Название: Reino, política y misión
Автор: Alberto Roldán
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
isbn: 9786124252617
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En síntesis: la perspectiva teológica del reino de Dios elaborada por Pannenberg ofrece ciertas notas particulares que es menester subrayar. En primer lugar, realiza un esfuerzo por volver a situar el tema del reino de Dios en las consideraciones teológicas de la segunda parte del siglo XX al advertir cómo ese tema tan central en Jesús y su mensaje, quedó desdibujado por la tendencia ética expresada en la teología liberal. En segundo término, distingue adecuadamente entre el Reino y la iglesia, definiendo a esta última como una realidad temporal y provisoria. En tercer lugar, fiel a su búsqueda de una teología en la historia, señala ese escenario en el que se despliega la revelación del futuro de Dios expresado en el Reino futuro que, desde esa dimensión, debe iluminar el presente. En cuarto término, su visión es realista, ya que no ve posibilidad de neutralidad por parte de la iglesia en las zonas sociales y políticas en las que le toca vivir dando testimonio del Reino. En quinto lugar, la misión de la iglesia, a la luz del Reino, consiste en criticar e iluminar a la sociedad toda en su marcha hacia el cumplimiento escatológico del reino de Dios. No obstante estos aportes, la exposición de Pannenberg carece de una crítica al capitalismo en sus diversas formas, lo cual se espera luego del severo cuestionamiento realizado al marxismo.
Jürgen Moltmann. El teólogo reformado Jürgen Moltmann surgió al campo teológico con su obra Teología de la esperanza, fruto del diálogo con la filosofía de Ernst Bloch: El principio esperanza. Moltmann cuestiona el lugar postrero que le ha cabido siempre a la escatología en los tratados teológicos, postulando que ella debe ocupar el primer lugar, ya que el mensaje cristiano es, por naturaleza, escatológico e ilumina todo el pensamiento cristiano que se basa en la esperanza de la concreción de la promesa de Dios. Dentro de esa perspectiva, la escatología, entonces, ya no es una “doctrina sobre el futuro”, sino que “significa doctrina acerca de la esperanza cristiana, la cual abarca tanto lo esperado como el mismo esperar vivificado por ella”63. Si el mensaje cristiano tiene a la esperanza como su núcleo central, entonces el reino de Dios se constituye en el eje del obrar de Dios en la historia. Dice Moltmann: “El auténtico centro y el concepto básico de la escatología —concepto utilizado continuamente, y cuyo contenido varía— consiste, sin duda, en aquello que se nos ha prometido y que aguardamos como ‘Reino de Dios’ y ‘dominio divino”64. El Reino entendido como dominio divino no es tanto un reinado universal como un conducir de Dios a la humanidad hacia “lugares de la promesa”, situados en la historia y dirigidos hacia una meta. En otras palabras y, a modo de definición: “El dominio divino quiere decir originariamente dominio en promesa, en fidelidad y en cumplimientos”65.
En Trinidad y reino de Dios, Moltmann continúa su reflexión sobre el Reino, pero esta vez vinculado al concepto trinitario. Se pregunta qué relación guardan entre sí la Trinidad y el reino de Dios. Formula, entonces, una crítica al monoteísmo en su uso político, apuntando como premisa: “Cuanto más se subraya la economía de la salvación y de la soberanía de Dios, más se impone la unidad de Dios, pues esa soberanía parece que sólo puede ejercerla un sujeto único, idéntico”66. Moltmann indica que la pregunta “¿Existe Dios?” representa un planteo equivocado, porque es abstracta. De esa idea de un Dios “monárquico” en el cielo y en la tierra, se deduce, luego, una soberanía política, religiosa, moral y patriarcal. Por eso, insta a pasar de la monarquía divina a la Trinidad divina como eje a partir del cual pensar a Dios. Con estas premisas, Moltmann entra de lleno a elaborar una crítica de la “teología política”, frase acuñada por el jurista alemán Carl Schmitt67. Moltmann destaca el origen estoico de la expresión “teología política”, que presupone una unidad entre política y religión. Así se fue gestando el monoteísmo político, cuya última figura, en la historia europea, fue el absolutismo de la Ilustración. Lo único que puede superar el marco estrecho del monoteísmo aplicado luego al campo político en términos de monarquía, es el concepto trinitario de Dios. Para ello, Moltmann propone cuatro aspectos que se deben tomar en cuenta68:
1. La doctrina trinitaria cristiana une a Dios, Padre todopoderoso, con Jesús, el Hijo entregado a la muerte, al que lo romanos crucificaron, y también lo une al Espíritu vivificador. De la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu no puede surgir la figura del monarca omnipotente del universo al cual imiten los soberanos terrestres.
2. El omnipotente no es trinitariamente un arquetipo para los poderosos del mundo, sino que es el Padre de Cristo crucificado y resucitado. Como Padre de Cristo, se expone a la experiencia del sufrimiento y la muerte. Antes que omnipotencia, es amor apasionado y vulnerable.
3. La gloria del Dios trino no se refleja en las coronas de los reyes y vencedores, sino en el rostro del Crucificado, de los oprimidos, de los creyentes y de los pobres.
4. El Espíritu vivificador no se apoya en la acumulación de poder y absolutismo, sino en el Padre de Jesucristo y su resurrección.
A partir de estas pautas que surgen de las relaciones interpersonales del Padre, del Hijo y del Espíritu, Moltmann deriva una aplicación al tema social y político diciendo: “La doctrina cristiana impulsa a desarrollar un personalismo social y un socialismo personal69. De ese modo, en opinión de Moltmann, se podrían superar el personalismo occidental aliado al monoteísmo y el socialismo del Este, el cual, desde la óptica religiosa, tiene una base de panteísmo más que de ateísmo.
Desde esa crítica al monoteísmo teológico y el modo en que se refleja en el campo político en términos de monarquía y soberanía absolutas, Moltman pasa a reflexionar sobre “la doctrina trinitaria del Reino”. Parte de una cita de Ernst Bloch, el filósofo marxista gestor del “principio esperanza” como núcleo de su pensamiento, quien afirmó: “Cuando gobierna el gran Soberano del universo, no hay espacio para la libertad, tampoco para la libertad […] de los hijos de Dios ni para el reino místico-democrático de la esperanza milenarista”70. La crítica, aparentemente, no carecería de razón y obliga a la teología cristiana a hacer un esfuerzo para crear espacio de libertad en el reino de Dios. Apela, entonces, a la elaboración escatológica del Reino elaborada por Joaquín de Fiore. Se nutrió de dos escatologías: la de Tyconio, desarrollada por San Agustín, según la cual Dios creó al mundo en siete edades, y la de los teólogos capadocios, quienes distinguieron entre reino del Padre, reino del Hijo y reino del Espíritu. Esto lo hicieron no de manera deliberada, sino incidental. Joaquín amplió ese horizonte para ver cómo en la historia se fue desplegando, gradual y consecutivamente, el reino del Padre, el reino del Hijo y el reino del Espíritu. El primero significa la creación y conservación del mundo, y el segundo, la redención del pecado. El tercero, el reino del Espíritu, es el renacimiento del hombre por la fuerza del Espíritu, que implicará, también, la llegada de la “inteligencia espiritual”71.
Pero no solo Joaquín de Fiore ha elaborado una teología del Reino en perspectiva trinitaria. También lo han hecho las teologías luterana y reformada. Esas teologías distinguen, en la doctrina del reino de Cristo, el reino de la naturaleza, el reino de la gracia y el reino de la gloria. ¿Cuáles son las diferencias entre ambos planteamientos? Básicamente, en que Joaquín concibe los tres reinos como etapas en la historia, mientras que el protestantismo se refirió a dos reinos históricos: el reino de la naturaleza y el СКАЧАТЬ