierta mi pena y tristeza en gozo y yo indigno merezca venir en el deseado fin.

      * * *

      CELESTINA.- ¡Albricias!, ¡albricias! Elicia. ¡Sempronio! ¡Sempronio!

      ELICIA.- ¡Ce!, ¡ce!, ¡ce!

      CELESTINA.- ¿Por qué?

      ELICIA.- Porque está aquí Crito.

      CELESTINA.- ¡Mételo en la camarilla de las escobas! ¡Presto! Dile que viene tu primo y mi familiar.

      ELICIA.- Crito, retráete ahí. Mi primo viene. ¡Perdida soy!

      CRITO.- Pláceme. No te acongojes.

      SEMPRONIO.- ¡Madre bendita! ¡Qué deseo traigo! ¡Gracias a Dios, que te me dejó ver!

      CELESTINA.- ¡Hijo mío!, ¡rey mío!, turbado me has. No te puedo hablar. Torna y dame otro abrazo. ¿Y tres días pudiste estar sin vernos? ¡Elicia! ¡Elicia! ¡Cátale aquí!

      ELICIA.- ¿A quién, madre?

      CELESTINA.- A Sempronio.

      ELICIA.- ¡Ay triste! ¡Qué saltos me da el corazón! ¿Es qué es de él?

      CELESTINA.- Vesle aquí, vesle. Yo me le abrazaré; que no tú.

      ELICIA.- ¡Ay! ¡Maldito seas, traidor! Postema y landre te mate y a manos de tus enemigos mueras y por crímenes dignos de cruel muerte en poder de rigurosa justicia te veas. ¡Ay, ay!

      SEMPRONIO.- ¡Hi!, ¡hi!, ¡hi! ¿Qué has, mi Elicia? ¿De qué te acongojas?

      ELICIA.- Tres días ha que no me ves. ¡Nunca Dios te vea, nunca Dios te consuele ni visite! ¡Ay de la triste, que en ti tiene su esperanza y el fin de todo su bien!

      SEMPRONIO.- ¡Calla, señora mía! ¿Tú piensas que la distancia del lugar es poderosa de apartar el entrañable amor, el fuego, que está en mi corazón? Do yo voy, conmigo vas, conmigo estás. No te aflijas ni me atormentes más de lo que yo he padecido. Mas di, ¿qué pasos suenan arriba?

      ELICIA.- ¿Quién? Un mi enamorado.

      SEMPRONIO.- Pues créolo.

      ELICIA.- ¡A la fe!, verdad es. Sube allá y verle has.

      SEMPRONIO.- Voy.

      CELESTINA.- ¡Anda acá! Deja esa loca, que ella es liviana y, turbada de tu ausencia, sácasla ahora de seso. Dirá mil locuras. Ven y hablemos. No dejemos pasar el tiempo en balde.

      SEMPRONIO.- Pues, ¿quién está arriba?

      CELESTINA.- ¿Quiéreslo saber?

      SEMPRONIO.- Quiero.

      CELESTINA.- Una moza que me encomendó un fraile.

      SEMPRONIO.- ¿Qué fraile?

      CELESTINA.- No lo procures.

      SEMPRONIO.- Por mi vida, madre, ¿qué fraile?

      CELESTINA.- ¿Porfías? El ministro, el gordo.

      SEMPRONIO.- ¡Oh desaventurada y qué carga espera!

      CELESTINA.- Todo lo llevamos. Pocas mataduras has tú visto en la barriga.

      SEMPRONIO.- Mataduras no; mas hinchazones sí.

      CELESTINA.- ¡Ay burlador!

      SEMPRONIO.- Deja si soy burlador; muéstramela.

      ELICIA.- ¡Ah don malvado! ¿Verla quieres? ¡Los ojos se te salten!, que no basta a ti una ni otra. ¡Anda!, vela y deja a mí para siempre.

      SEMPRONIO.- ¡Calla, Dios mío! ¿Y enójaste? Que ni la quiero ver a ella ni a mujer nacida. A mi madre quiero hablar y quédate adiós.

      ELICIA.- ¡Anda, anda!, ¡vete, desconocido!, y está otros tres años que no me vuelvas a ver!

      SEMPRONIO.- Madre mía, bien tendrás confianza y creerás que no te burlo. Torna el manto y vamos, que por el camino sabrás lo que, si aquí me tardase en decirte, impediría tu provecho y el mío.

      CELESTINA.- Vamos. Elicia, quédate adiós, cierra la puerta. ¡Adiós paredes!

      * * *

      SEMPRONIO.- ¡Oh madre mía! Todas cosas dejadas aparte, solamente está atenta y СКАЧАТЬ