E-Pack Bianca septiembre 2020. Varias Autoras
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Название: E-Pack Bianca septiembre 2020

Автор: Varias Autoras

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413487793

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СКАЧАТЬ sido tristemente fugaz. De hecho, después del accidente había habido un estallido de titulares en los periódicos y especulación en los medios al respecto, pero parecía que todo el mundo se había olvidado ya de ella.

      A la mañana siguiente, las máquinas que había junto a la cama empezaron a emitir pitidos de alarma. La joven se despertó y, frenética, paseó la mirada por aquella habitación desconocida antes de que llegaran dos enfermeras. Las dos mujeres se miraron entre preocupadas y emocionadas.

      La joven intentó agarrar el tubo que tenía en la garganta porque no podía hablar, pero las enfermeras se lo impidieron y trataron de tranquilizarla diciéndole que el médico llegaría enseguida y que no tenía de qué preocuparse.

      ¿Que no tenía de qué preocuparse? ¡Pero si no podía moverse! Solo podía mover una mano, y se notaba el brazo raro, como adormecido… Su pánico iba en aumento, y no disminuyó siquiera cuando llegó el médico y le quitó el tubo de la garganta. No dejaba de hacerle preguntas, preguntas que ella no era capaz de responder. No sabía quién era, ni cómo se llamaba, y tampoco sabía por qué estaba en aquel lugar. Era como si su mente estuviera completamente en blanco. Experimentó un alivio ridículo cuando al menos logró recordar el nombre del primer ministro y en qué año estaban.

      –¿Qué me ha pasado? –preguntó con voz entrecortada–. ¿He estado enferma?

      –Sufrió un accidente –dijo el doctor, y cruzó una mirada con las enfermeras.

      –¿Y cómo me llamo? –inquirió ella, temblorosa.

      –Brooke… Brooke Tassini.

      El nombre ni siquiera le resultaba familiar.

      –Su marido llegará enseguida.

      Brooke puso unos ojos como platos.

      –¿Tengo marido?

      Las enfermeras sonrieron con picardía.

      –Ya lo creo, y un marido muy guapo, además –respondió una de ellas.

      Brooke bajó la vista a su mano, pero no encontró en ella ningún anillo. ¿Estaba casada? Dios… ¿Y también tenía hijos?, preguntó a las enfermeras. No, le dijeron, o al menos no que ellas supieran. Brooke sintió alivio al oír su respuesta, aunque también culpable: ¿acaso no le gustaban los niños? En todo caso, si la inquietaba tener un marido al que no recordaba, peor aún habría sido haberse olvidado de sus hijos.

      Cuando Lorenzo llegó, el médico lo recibió en el pasillo. El hombre, de mediana edad, no paraba de balbucear, entre nervioso y emocionado. No ocurría todos los días que un paciente de la clínica saliera del coma.

      –Tiene amnesia postraumática –le estaba diciendo–, lo cual es perfectamente comprensible después de un traumatismo craneal tan fuerte como el que sufrió. Un psiquiatra podrá asesorarle mejor que yo, pero de momento lo más importante es que no le diga a su esposa nada que pueda aumentar su confusión. Yo no le mencionaría aún nada sobre las personas que murieron en el accidente ni tampoco que estaban… bueno, en proceso de divorciarse –farfulló, visiblemente incómodo por mencionar algo tan personal–. Bastante alterada está ya en su situación. Intente calmarla y no le dé demasiada información.

      ¿Brooke tenía amnesia? Lorenzo no sabía si debía creerse algo así de una mujer que estaría dispuesta a hacer cualquier cosa para conseguir la atención de los medios. ¿Qué mejor manera de volver a ocupar las portadas que con una historia como aquella? Se sintió mal por pensar que pudiera estar fingiendo, pero sabía por experiencia que Brooke tenía una habilidad especial para el engaño.

      Incorporada y recostada en un par de almohadones, Brooke se quedó sin aliento cuando la puerta se abrió. El que se suponía que era su marido estaba allí, en el umbral. No había nada en él que le resultase familiar, aunque no sabía cómo podría haber olvidado a un hombre así.

      De pelo negro y ojos castaños, debía medir más de metro ochenta, era ancho de hombros y estrecho de caderas. Iba vestido con un traje gris oscuro, camisa blanca y corbata azul, y no podría ser más guapo, pensó, sintiendo que le ardían las mejillas.

      Sin embargo, si era su marido… ¿por qué se había quedado parado en la puerta? El médico le había explicado que había estado en coma; lo normal sería que corriera a su lado con una sonrisa de alivio y felicidad. Pero aquel tipo no tenía pinta de sonreír muy a menudo. De hecho, la intimidaba bastante ahí plantado, mirándola fijamente.

      –Brooke… –murmuró él, con una expresión desprovista de emoción. Entró, cerrando tras de sí, y se acercó a la cama–. ¿Cómo te encuentras?

      Al oír su voz, Brooke se quedó paralizada momentáneamente. Su voz le resultaba familiar.

      –Conozco tu voz… ¡Recuerdo tu voz! –exclamó–. Desde que me desperté, es lo primero que he recordado… pero no te reconozco –murmuró contrariada–. Me han dicho que eres mi marido. ¿Es verdad?

      Lorenzo no podía apartar la vista de ella. Estaba preciosa, con el cabello algo revuelto cayéndole sobre los hombros, con esos increíbles ojos azules, casi violetas, mirándolo de un modo angelical. Por alguna razón no parecía la misma. Tal vez porque no estaba acostumbrado a verla sin maquillar. Brooke era de las que se pintaban nada más levantarse, por más que le había dicho que no necesitaba maquillaje para estar guapa.

      Claro que… era normal que estuviese distinta. Para empezar, estaba más delgada. Parecía frágil y hasta más joven. Los cirujanos plásticos habían hecho un trabajo impecable «restaurando» su rostro después del accidente, aunque los cambios –por más leves que fueran– no escapaban a su aguda mirada. Su boca parecía un poco más ancha, sus labios algo más carnosos y su nariz un poco más corta. Y esa mirada en sus ojos azules…

      Brooke casi nunca dejaba entrever sus emociones a los demás, pero en ese momento veía incertidumbre en sus ojos además de curiosidad.

      –Sí, estás casada conmigo –le confirmó.

      Habría querido decirle la verdad, que estaban en proceso de divorcio, porque no quería más mentiras entre ellos, pero se atuvo a las recomendaciones del médico. Necesitaba que Brooke confiara en él porque no tenía a nadie más que se hiciera cargo de ella en esos momentos.

      Brooke tragó saliva y cerró los ojos un momento. Estaba empezando a dolerle la cabeza.

      –¿Un poco de agua? –le ofreció Lorenzo, levantando el vaso con pajita que había dejado la enfermera en la mesilla.

      –Sí, gracias –Brooke tomó un sorbo–. Tengo tantas preguntas…

      –Te las contestaré todas una por una.

      –Todo esto se me hace tan raro… ¿Por qué no te recuerdo pero sí recuerdo tu voz? –exclamó ella con frustración–. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? Nadie quiere decírmelo.

      –Más de un año –contestó Lorenzo. Brooke puso unos ojos como platos–. Después de las primeras semanas, al ver que no salías del coma, el pronóstico de los médicos no era demasiado optimista, así que me da mucha alegría verte de vuelta en el mundo de los vivos –bromeó.

      –¿Ah, sí? –murmuró Brooke, enarcando una ceja–. Y entonces… ¿por qué no lo demuestras?

      –¿Que СКАЧАТЬ