Название: La mortificación del pecado
Автор: John Owen
Издательство: Bookwire
Жанр: Сделай Сам
isbn: 9781629461847
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Segundo, señalaremos dos males que enfrentan a cada creyente que no mortifica sus pecados. El primer mal afecta a los creyentes y el segundo afecta a otros:
a) El creyente: El mal de no tomar en serio el pecado. Una persona puede hablar acerca del pecado y decir que es algo muy malo; no obstante, si esa persona no mortifica diariamente su propio pecado, quiere decir que no lo está tomando en serio. La causa principal de la falta de mortificación del pecado es que el pecado sigue adelante sin que la persona se percate de ello. Alguien que sostiene la idea de que la gracia y la misericordia divinas le permiten pasar por alto sus pecados cotidianos, está muy cerca de convertir la gracia de Dios en un pretexto para pecar, y de ser endurecido por el engaño del pecado. No hay una evidencia más grande de un corazón falso y podrido que esto. Lector, tenga cuidado de tal rebelión. Esto solamente puede conducirle al debilitamiento de su fortaleza espiritual, si no es que a algo peor: la apostasía y el infierno. La sangre de Cristo es para purificarnos (1 Jn.1:7; Tit.2:14), no para consolarnos en una vida de pecado. La exaltación de Cristo debería conducirnos al arrepentimiento (Hech.5:31) y la gracia de Dios debe enseñarnos a decir "no" a la impiedad (Tit.2:11-12). La Biblia habla de personas que abandonan la iglesia porque nunca pertenecieron realmente a ella (1 Jn.2:19). La forma en que esto ocurre a muchas de estas personas es más o menos como sigue:
Ellas estaban bajo convicción por algún tiempo y esto les condujo a hacer ciertas obras y a profesar la fe en Cristo. Ellos “se apartaron de las contaminaciones del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped.2:20). Pero, después de que conocieron el evangelio se cansaron de sus deberes espirituales. Puesto que sus corazones nunca habían sido realmente cambiados, ellos se permitieron a sí mismos descuidar varios aspectos de la enseñanza bíblica acerca de la gracia. Una vez que este mal hubo atrapado sus corazones, fue solamente cuestión de tiempo hasta que se hundieron en el camino que conduce al infierno. (Es decir, se convirtieron en apóstatas.)
b) Otras personas: Una persona que no mortifica en sí misma el pecado puede ser preservada de caer abiertamente en la apostasía, y no obstante al mismo tiempo ejercer una influencia doble sobre otras personas:
1. Una influencia que endurece a otros. Cuando los inconversos pueden ver tan poca diferencia entre sus propias vidas y la de una persona que profesa el cristianismo pero que no mortifica sus pecados, entonces no ven ninguna necesidad de ser convertidos. Ellos observan el celo religioso de dicha persona, pero también observan su impaciencia con aquellos con quienes no está de acuerdo. Ellos observan sus muchas inconsistencias. Ellos ven que en algunas cosas se separa del mundo, pero se fijan más en su egoísmo y su falta de esfuerzo para ayudar a otros. Ellos escuchan su conversación espiritual y sus reclamos de tener comunión con Dios; pero todo es contradicho por su conformidad a los caminos del mundo. Ellos escuchan su jactancia de que sus pecados han sido perdonados, pero también se fijan en su falla de no perdonar a otros. Entonces, observando la pobre calidad de vida de tal persona, se endurecen en sus corazones contra el cristianismo y concluyen que sus vidas son tan buenas como las de cualquier “creyente”.
2. Una influencia que engaña a otros. Otros pueden tomar a tal persona como un ejemplo de un cristiano y asumir que, debido a que pueden imitar su ejemplo o mejorarlo, por lo tanto ellos también podrían considerarse como cristianos. En esta forma tales personas son engañadas y piensan que son cristianos cuando en realidad no poseen la vida eterna.
Capítulo 3 La Obra del Espíritu Santoen la Mortificación del Pecado
En este capítulo fijaremos nuestra atención en la necesidad de depender de la obra del Espíritu Santo para realizar la mortificación del pecado. El principio básico que este capítulo enfatiza puede ser resumido en las siguientes palabras:
Solamente el Espíritu Santo es competente para hacer esta obra. Todas las formas y medios para efectuar esta obra no lograrán nada sin la obra del Espíritu. El Espíritu Santo obra en el creyente según su beneplácito para dirigirle y capacitarlo en esta obra. Este punto puede ser ampliado bajo dos encabezados principales:
1. Es en vano buscar apoyo en algún otro remedio que no sea el Espíritu Santo.
Muchos remedios han sido sugeridos, algunos de los cuales son bien conocidos, pero no han ayudado a nadie. Los católicos “más religiosos” se ocupan de medios equivocados para mortificar el pecado. Pero este deseo de mortificar el pecado se manifiesta a sí mismo por el vestir hábitos religiosos, hacer votos, pertenecer a Ordenes religiosas, por ayunos, penitencias, etc. Supuestamente, todas estas cosas sirven para mortificar el pecado, pero en realidad no lo hacen.
Desafortunadamente, tales ideas acerca de la mortificación del pecado no están limitadas solo a la Iglesia Católica Romana. Hay muchos así llamados “protestantes”, quienes deberían saber más, pues tienen la ventaja de tener un entendimiento más claro del evangelio, pero no se comportan mejor que los católicos romanos. Estos se dedican a sí mismos a guardar la letra de la ley de Dios en una manera que los conduce solamente a enorgullecerse, pero en realidad no dependen en ninguna manera de Cristo y de su Espíritu. Tales supuestos medios para la mortificación del pecado manifiestan una ignorancia bien arraigada del poder divino y del misterio del evangelio.
Hay dos razones principales por las cuales estos esfuerzos por parte de los católicos y muchos de los así llamados protestantes fallan, y no mortifican verdaderamente ningún pecado:
Primero, porque muchos de los medios y formas en que ellos insisten nunca fueron dados por Dios para ese propósito. No hay ningún medio o forma que pueda lograr una meta particular, a menos que haya sido designado por Dios con ese propósito. Respecto a la vestimenta de hábitos, los votos, las penitencias y otras cosas semejantes Dios pregunta: “¿Quién demandó esto de vuestras manos?” (Isaías 1:12), y también dice; “en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.” (Marcos 7:7)
Segundo, porque no usan los medios señalados por Dios en una forma correcta, por ejemplo: La oración, el ayuno, la meditación, el velar, etc. Estos medios tienen su propio papel en esta obra, pero solamente a condición de que sean subordinados a la ayuda del Espíritu y la fe verdadera. Cuando las personas esperan tener éxito en la mortificación del pecado simplemente en virtud de haber orado o ayunado mucho, fallan al no usar los medios divinos en la forma correcta.5 El apóstol Pablo comentó respecto a algunas personas, aunque en un contexto diferente, que tales personas: “siempre aprenden, y nunca pueden acabar de llegar al conocimiento de la verdad.” (2 Timoteo 3:7) En una forma semejante, muchas personas siempre están tratando de mortificar el pecado, pero realmente nunca lo hacen. En otras palabras, tienen varias maneras para suprimir al hombre natural en cuanto a su vida común, pero carecen de los medios necesarios para mortificar los deseos corruptos que hacen daño a la vida espiritual.
Este es un error general cometido por las personas que desconocen el evangelio. También es la causa de la mayoría de las supersticiones y las religiones de invención humana que existen en el mundo. ¡Cuánto daño y sufrimiento se han ocasionado a sí mismas, pensando que podrían acabar con el pecado, atacando al cuerpo físico, en vez de atacar la corrupción del viejo hombre! (Práctica que todavía existe entre algunas personas religiosas.) El autoflagelamiento y las otras clases de torturas del cuerpo no logran nada en la mortificación del pecado. (Vea Col.2:20-23.)
Un error más sutil y más popular que tampoco tiene eficacia contra la mortificación de pecado es el siguiente: Un hombre siente el remordimiento por un pecado que le ha derrotado. De inmediato se promete a sí mismo y a Dios que nunca volverá a cometerlo otra vez (como si el mero hecho de hacer votos y promesas pudieran mortificar su pecado.) Entonces, por un tiempo se guarda y se vigila a sí mismo, se pone a orar mucho, etc. Pero tarde o temprano la conciencia de su culpa y el remordimiento vuelven СКАЧАТЬ