Название: Trabajo Social Holístico
Автор: Patricia Pavón Rico
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: La Universidad Pública publica
isbn: 9789874948687
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De la motivación a la investigación
Si en algo coincidimos las autoras es que cada experiencia atípica era acompañada de un profundo proceso personal. Una con veinticuatro años de experiencia profesional, la otra recientemente recibida, pero ambas con ideas de transformación similares. Nosotras también nos volvíamos a integrar y eso fue parte de la construcción conjunta. Desoímos las esperables polaridades y diferencias para unirnos en sincronicidad y potencia mutuamente. Ambas necesitamos observar nuestra práctica, y observarnos a nosotras mismas. Interpelar nuestro pensar, a partir de nuestro sentir; fortaleciendo la honestidad con aquello que luego podríamos identificar como nuestra esencia. Las dos dimensiones problematizadas en tales trabajos fueron lo emocional y lo espiritual.
Hemos transitado por los procesos de investigación que mencionamos en el prólogo (de los cuales el/la lector/a podrá hallar detalles metodológicos en el apéndice respectivo) no sin grandes desafíos, tanto internos como externos. Para comprender cuáles fueron sus propósitos, resulta necesario describirlos mínimamente.
El proyecto “Lo emocional y lo espiritual en el Trabajo Social” (Giménez, Pavón Rico y Rico, 2014)[1], se propuso estudiar las dimensiones de lo emocional y lo espiritual, desde una perspectiva holística del sujeto, teniendo en cuenta que la misma es una posición metodológica y epistemológica que postula que los sistemas (ya sean físicos, biológicos, sociales, económicos, mentales, emocionales, lingüísticos, espirituales, etc.) y sus propiedades, deben ser analizados en su conjunto y no a través de las partes que los componen. (Podrá consultarse el diagrama de Gantt del presente proyecto en el 2° Anexo metodológico)
En el mismo se sostiene que dichas dimensiones son componentes del ser, y por lo tanto no deberían quedar restringidas a alguna disciplina en particular como la psicología (por las emociones) o las religiones (por la espiritualidad). Más bien deberían concebirse como dimensiones de análisis que influyen (positiva o negativamente) en los procesos de intervención donde se acompaña a las personas a afrontar procesos de cambio, muchas veces caracterizados por lo crítico y padeciente.
Partiremos de dos definiciones:
Espiritualidad: es aquello que en el ser humano motiva y permite la búsqueda de trascendencia, propósito y sentido de vivir (Rodriguez y otros, 2011). Según Längle (2008) la experiencia ontológica fundamental refiere a que “siempre hay algo que sostiene y que es más grande que uno mismo –un mundo, un orden, un cosmos, una nada, un Dios”; (...) “en la búsqueda del sentido ontológico la espiritualidad se hace imprescindible y urge buscar más saber y entendimiento”.
Emoción: es la manifestación en el cuerpo de lo que sentimos, a partir de complejos procesos de comunicación entre cerebro y cuerpo, “Cerebro y cuerpo constituyen un organismo indisociable integrado por circuitos reguladores bioquímicos y neurales que se relacionan con el ambiente como un conjunto, y la actividad mental surge de esta interacción” (Damasio, 2016).
¿Por qué Trabajo Social debe fortalecer sus herramientas para trabajar con las emociones?... Goleman (1995) lo plantea con claridad: las pasiones aplastan a la razón una y otra vez. Las emociones son las respuestas psico-fisiológicas ante estímulos diversos; y son mucho más rápidas que la razón, en base a los años de evolución humana. Por lo tanto, restringir nuestra actuación profesional a clarificarle al sujeto la complejidad de las problemáticas que lo atraviesan, sin dar lugar al trabajo con las emociones (y nos referimos a estrategias que superen los mecanismos de contención que los trabajadores sociales sabemos utilizar muy bien), explica por qué ciertas intervenciones quedan “incompletas” o no logran modificar patrones repetitivos que llevan a la persona una y otra vez a situaciones de sufrimiento. Pero este no es el único factor, el autor agrega: “mientras nuestras emociones han sido guías sabias en la evolución a largo plazo, las nuevas realidades que la civilización presenta han surgido con tanta rapidez que la lenta marcha de la evolución no puede mantener el mismo ritmo”. En tal sentido, se instala el concepto de “inteligencia emocional” que nos provee la certeza de que para revertir una situación problemática no es suficiente “aportar información”, sino que se requiere fortalecer destrezas emocionales y sociales que se consideran esenciales para lograr cambios. Ello implicará, a su vez, tener una mayor conciencia de ciertas sensaciones que advierten que “algo no está bien”, antes de que se convierta en un problema instalado (piénsese, por ejemplo, en un caso de abuso sexual). Dicha conciencia lleva a su vez el trabajo de conciencia sobre el propio cuerpo.
A lo largo de este libro, intentaremos compartir como hallazgo, que en muchas ocasiones es el espíritu el que aplasta a la razón, no sólo las emociones. En este terreno parece ser que hay otro tipo de inteligencia...
Resulta necesario conocer, entonces, las hipótesis e interrogantes que orientaron la reflexión acerca de un Trabajo Social Holístico, a fin de contribuir a la revisión epistemológica, teórica y metodológica de nuestra disciplina.
Para encarar aquel proceso de investigación-acción se partió de las siguientes dos concepciones:
Lo emocional y lo espiritual no son exclusivos de ningún campo disciplinar ni sistema de creencias, son dimensiones del Ser.
Un Trabajo Social holístico y transdisciplinario debería profundizar en estas dimensiones a la hora de problematizar las situaciones y de co-crear estrategias de intervención.
Si hablamos de Derechos Humanos, se sostiene que resulta imperioso tener una mirada más integral del ser humano que presenta una demanda a un Trabajador/a Social, donde las “necesidades insatisfechas” puedan leerse más allá de la carencia material o situaciones de exclusión, donde el factor cultural y subjetivo cobren mayor relevancia y permitan potenciar verdaderos procesos de liberación y cambio. Para ello es necesario co-crear, co-visionar, co-descubrir, y también recuperar conocimientos ancestrales; tal como queda implícito en la definición global e internacional de Trabajo Social.
En dicho proceso se procuró poner en práctica lo que muchos científicos plantean como un nuevo modo de hacer ciencia, y que consiste en involucrar al investigador de tal manera que observe su propia implicación en el proceso. Para ello se optó por la investigación-acción como herramienta metodológica. De esta manera, la indagación y el análisis se orientó en dos sentidos:
1) Las intervenciones de los/las profesionales de Trabajo Social desde los factores emocionales y/o espirituales presentes en ellas.
2) Los efectos que los procesos de intervención generan en el propio Trabajador/a Social (en su cuerpo físico, mental, emocional y espiritual).
Ello permitiría comprender mejor en qué sentido contemplar o invisibilizar el estado emocional del demandante, puede favorecer u obstaculizar el proceso de intervención; y en qué sentido el reconocimiento, problematización y transformación de las situaciones problemáticas pueden convertirse en una oportunidad para el desarrollo personal y espiritual del profesional actuante. La necesidad de explorar en ambos sentidos simultáneamente (aunque para un proyecto de investigación la academia en general exige “recortar el objeto”[2]) se funda en una concepción ampliada de las ciencias sociales y los intereses del conocimiento. Vazquez Aguado (1998), trabajador social y antropólogo, citando a Pourtois y Desmet (1992), dice que la concepción ampliada podría ser el camino de la epistemología y de la metodología nueva. Un camino que favorezca el análisis de las interacciones entre los individuos, el examen de la subjetividad del observado y del observador, la investigación de lo particular y del sentido, el tener en cuenta la dinámica de los acontecimientos, la historia de los individuos y la complejidad de los fenómenos.
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