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      –Eres incorregible.

      –¿Verdad que sí? Si pienso en ti, inmediatamente pienso también en sexo. Vais unidos. Como fresas y nata; queso y pan; Victoria y sexo.

      Victoria no pudo contener la risa.

      –¿Por eso no paras de llamarme?

      La pausa que siguió a su pregunta la incomodó. A ella le gustaba hablar con él, reír con él, mientras que para Liam no era más que la forma de conseguir lo que quería: acostarse con ella.

      Sin embargo, ella no podía arriesgarse a acceder y luego perderlo para siempre. Quería más. Se dio cuenta de que desde que había llegado a Francia estaba sola, que quería reírse más… Y cada vez que hablaba con Liam, reía.

      –Quiero que termines el trabajo –dijo él, sonando súbitamente serio.

      ¿Era eso lo que le importaba? Victoria se quedó paralizada. El trabajo era para Aurelie. Claro, Liam quería que su exnovia, con la que había pasado tres años, tuviera la boda de sus sueños. Coqueteaba con ella a la vez que se aseguraba de que hacía las cosas bien. Eso era todo; su principal preocupación era la ex a la que había dedicado tres años y no solo una noche.

      –Entonces –dijo Victoria, sonriendo para que Liam no le notara la decepción en la voz–, será mejor que siga trabajando.

      Liam guardó el teléfono en el bolsillo con el ceño fruncido. Por más que quisiera, no podía ir a distraerla. Quería que Aurelie tuviera las tarjetas que necesitaba, pero sobre todo, que Victoria fuera bien pagada y que su trabajo se diera a conocer. Quería lo mejor para ella.

      Aunque lo que verdaderamente quería era que pasara el fin de semana y poder concluir lo que habían empezado. Victoria tenía razón: su sentido de la oportunidad era desastroso.

      Liam recorrió la habitación. Solo le quedaban unos días antes de volver al mar, pero no quería marcharse antes de conseguir lo que quería.

      Se odiaba por ello. Victoria no quería lo mismo. No quería que él subestimara lo que fuera que había entre ellos. Pero en realidad, todo lo que había era lujuria. Una química de potencial atómico como la que había estallado cuando se habían besado.

      Debía reconocer que el anhelo insaciable que había despertado en él lo había tomado por sorpresa. El intenso deseo de perderse en ella y quedarse allí para siempre había sido tan poderoso que había huido de él. Porque él jamás se quedaba en ningún sitio. Y Victoria quería y necesitaba más de lo que él podía ofrecerle. Liam apretó los dientes y cerró los puños. El deseo seguía ahí, tan vivo como hacía un par de noches.

      También recordaba la ansiedad que había percibido en ella antes del beso, la expresión de inseguridad en su mirada. La culpa era de Oliver. Él la había traicionado al irse con otra mujer. Oliver la había traumatizado mientras que él podía devolverle la seguridad en su propia sensualidad.

      Hizo una mueca amarga dedicada a sí mismo. ¿Qué pretendía, enmascarar su deseo tras un supuesto favor a Victoria?

      Le diría la verdad, que era egoísta y que la deseaba; que haría cualquier cosa por tenerla.

      Se cambió y fue a correr para liberar parte de la energía que lo mantenía en tensión, pero no consiguió dejar de pensar. Victoria había sufrido, no solo por culpa de Oliver, sino también de sus padres y de su hermana. Seguro que también de sus amigos. No podía permitirse que volvieran a hacerle daño.

      Pero él solo podía ofrecerle una noche. Y eso no era justo. Llamarla tantas veces había sido un error. La dejaría en paz. Cortaría todo contacto, igual que cinco años antes.

      Había cosas en la vida que no podían ser.

      Capítulo Cuatro

      –Bien –dijo la organizadora de bodas.

      Viniendo de ella era todo un elogio, y Victoria estuvo a punto de echarse a llorar de alivio.

      Había trabajado sin parar, lo que le había servido de distracción para no pensar en Liam, que, por otro lado, había dejado de llamarla. Probablemente estaba entretenido con otros amigos, o habría conocido a otra mujer. Y para ella, eso era lo mejor que podía pasar. Cuanto antes se fuera, mejor.

      –Puedes ir a ver cómo ha quedado la sala –dijo la mujer–. Pero no tomes fotografías, por favor.

      –Por supuesto que no.

      La tentación era demasiado grande como para no aprovecharla. No corría el riesgo de encontrarse con Liam y, por otro lado, después de cuatro días encerrada en casa, necesitaba dar una vuelta.

      Al salir, dejó a un lado la carpa y tomó un sendero que llegaba a una pequeña gruta.

      Cuando reconoció a la figura que caminaba hacia ella, sintió el corazón en la garganta.

      –¿Estás ayudando? –preguntó animadamente, como si sus presencia no la afectara.

      Liam sacudió la cabeza.

      –No, la bruja tiene suficientes ayudantes y no necesita nada de mí.

      Victoria percibió que Liam estaba incómodo.

      –No creo que tú tampoco puedas ayudar –añadió él con brusquedad.

      –He venido a entregar el plano de distribución de mesas –dijo ella, orgullosa.

      –Me refiero a aquí y ahora –repitió Liam, frunciendo el ceño.

      ¿A qué se refería? ¿Estaba enfadado con ella?

      Dejando escapar un gruñido ahogado, Liam le tomó la mano a Victoria y la arrastró fuera del sendero.

      –Están probando las fuentes. Te vas a empapar.

      Demasiado tarde. Tras oírse una especie de silbido, empezó a salir agua por todas partes.

      –¡Qué preciosidad! –exclamó Victoria, contemplando la luz reflejada en las gotas que creaban un arcoíris en el aire.

      Se volvió hacia Liam con una sonrisa, pero en cuanto sus miradas se encontraron, se quedó paralizada. Mientras que ella se había librado de mojarse, Liam estaba calado.

      La camiseta se le pegaba al pecho y Victoria pensó que no había ninguna vista más espectacular. Se le secó la boca y sus dedos ansiaron tocarlo.

      Habría querido susurrar su nombre, que sentía en la punta de la lengua. Llamarlo para que se acercara, echarse en la hierba a su lado, explorar por fin la química que siempre la había arrastrado hacia él.

      –Victoria –dijo él en tono admonitorio.

      Victoria salió de su ensimismamiento bruscamente.

      –¿Qué?

      –Es mejor que te vayas.

      –¿Te estoy incomodando?

      –Sabes СКАЧАТЬ