Medio siglo de historia del cooperativismo financiero colombiano. Néstor Alfonso Rodríguez Espinosa
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СКАЧАТЬ y la empresa como un “sistema social abierto en constante interacción con la sociedad en la que se teje un conjunto de relaciones sociales entre los agentes que la componen” (Dávila, 2002: 11), citado por (Dávila Ladrón de Guevara, 2004: 30).

      Cualquier grupo de personas no puede catalogarse como “organización”, debido a que ésta implica una disciplina estructurada a partir del cumplimiento de unas reglas de juego (J. Hicks, 1969), citado por (Ayala, 1999: 254).

      Para Ricardo Dávila las cooperativas se consideran organizaciones diferentes y con estilo de gestión particular, se ubican en una corriente teórica que propone un modelo de organización alternativo al modelo burocrático y propende por un modelo sistemático de organización democrática y participativa que puede ser considerada como “una manera diferente de hacer las cosas” (Rothschild & Whitt, 1988: 65) citado por Dávila Ladrón de Guevara, 2004: 32).

      En esta corriente de pensamiento se busca construir un modelo organizacional en el cual el control descansa en los asociados, quienes pretenden con objetivos tanto económicos como sociales, buscar que los procesos de toma de decisiones estén basados en la democracia participativa (Dávila Ladrón de Guevara, 2004: 32). Este enfoque de la teoría de las organizaciones, permite entender las dos dimensiones de las que hacen parte las cooperativas: la económica y la social.

      Desde la primera dimensión, los beneficios económicos son el medio y no el fin, y se distribuyen a los asociados de acuerdo con el uso de los servicios. De acuerdo con la dimensión social, se puede concebir la cooperativa como escuela de desarrollo de habilidades y capacidades sociales, organizacionales, empresariales, gerenciales, políticas y productivas (Dávila Ladrón de Guevara, 2004: 30).

      Benjamín Ramírez asume la organización cooperativa como:

      […] una asociación de personas que se han constituido para mejorar las condiciones económicas y sociales de sus miembros, a través de una organización empresarial en cuyo proceso administrativo se da la cooperación, la solidaridad y la participación de los asociados. (Ramírez Baracaldo, 1994: 211).

      En ese sentido, la cooperativa constituye un excelente ejemplo de lo que significa el concepto de organización (Dávila Ladrón de Guevara, 2004: 30).

      Mientras que la dimensión económica le da el carácter empresarial a las organizaciones cooperativas, buscando el cumplimiento de objetivos económicos, la dimensión social le da el carácter asociativo y, por tanto, de cumplimiento de objetivos sociales. Son dos caras de la misma moneda, que se articulan y fusionan para hacer de las organizaciones solidarias una forma alternativa de organización.

      En relación con la dimensión económica se puede decir que una organización solidaria está sometida a las presiones del entorno económico, y por ende, a los criterios de efectividad, eficiencia y eficacia, como ocurre con las organizaciones privadas con ánimo de lucro que se le contraponen (Ayala, 1999). Por tanto, debe actuar siendo eficaz y eficiente económicamente (Sánchez Cabrera, 2006: 13-15). Probablemente nadie colocaría recursos en una organización solidaria si supiera de antemano que éstos se perderían.

      Sin embargo, esta gestión económica en las organizaciones solidarias difiere de sus homólogas privadas con ánimo de lucro, por cuanto sus dueños (asociados) no las fundan con expectativas de rendimientos o dividendos, y no esperan que en periodos determinados haya ganancia adicional por el capital invertido. El sentido de la asociación no es obtener utilidades de capital, sino el fin único consiste en prestar el servicio para el cual fue constituida por sus asociados7 (Sánchez Cabrera, 2006: 13-15).

      El asociado en sí se convierte en el objeto de la organización cooperativa. Él es el punto de partida y al mismo tiempo de llegada de la actividad financiera cooperativa. Al respecto cabe señalar:

      La selección de las actividades por parte de las cooperativas debe responder a criterios de servicios a los asociados, que contribuyan a la solución de sus necesidades y las de sus familias. Los servicios de las cooperativas no pueden servir a criterios mercantilistas, ni a decisiones caprichosas de sus directivos. (Solano & Cañola, 1997: 15) citado por (Sánchez Cabrera, 2006: 15).

      En las cooperativas no se habla de ganancia sino de excedentes para fortalecer la estructura financiera en el cumplimiento de sus objetivos, a fin de reducir la volatilidad y el costo de los recursos. Al respecto Sánchez Cabrera señala:

      El sin ánimo de lucro no implica para las organizaciones cooperativas financieras que el proceso organizacional enfocado a la prestación de servicios (de ahorro y crédito o financieros) se hiciera en condiciones onerosas o trabajando a pérdida. Debía primar el principio económico en el sentido de obtener el máximo resultado posible con una suma dada de medios, o bien alcanzar un resultado determinado con el mínimo posible de instrumentos. (Sánchez Cabrera, 2006: 15).

      Esta orientación económica, entonces, exige –entre otras cosas– buena administración de los recursos independientemente del resultado económico, claridad y transparencia en los negocios, justa rentabilidad en las operaciones, gestión adecuada de riesgos, eficiencia en el cumplimiento de los objetivos.

      La dimensión social, por su parte, se fundamenta como lo dice Sánchez en una lógica de “cooperación” y “solidaridad” (Sánchez Cabrera, 2006: 15), lo que entra realmente a diferenciar las organizaciones solidarias del resto de organizaciones.

      Cooperación, entendida como “acometer acciones y obras de forma conjunta (formas de trabajo) en las que la responsabilidad recae sobre grupos de personas comprometidas que se reúnen para ayudarse, y no sobre individuos aislados y separados unos de otros” (Sánchez Cabrera, 2006: 16). En este sentido se podría entender la cooperación en las organizaciones cooperativas de carácter financiero, en la medida en que los asociados dejan recursos de capital bajo las figuras del ahorro y el aporte, conformando una masa de recursos económicos, que se dispone para satisfacer las necesidades financieras y de crédito de los mismos asociados.

      Solidaridad, asimilado por Sánchez Cabrera al concepto de sociabilidad, “como la inclinación natural que todo ser viviente tiene al trato y relación con los de su misma especie, es la necesidad experimentada de asociarse con los congéneres” (Sánchez Cabrera, 2006: 16). Basado en las tesis aristotélicas que el hombre no es sólo un ser racional, sino principalmente un ser social.

      Con el ánimo de buscar concreción de la lógica de la cooperación y la solidaridad en la gestión de la organización solidaria8, se acude a los principios y valores del cooperativismo9, los cuales son tenidos en cuenta de alguna forma en la legislación colombiana, que regula la actividad de las organizaciones solidarias, en especial la Ley 79 de 1988 y la Ley 454 de 1998.

      La aplicación de los principios y valores que identifican a las organizaciones solidarias permiten la constitución y fortalecimiento de redes sociales y económicas entre quienes las conforman y su entorno, que posibiliten sacar el mejor provecho de los recursos y capacidades con las que se cuenta y la creación de alternativas novedosas para resolver los problemas y satisfacer las necesidades.

      Basados en la definición tradicional de red como “sistema de vínculos entre nodos orientado hacia el intercambio de apoyo social” según el profesor psicólogo chileno Víctor Martínez. Para este psicólogo, СКАЧАТЬ