Correr con los caballos. Eugene Peterson
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Название: Correr con los caballos

Автор: Eugene Peterson

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9781646910892

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СКАЧАТЬ conseguido el contenido de sus mensajes no preguntando “¿Qué hay para comer?” sino “¿Qué se tragará José?” Su angular integridad expuso la autocomplacencia superficial en la que vivían. Fueron provocados y se enfurecieron: “Venid y preparemos un plan contra Jeremías, porque la instrucción no le faltará al sacerdote ni el consejo al sabio ni la palabra al profeta. Venid calumniémoslo y no atendamos a ninguna de sus palabras” (Jer. 18:18). Sacerdotes, sabios, profetas y afines sintieron que su bienestar profesional estaba siendo amenazado por la singularidad de Jeremías. Presas del pánico, tramaron su desgracia. Su “instrucción”, “consejo” y “palabra” estaban en peligro de ser expuestos como fraudes piadosos por la honestidad y vida apasionada de Jeremías.

      Los franceses acuñaron la frase deformation professionelle – deformación profesional- la propensión o tendencia a errar que es inherente al rol que uno haya asumido, vale decir, médico o abogado. La deformación a la cual los profetas, sacerdotes y sabios estaban sujetos era promocionar a Dios como una comodidad, usar a Dios para legitimar sus propios intereses. Esto es algo sencillo y frecuente. Sucede sin que se le busque deliberadamente.

       Lo que no había previsto

       Fue el día gradual

       Debilitando la voluntad

       Perdiendo su claridad… 9

      Un nombre propio, no un papel asignado, es nuestro es nuestra libreta de ahorros dentro de la realidad. Es también nuestra constante orientación dentro de la realidad. Cualquier otra cosa que no es nuestro nombre –título, oficio, número, rol— es menos que un nombre. Separados del nombre que nos marca como creados de manera única y nos refiere de manera personal, podemos caer en fantasías que están fuera del alcance del mundo real que nos hacen vivir de manera inefectiva e irresponsable. En otros casos, vivimos según el estereotipo que otras personas nos han asignado y que se encuentran fuera del alcance del carácter único con el cual Dios nos creó, y por tanto vivimos reducidos al aburrimiento, perdiendo nuestra claridad.

      Jeremías, un nombre unido al nombre y actuar de Dios. La única cosa más importante para Jeremías que su propio ser, era el ser de Dios. Él lucho en el nombre del Señor y exploró la realidad de Dios, y en el proceso creció y se desarrolló, floreció y maduró. Siempre estuvo extendiéndose, encontrando cada vez más la verdad, entrando en contacto más con Dios, haciéndose más él mismo, más humano.

      3 Antes

      Antes que te formara en el vientre, te conocí, y antes que nacieras, te santifiqué, te di por profeta a las naciones.

      Jeremías 1:5

       ¿Qué ciencia podrá algún día ser capaz de revelar al hombre el origen, naturaleza y carácter de aquel poder conciente para desear y amar lo que constituye su vida? Ciertamente no es nuestro esfuerzo, ni el de nadie más alrededor nuestro lo que pone a andar tal corriente. Y ciertamente tampoco es nuestra solicitud, ni la de nuestro amigo, la que impide su flujo o controla su turbulencia. Podemos, por supuesto, trazar a los largo de las generaciones algunos de los antecedentes de la corriente que nos lleva; y podemos también, por medio de ciertas disciplinas y estímulos morales y físicos, regularizar o aumentar la apertura a través de la cual la corriente es liberada en nosotros. Pero ni la geografía ni los artificios nos ayudaran en la teoría ni en la práctica a canalizar las fuentes de la vida. Mi propio ser es dado a mí más de lo que es formado por mí. El hombre, dice la Escritura, no puede añadir un codo a su estatura. Mucho menos aún añadir una unidad al potencial de su amor, o acelerar en otra unidad el ritmo fundamental que regula la madurez de su mente y de su corazón. En último caso la vida profunda, la vida de la fuente, la vida recién nacida, escapa completamente a nuestra comprensión.

       Pierre Teilhard de Chardin 1

      Me encontraba sentado en el mostrador de una charcutería en Brooklyn, comiendo un emparedado de pastrami con pan de centeno y teniendo una conversación ligera con el dueño del establecimiento. Después de unos quince minutos de conversación desordenada, sin que ninguno de los dos dijera al otro nada de interés, el hombre se puso en pie delante de mí adoptando una postura de intensa concentración y dijo: “No me lo diga, usted es de… déjeme ver… usted viene de… Nebraska”.

      “No”, le dije, “Soy de Montana”.

      El hombre se desilusionó, “Normalmente no me equivoco tanto”.

      El ritmo de la conversación mejoró. Supe que mi interlocutor estaba muy orgulloso de su habilidad para reconocer los acentos regionales. Personas de todas partes del país, de todas partes del mundo, venían a su negocio. Él tenía un buen oído. Desarrolló una magnífica destreza para descubrir el origen de las personas escuchando las variaciones dialectales en el habla.

      Me sentí halagado de ser el objeto de su curiosidad. El único interés previo que puedo recordar haya mostrado en mí un dependiente fue tomar mi orden correctamente y asegurarse de que yo hubiera entendido bien el precio.

      “¿Qué te cobro?”

      “Un pastrami con centeno. ¿Cuánto es?”

      “Un verde y setenta y cinco”

      El lenguaje es informativo y utilitario. Cuando ha terminado su trabajo o se detiene o se transforma en chisme. Pero por aquellos breves momentos en aquel lugar de Brooklyn, alguien escuchaba mis palabras por algo más que simple información; aquel hombre buscaba conocimiento. Aquella persona deseaba saber de donde venía y lo que había experimentado que había dado como resultado mi manera de pronunciar las palabras de la manera en que lo hice. No fui reducido a ser un consumidor hambriento al que se le podía sacar provecho económico. Yo tenía particularidades geográficas, una idiosincrasia lingüística. En mí había más que necesidades biológicas y potencial económico, y él estaba interesado en ello o, al menos, en una parte de ello.

      En una época periodística en la cual las únicas cosas que califican como merecedoras de atención son lo inmediato y lo extraordinario, no estoy acostumbrado a ser considerado de esta forma. En una era comercial en la que cada persona es evaluada como una unidad económica y el tiempo es dinero, no estoy acostumbrado a tan relajada consideración. Pero sólo esta clase de atención es la que me permite expresar las muchas facetas de la humanidad y el complejo significado que tienen para quién soy. Separado del antes, el ahora tiene poco significado. El ahora es sólo una delgada porción de lo que soy; aislado del rico depósito del antes, no puede ser entendido.

      Así los biógrafos investigan en los archivos familiares. Los psiquiatras recuperan recuerdos reprimidos e indagan sobre las impresiones de la infancia. Los amantes hurgan en los álbumes de fotografía buscando saber todo lo posible el uno del otro, sabiendo que cada detalle profundiza la comprensión y, por ende, el amor. El antes son las raíces del ahora visible. Nuestras vidas no pueden ser leídas como si fueran un periódico sobre las noticias de última hora; son novelas íntegras que incluyen el desarrollo del personaje y de la trama, siendo cada párrafo esencial para su madura apreciación.

      Sabiendo que la humanidad completamente apasionada y desarrollada de Jeremías tenía necesariamente un complicado e intrincado trasfondo, nos preparamos para examinarla. Hasta ahora sólo hemos echado un vistazo. Hasta ahora tenemos esto: tres escuetos e inexpresivos datos: el nombre de su padre, Hilcías; el oficio de su padre, sacerdote; su lugar de nacimiento, СКАЧАТЬ