Название: Falsa proposición - Acercamiento peligroso
Автор: Heidi Rice
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Ómnibus Deseo
isbn: 9788413486215
isbn:
Aunque el sol había empezado a esconderse en el horizonte seguía haciendo calor y Louisa decidió salir del coche. Alegrándose al ver a Luke esperando en la cola para pagar se sentó en un banco y se preparó para la batalla.
Por desgracia, después de ponerse brillo en los labios y pasarse el cepillo por el pelo seguía sintiéndose como si acabara de atravesar la jungla: sudorosa, incómoda y cansada.
Cuando guardaba la bolsa de cosméticos en el bolso vio su móvil y recordó algo más que tenía que hacer. Bueno, al menos podía ponerse en acción mientras esperaba que empezase la batalla.
Tenía que ordenar su vida. Había recibido una sorpresa tremenda aquel día, pero esa no era excusa para acobardarse.
Y solo había una persona a la que pudiera pedir consejo: su mejor amiga, Mel Devlin. Debería haberle hablado de su noche con Devereaux meses antes. Que Mel hubiese notado las consecuencias antes que ella solo demostraba lo buena amiga que era.
Pero suspiró, decepcionada, cuando saltó el buzón de voz.
–Hola, Mel, soy yo. Tengo que hablar contigo… –Louisa vaciló. No podía darle la noticia por teléfono–. Tengo que contarte algo importante, llamaré más tarde.
Después de cortar la comunicación, llamó a su médico en Camden. No quería que la doctora Lester fuera su ginecóloga porque ella no podía pagar una clínica privada y no iba a dejar que Devereaux se hiciera cargo de los gastos. Especialmente sin saber cuáles eran sus intenciones hacia el bebé.
Suspirando, miró los coches que pasaban por la autopista hasta que por fin saltó el contestador de la clínica.
Pero bueno, ¿no había nadie en su sitio aquel día?
–Soy Louisa di Marco y quiero pedir cita con el doctor Khan lo antes posible. Por favor, llámeme a este número…
–¿Se puede saber qué estás haciendo?
Louisa giró la cabeza, sobresaltada.
–¿Estás loco? Me has dado un susto de muerte.
–¿Para qué has pedido una cita?
–¿Por qué espías mis conversaciones?
–No vas a abortar –dio Luke entonces, tomándola del brazo–. No lo permitiré.
Debería decirle que la decisión de tener o no a ese hijo era cosa suya, pero estaba tan sorprendida por su fiera respuesta que no acertó con las palabras.
–Suéltame ahora mismo.
Luke la soltó, haciendo un gesto de disculpa.
–¿Para qué has pedido una cita?
–No voy a abortar, no podría hacerlo.
–Estás mintiendo, te he oído pedir cita con un médico…
–Yo no miento –lo interrumpió ella, enfadada–. Estaba pidiendo cita con mi ginecólogo.
–¿Por qué? Tu ginecóloga es la doctora Lester.
–No, no lo es. Yo tengo mi propio ginecólogo y tú no vas a decirme quién tiene que controlar este embarazo.
–No digas tonterías. La doctora Lester es una de las mejores ginecólogas del país.
–Me da igual que sea la mejor del mundo. Es mi decisión, no la tuya, como es mi decisión tener o no este hijo –replicó ella–. Porque, en caso de que no te hayas dado cuenta, soy yo quien va a tener este hijo, no tú.
¿Cómo se atrevía a decirle lo que tenía que hacer?
Luke frunció el ceño.
–Considerando lo mal que lo has hecho hasta ahora, deberías darme las gracias. Después de todo, si no fuera por mí, aún no sabrías que estás embarazada.
–Bueno, pues ahora ya lo sé y yo me encargaré de todo a partir de este momento. Quiero que me dejes en la primera estación de tren.
–¿Qué?
–Quiero volver a Londres –dijo Louisa, colgándose el bolso al hombro–. Y a partir de ahora puedes dejar de meter tus narices en mis asuntos.
Cuando se dirigía al coche, Luke la tomó del brazo.
–¿Adónde crees que vas?
–¿Se puede saber qué haces? Suéltame de una vez.
–No vas a irte de aquí hasta que aclaremos algunas cosas.
–No hay nada que aclarar –dijo ella.
–Yo soy el padre de ese bebé y eso significa que tengo algo que decir. Yo me tomo muy en serio mis responsabilidades, será mejor que te acostumbres a la idea.
–No vas a decirme lo que tengo que hacer –le advirtió Louisa.
–Y me alegra que no hayas pensado en abortar porque tendrías una batalla entre las manos –siguió él, como si no la hubiese oído–. Nadie hace daño a algo que es mío.
Louisa no podía permitir ese comportamiento machista. Sentía la misma rabia que había sentido de adolescente, que le había obligado a rebelarse contra su padre.
Si Luke Devereaux pensaba que iba a decidir lo que era mejor para ella y para su bebé, estaba más que equivocado. Además, no le gustaba que hablase del bebé como si fuera de su propiedad.
–Yo no acepto órdenes de ti, Devereaux. Ni ahora ni nunca. Estamos hablando de un bebé, no de una posesión personal. Deja de portarte como un matón de tres al cuarto, no me asustas. Y suéltame ahora mismo o me pongo a gritar.
–Te soltaré cuando prometas escucharme.
–Muy bien, di lo que tengas que decir –asintió ella, airada–. Pero eso no significa que vaya a hacer lo que tú digas.
Luke la soltó, pero no se apartó ni un centímetro. Y le pareció… no, no podía ser. Pero el brillo de sus ojos le decía que estaba excitado y cuando bajó la mirada notó el bulto bajo su pantalón.
–Deja de hacerte la inocente.
–Y tú deja de portarte como un hombre de las cavernas.
–Será mejor que sigamos hablando en Havensmere.
–No pienso ir a Havensmere. Te he dicho que quiero volver a Londres.
–No vas a volver a Londres.
–¿Por qué no?
–Porque tenemos que hablar.
–¿Tenemos que hablar o es algo más? ––preguntó ella, mirando su entrepierna.
–Me СКАЧАТЬ