Название: El colapso ecológico ya llegó
Автор: Maristella Svampa
Издательство: Bookwire
Жанр: Математика
Серия: Singular
isbn: 9789878010298
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Desde nuestra perspectiva, es necesario propiciar el alcance crítico y desacralizador del concepto, y pensar el Antropoceno en clave de expansión de la mercantilización y las fronteras, lo cual nos obliga a retomar la crítica al capitalismo neoliberal y los modelos de desarrollo dominantes. Esto no significa que debamos abandonar la noción-síntesis. Antes bien, resulta imprescindible subrayar la tensión que lo atraviesa, pues se trata de un concepto en disputa, atravesado por diferentes narrativas no siempre convergentes no solo respecto del comienzo de la nueva era, sino, sobre todo, de las salidas posibles de la crisis sistémica. El Antropoceno como diagnóstico crítico nos desafía a pensar la problemática socioecológica desde otro lugar y cuestiona las dinámicas actuales del desarrollo. Instala la idea de que la humanidad ha traspuesto un umbral y ha quedado expuesta a las respuestas cada vez más imprevisibles y a gran escala de la naturaleza. No se trata solo de una crisis del anthropos. No es solo la vida humana la que está en peligro, sino también la de otras especies y del sistema Tierra en su conjunto.
El Antropoceno inicia una etapa marcada por las narrativas del fin. Así, no resulta raro que exista una profusa bibliografía acerca del colapso de la civilización humana, ya que no son pocos los especialistas que postulan que el ecocidio –o lo que aquí denominamos “terricidio”– es la mayor amenaza que pesa sobre la sociedad mundial y la vida en el planeta. Si a esto sumamos las igualmente temibles hipótesis de una guerra global y una pandemia, estamos ante factores que lejos de excluirse pueden potenciarse unos a otros hasta coincidir en una combinatoria fatal para la humanidad.
En este primer capítulo presentaremos los factores que dan cuenta de la crisis socioecológica actual, para luego indagar los avances y retrocesos de la conciencia ambiental a través de las cumbres globales sobre el ambiente y el clima. También nos interesa preguntarnos sobre el esquizofrénico escenario global en el que, por un lado, prosperan los movimientos por la justicia climática y los llamados cada vez más desesperados a frenar el calentamiento global, y por otro, persiste la posición de una élite política y económica favorable a los combustibles fósiles cuyo negacionismo está representado por importantes líderes mundiales.
Factores de la crisis
Los factores que justifican hablar del pasaje a una nueva era son numerosos. Un primer elemento alude al cambio climático asociado al calentamiento global, a causa del incremento de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. En la actualidad, en relación con 1750, la atmósfera contiene un 150% más de gas metano y un 45% más de dióxido de carbono producto de emisiones antrópicas (Bonneuil y Fressoz, 2013: 19). Como consecuencia de estas emisiones, desde mediados del siglo XX la temperatura aumentó 0,8 ºC, y el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC, por sus iniciales en inglés)[5] anticipa un incremento de la temperatura de entre 1,2 y 6 ºC desde la fecha hasta fines del siglo XXI. Para los científicos, la barrera de más de 2 ºC ya constituye un umbral de peligro, pero el aumento podría ser mayor si todo continúa como hasta ahora (business as usual).
Los enfoques sistémicos y los avances científicos recientes muestran que incluso una variación mínima en la temperatura media del globo terráqueo podría desencadenar cambios imprevisibles. También indican que la velocidad del cambio climático ha sido subestimada en los informes del IPCC. Cada año hace más calor que el anterior y se superan marcas históricas. El mes de junio de 2019 fue el más caluroso en el hemisferio norte desde que se tienen registros, y los bajos niveles de hielo marino en el Ártico y la Antártida también batieron récords. Según datos de la Organización Metereológica Mundial, entre enero y octubre la temperatura media mundial estuvo aproximadamente 1,1 ºC por encima de los niveles preindustriales. Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera, que sobrecalientan el planeta, alcanzaron un nivel récord de 407,8 partes por millón en 2018 y continuaron aumentando en 2019,[6] cuando la comunidad científica entera alerta que, para evitar efectos climáticos imprevisibles y catastróficos, tenemos que mantener la concentración del principal gas de efecto invernadero en un valor inferior a 350 partes por millón.
El informe “The Carbon Majors” (2017), realizado por una organización sin fines de lucro (Carbon Disclosure Project [CDP]), encontró que más de la mitad de las emisiones industriales mundiales desde 1988 correspondían a veinticinco empresas y entidades estatales. Grandes empresas petroleras como ExxonMobil, Shell, BP y Chevron son algunas de las mayores emisoras de contaminantes. Asimismo, de acuerdo con ese informe, si continúa la extracción de combustibles fósiles al ritmo actual durante los próximos veintiocho años, las temperaturas medias subirán cerca de 4 ºC hacia el final del siglo.
El segundo factor de alarma se refiere a la pérdida de biodiversidad –la destrucción del tejido de la vida y de los ecosistemas– acelerada por el cambio climático. Baste subrayar que en los últimos decenios la tasa de extinción de las especies ha sido mil veces superior que la normal geológica. Pero los ecosistemas terrestres no son los únicos amenazados. La acidificación de los océanos, producto de la concentración de dióxido de carbono que cambia la química del agua y pone en riesgo la vida de los ecosistemas marinos, es la otra cara del calentamiento global. Por eso se habla de la “sexta extinción”, aunque a diferencia de las cinco anteriores, que se explicaban por factores exógenos (el enfriamiento global o la caída de un asteroide), la hipótesis de una sexta extinción es de origen antrópico, lo cual indica la responsabilidad central de la acción humana y su impacto sobre la vida del planeta.
Es cierto que las sucesivas extinciones terminaron con una parte importante de las especies debido a factores exógenos, pero la vida en la Tierra siempre mostró una gran capacidad de resiliencia. Donna Haraway (2016), citando a la bióloga Anna Tsing, sostiene que en el Holoceno todavía abundaban las áreas de refugio donde los distintos organismos podían sobrevivir en condiciones desfavorables para luego desarrollar una estrategia de repoblamiento. Lo novedoso y lo drástico del Antropoceno es que implica la destrucción de espacios y tiempos de refugio para cualquier organismo –animal, vegetal o humano–, no solo por la magnitud del proceso sino también por su velocidad. Todo indica que la aceleración de los cambios dificultaría la posibilidad de adaptación. En consecuencia, el Antropoceno es menos una nueva era que una “bisagra” y nos obliga a reconocer que “lo que viene no será como lo que vino antes”.
Otro de los factores críticos alude a los cambios en los ciclos biogeoquímicos, que son fundamentales para mantener el equilibrio de los ecosistemas. Tal como sucedió con el ciclo del carbono, los ciclos del agua, del nitrógeno, del oxígeno y del fósforo –esenciales para la reproducción de la vida– quedaron bajo control humano en los últimos dos siglos. El aumento desmedido de la actividad industrial, la deforestación, la contaminación del agua y de los suelos por acción de los fertilizantes alteran estos ciclos. Por ejemplo, la creciente demanda de energía implicó una modificación del ciclo del agua mediante la construcción de represas (Castro Soto, 2009). Además de la afectación de los ecosistemas y la pérdida de bienes naturales y del patrimonio cultural que queda sumergido para siempre, las represas han generado entre cuarenta y ochenta millones de personas desplazadas en el mundo.
Todos estos indicadores reflejan un aumento exponencial de impactos de origen antrópico sobre el planeta a partir de 1950, período en el cual la población mundial se duplicó, el producto bruto global aumentó unas quince veces y el número de automotores cerca de veinte veces (Steffen y otros, cit. en Barros y Camilloni, 2016: 20). El descubrimiento y la utilización de energía abundante y barata fue lo que posibilitó este salto cualitativo en la vida moderna. Hoy por hoy, la huella ecológica global de la humanidad excede la capacidad de regeneración de los ecosistemas. Consumimos una vez y media más de lo que el planeta puede proveer de manera sustentable. De persistir el actual sistema de consumo, hacia 2030 necesitaremos el equivalente a dos planetas Tierra para mantener a la humanidad, y hacia 2050, tres planetas.
Otro factor de alarma son los cambios en el СКАЧАТЬ