Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten. Victoria Dahl
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Название: Lo que hacen los chicos malos - Los hombres de verdad… no mienten

Автор: Victoria Dahl

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Tiffany

isbn: 9788413489506

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СКАЧАТЬ mintiendo.

      –Mira, admiro que estés intentando proteger su pudor. Resulta encantador.

      –Gwen –insistió Olivia riendo–, admito que fui con él a una fiesta, pero eso fue lo único que pasó.

      –¿No pasó nada más? –preguntó Gwen elevando la voz–. ¿Y cómo surgió todo? Solo le habías visto una vez, ¡una vez!

      –Lo sé.

      –¿Y decías que estabas intentando regresar al mundo de las citas? Lo que has hecho ha sido ponerte en el disparadero.

      Olivia se tiró en la cama riendo de tal manera que no podía respirar.

      –Necesito todos los detalles –le pidió Gwen–. ¡Por favor, Olivia, cuéntame algún detalle!

      –Lo siento, Gwen, pero no tengo ningún detalle que contar.

      –Entonces, cuéntame cualquier cosa a cualquier nivel. Sácame del misterio.

      Olivia suspiró. No iba a contarle todo a Gwen, pero si se negaba a hablar, todo parecería mucho peor de lo que había sido.

      –Jamie me pidió salir y yo…

      –Un momento. Repite eso.

      No era una parte fácil de contar y Olivia deseó poder evitar contarla. Pero se limitó a obviar los detalles.

      –Le vi en el campus. Me pidió que si quería salir con él y le dije que no, pero entonces me acordé de la fiesta…

      Gwen soltó un chillido.

      –Fuimos a la fiesta y eso fue todo. Fin de la historia.

      –¡Qué va! Ni lo sueñes. ¿Cómo estuvo Jamie? ¿Os enrollasteis? ¿Visteis a Víctor? ¡Oh, Dios mío! Dime que coincidisteis con Víctor.

      –Jamie fue encantador. No, no nos enrollamos, pero por supuesto que vimos a Víctor. Y, lo más importante, él nos vio a nosotros.

      –¡Ay, Dios mío! Me encantaría que estuvieras ahora aquí conmigo para poder chocarte los cinco –Gwen había sido secretaria del departamento de Víctor durante dos años y no le tenía una gran simpatía.

      –Admito que fue bastante satisfactorio.

      –¿Ah, sí? ¿Terminaste satisfecha?

      –Gwen, no pasó nada. Y no va a pasar nada. Me divertí, pero eso es todo.

      –¿Te rechazó?

      Olivia elevó los ojos al cielo.

      –Ahora sí que me gustaría que estuvieras aquí. Para poder chocarte los cinco en la cabeza.

      –Vamos, Olivia, ¿por qué no vas a verle otra vez?

      –Es complicado.

      –No tiene por qué serlo.

      –Pero lo es. Y ahora tengo que colgar. Se me está haciendo tarde para salir a correr.

      Bastante tarde, la verdad fuera dicha. No solo había dormido más de la cuenta, sino que no había vuelto a acordarse de correr hasta aquel momento. Aquello ya era un principio. Había salido a correr a la misma hora todas las mañanas desde que se había enterado de que su marido la engañaba.

      –¡Esta conversación todavía no ha terminado! ¡Ni de lejos! –oyó gritar a Gwen mientras presionaba con el pulgar el botón con el que puso fin a la llamada.

      Olivia chasqueó la lengua y colgó el teléfono.

      A pesar de la hora que era, no fue a cambiarse para salir a correr. Durante unos segundos se limitó a disfrutar de aquella sensación. De la novedosa y extraña sensación de tener una amiga íntima. Era casi tan emocionante como besar a Jamie, aunque la felicidad quedara confinada en partes menos interesantes de su cuerpo. Se sentía estúpida por haber ignorado la necesidad de tener una amiga durante tanto tiempo. Habría sido mucho más feliz mientras estaba casada con Víctor si no se hubiera dedicado por entero a él.

      Y a lo mejor habría descubierto la verdad antes de haber malgastado tantos años.

      El arrepentimiento intentó asomar su horrible cabeza, pero Olivia se lo impidió. Había pasado un año regodeándose en el sufrimiento y ya estaba harta. Aquel año iba a ser para ella. El año de Olivia. Y aquel verano sería el punto de partida. Había aceptado impartir dos asignaturas durante el verano para disponer de un dinero extra, pero las dos eran fáciles de preparar y no le llevarían mucho tiempo. Había enseñado aquellos contenidos en otras ocasiones y eran clases libres de créditos. Incluso el grupo de estudiantes al que había aceptado tutorizar durante aquel verano era bastante independiente, de modo que, dejando de lado las horas de despacho y el tiempo de clase, era libre de hacer lo que le apeteciera. ¿Pero qué le apetecía?

      Mientras se lavaba los dientes y se ponía unos pantalones cortos y una camiseta, revisó las opciones que tenía para aquel día. Las clases solo duraban hasta las dos. Después podía dedicarse a abrir las cajas que todavía estaban esperando en el armario del dormitorio. O podía dedicarse a estudiar el programa de planificación financiera que tenía intención de revisar. Pero ninguna de aquellas dos tareas le parecieron actividades apropiadas para una mujer que estaba volviendo a la vida. Y tampoco eran la mejor opción para la clase de mujer que se llevaba a un hombre más joven que ella a una fiesta y le besaba a la vista de los empleados de la cocina.

      Mientras se ataba los zapatos, Olivia tomó una decisión. Aquel día conduciría hasta Denver y comería allí sola. Se tomaría un vino con la comida. O dos. Y después iría al museo de arte y se pasaría allí tantas horas como quisiera paseando por las galerías.

      Además de ser una actividad divertida, la distraería y evitaría que siguiera pensando en Jamie. Lo había pasado muy bien con él, pero no había sido justa. Le había utilizado y él no iba a volver a llamarla. Y era preferible. Tenía toda una vida que construir. Y después de haber descubierto que tenía química… Bueno, aquello le abría todo un mundo de posibilidades…

      Pero cuatro horas después, su arenga había perdido la fuerza y al ver a Jamie en el aula, se sintió tan violenta como había imaginado. Él se limitó a sonreírle.

      Olivia le saludó con una sutil inclinación de cabeza e intentó no volver a mirarle mientras comenzaba la clase sobre los costes iniciales de un negocio, los seguros y la financiación. Temas áridos, desde luego, y sin ninguna aplicación para su proyecto, pero Jamie parecía estar tomando detalladas notas, si es que podía guiarse por la velocidad con la que volaban sus dedos sobre el teclado. O, a lo mejor, estaba en medio de una conversación online. En aquellos tiempos, era difícil decirlo.

      Cuando terminó de contestar la última pregunta planteada por los alumnos y los despidió, no la sorprendió que Jamie bajara las escaleras en vez de subirlas. Pero, aun así, el corazón le dio un vuelco como si acabara de recibir el mayor impacto de su vida. Era ridículo.

      Jamie le dejó una manzana en la esquina de la mesa.

      –Buenas tardes, señorita Bishop. Está usted muy guapa hoy.

      Olivia notó su propio rostro tenso por la vergüenza. Se había puesto СКАЧАТЬ