Reclamada por el jeque. Pippa Roscoe
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Название: Reclamada por el jeque

Автор: Pippa Roscoe

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Miniserie Bianca

isbn: 9788413489278

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СКАЧАТЬ ella también sintió algo parecido hacía diez años, cuando fue a Estados Unidos a formarse como amazona. Sin embargo, el hogar y los anhelos no eran algo inalcanzable, estaban al alcance de la mano y era algo que había aprendido por las malas. No le importaría marcharse, pero no volvería a hacerlo.

      Se llevó la taza humeante a los labios y aspiró el olor a café mezclado con el de tierra mojada y el del bosque que había cerca. Si captaba el olor a sudor, heno, estiércol, dolor y algo viril, se negó a reconocerlo, era solo la memoria que le jugaba una mala pasada. La oscuridad de la noche iba adueñándose del manto color esmeralda del valle y de la finca que había intentado salvar con uñas y dientes. El dinero de las tres carreras que había ganado para El Círculo de los Ganadores debería haber bastado. Acalló la vocecita que le llegaba desde el corazón y le preguntaba por qué no había bastado. Jamás había tenido lástima de sí misma, si la hubiese tenido, lo habría pasado muy mal desde hacía mucho tiempo. Había hablado con el hijo de Mick como si no supiera que era un ser rastrero que quería convertir la finca colindante a la suya en un terreno de lujo, que quería vender al mejor postor la tierra que había sido de su familia desde hacía siete generaciones, que quería dinero. ¿Por qué todo acababa reduciéndose a dinero?

      Lo que habían hecho su padre y ella no tenía precio, habían ayudado a relacionarse con los caballos a chicos con problemas de aprendizaje que solo necesitaban algo positivo en sus vidas, les habían enseñado a montar a caballo, a querer a otro ser vivo y a que los quisieran a cambio. Cuando su madre se marchó, su padre tuvo que quedarse para criarla y renunció a su carrera de entrenador, pero había visto la manera de seguir con lo que más amaba. Había contagiado su amor a los caballos a cientos de niños, adolescentes y adultos jóvenes. Quizá no hubiese sido una solución definitiva y era posible que no hubiese servido para ayudar a todos los chicos que habían pasado por allí, pero sí había ayudado bastante. El placer infinito de ver transformarse a un chico que era incapaz de mirar a alguien a los ojos, de que por fin se abriera, de que se convirtiera en alguien más radiante, de que sonriera y se riera por primera vez desde hacía muchísimo tiempo… Eso lo compensaba todo.

      Sin embargo, tenían que ampliarse para poder seguir. Necesitaban más sitio para los tutores, los empleados y los niños. No tenían pérdidas, pero si no ampliaban el alcance de su actividad, tampoco sobrevivirían. ¿Y el préstamo…? Dedicaría a eso lo que había ganado en las carreras y volverían a la casilla de salida. Se esfumaría todo lo que había hecho durante los últimos dieciocho meses.

      El café le cayó de golpe en el estómago mientras se planteaba correr en otra carrera. La tres últimas habían supuesto un considerable esfuerzo físico y mental. Aunque le costara reconocerlo, diez años se notaban, y había tenido que entrenarse a fondo. Lo primero que hizo su padre cuando volvió fue cebarla. No había perdido peso, había perdido grasa y la había convertido en el músculo que necesitaba para dominar a los dos increíbles caballos que había montado en la Hanley Cup. Habían sido dieciocho meses con semanas laborales de seis días, con entrenamientos por la mañana y la tarde y con una comida al día.

      Había dejado las carreras por lo que pasó hacía diez años, pero su cuerpo no se había olvidado y no había dejado de montar a caballo ni un día desde entonces. Su padre había dicho que había nacido para eso y el orgullo de entonces… el orgullo de antes… había bastado para que quisiera cumplir su sueño de infancia, para que quisiera ser el mejor jockey de Australia, no la mejor amazona, la mejor jockey.

      En algunos momentos, cuando montaba a Veranchetti y a Devil’s Advocate, esa necesidad la había dominado por dentro, había sabido que podía conseguirlo, que todavía podía cumplir el sueño de infancia.

      Sin embargo, montar para otra cuadra, con otros caballos… No. Sabía que eso era impensable, como volver con El Círculo de los Ganadores.

      Había habido muchos periodistas que habían querido contar su historia y el dinero que le habían ofrecido por una entrevista o una sesión de fotos habría sido digno de tenerse en cuenta si no hubiese procedido de las misma personas que le habían arruinado la carrera la primera vez. El café le dejó un regusto amargo y supo que no podría hacerlo ni como un último recurso. Ya había aprendido lo bastante de sí misma como para respetar a la persona que había llegado a ser y a honrarla siendo recta y honrada. Quizá hubiese tardado esos diez últimos años, pero ya no iba a venderse al mejor postor.

      El sol ya se había ocultado detrás de las montañas y las estrellas empezaban a brillar en el cielo. Fool’s Fate se puso en tensión, coceó ligeramente el suelo y tiró de la cuerda que la tenía atada a un árbol detrás de ella.

      Mason frunció el ceño cuando oyó el chasquido de unas ramas. No podía ser su padre, quien sabía que quería estar sola. Tampoco podía ser algún empleado porque habían salido todos a un pub del pueblo. El linde con las tierras de Mick estaba demasiado lejos como para que fuera alguien de allí. Solo quedaban los cazadores furtivos. Tiró el café sobre las ascuas, oyó el chisporroteo y tomó la escopeta.

      Danyl dejó escapar un improperio cuando vio que se apagaba el tenue resplandor que había visto. Había sido como una señal luminosa y ya solo podía oler a café quemado y a cenizas mojadas. Quizá debería haber hecho caso a Joe McAulty. Había dejado el caballo atado hacía un rato porque no había querido asustarla, aunque el ruido de las ramas al resquebrajarse retumbaba como un cañonazo en el silencio de la noche. No hizo caso de la punzada en las entrañas que le decía que quizá no debería haber dejado a sus guardaespaldas en la casa y siguió adelante. No podría haber mantenido esa conversación con público. A sus guardaespaldas no les había hecho ninguna gracia, pero habían obedecido.

      Salió de la zona arbolada y se quedó parado ante la belleza de lo que estaba viendo. La escena nocturna le dejó sin respiración, fue casi comparable a la admiración que le producía el desierto de Ter’harn. Por eso había tardado un momento en darse cuenta de que el campamento estaba vacío. Una nube tapó la luna y la pequeña tienda de campaña y la fogata todavía humeante quedaron en sombras.

      Volvió a dejar otro improperio de cansancio y desesperación. ¿Dónde se había metido? Sin disimular las pisadas, entró en el claro. Después del vuelo, la reunión especialmente dolorosa con el primer ministro de Ter’harn y de la conversación, más tensa todavía, con Joe McAulty, estaba harto.

      Volvió a echar una ojeada para intentar encontrar alguna pista de dónde podía estar. Había seguido las indicaciones de Joe y había encontrado dónde había acampado, pero…

      Oyó que cargaban una escopeta repetidora y dejó de pensar en ese instante. La lógica no consiguió evitar la descarga de adrenalina en las venas. Lógicamente, sabía que tenía que ser Mason y, lógicamente, sabía que no le dispararía, pero…

      –No deberías haber venido –le dijo una voz que le llegó desde detrás.

      Capítulo 2

      Diciembre, hacía diez años

      NO DEBERÍA haber venido –comentó Mason bajándose el vestido, demasiado corto, que Francesca le había convencido para que se pusiera.

      –¡Es Nochevieja, Mase! Ya es hora de que te sueltes la melena y no te pases todo el día entrenando, haciendo ejercicio y haciendo dieta sin beber alcohol ni divertirte –replicó su amiga con ese acento estadounidense al que estaba empezando a acostumbrarse.

      –Estoy ridícula.

      –¿Te has vuelto loca? ¡Estás increíble!

      –¿Puede saberse cómo se anda con estas herramientas de tortura? СКАЧАТЬ