Truman Capote. Liliane Kerjan
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Truman Capote - Liliane Kerjan страница 5

Название: Truman Capote

Автор: Liliane Kerjan

Издательство: Bookwire

Жанр: Зарубежная психология

Серия:

isbn: 9789500211048

isbn:

СКАЧАТЬ un pequeño diccionario, le gustaban los lápices y era aplicado. Contrariamente a las costumbres, se negaba a pelear y prefería negociar. Sin embargo, lo llamaban “Bulldog”, o “Bulldog Persons”, desde el día en que había arremetido con la cabeza baja contra un grandote que quiso humillarlo. Luego tendría otro apodo, “Tiny Terror”, por su lengua filosa. Era avispado y de imaginación desbordante, maduro, sabía ya muchas cosas e incluso empezó a interesarse en las palabras cruzadas de su vecino, Mr. Lee, el padre de Nelle, su compañerita de juegos. Siempre impecable, Truman se vestía de blanco de la cabeza a los pies. Usaba una camisa de lino claro y un pantalón que hacía juego, corbata, calcetines y zapatos blancos. Se veía magnífico. Sus tías hacían que se cambiara la ropa todos los días. A veces, su madre, en una breve visita, le llevaba de re­galo alguna prenda, como un traje de baño con motivos hawaianos comprado en Nueva Orleans que causó sensación en Monroeville. Era un niño atlético, cuidado, musculoso, de piel y cabellos claros. Jugaba al tenis, trepaba por una cuerda con las manos desnudas, nadaba bien, hacía una gran cantidad de lagartijas sin esfuerzo y sabía hacer la vuelta de carnero en los dos sentidos, ¡incluso encima de la pared de piedra que rodeaba la propiedad de las hermanas Faulk! Lo admiraban discretamente. Su padre, siempre en los barcos de vapor de Streckfus, también iba a verlo de tanto en tanto en su hermoso automóvil descapotable y a veces lo invitaba a acompañarlo en el auto durante algunos días. Además, Truman siguió perfeccionando su talento para el tap y bailando permanentemente sin tomar una sola clase.

      Afortunadamente, había fiestas: la familia se engalanaba, resplandeciente con sus atuendos de verano. Truman veía desde lejos las luces de la vuelta al mundo y se acercaba a los carruseles que giraban con un tintineo de campanillas. Sabía que los negros tenían prohibido subirse a ellos. Los caballos caracoleaban con música, junto a los puestos de los juegos de dardos. En todas partes flotaba el olor del maíz tostado. La gente sostenía cucuruchos de helado con los dedos pegajosos. ¡Pero la verdadera atracción eran los monstruos! Animales de cinco patas o dos cabezas, a menudo embalsamados, y seres humanos vivos se disputaban los favores de la multitud. Era la época de Phineas Taylor Barnum, un empresario circense que iba de plaza en plaza exhibiendo su galería de gigantes, de rostros con labios leporinos, cráneos puntiagudos y cuellos enormes hinchados de bocio. Allí podía verse toda clase de personajes sin brazos, sin manos, sin piernas, y enanas saltarinas con sus vestidos de tul escarlata y cinturones de raso, adornadas con tiaras que centelleaban. El afiche de Barnum prometía grandes emociones frente a esas criaturas grotescas encaramadas a un pedestal, encastradas en nichos tapizados, que contemplaban la lenta fila de los visitantes. Todo ese folclore del Sur se vería en la novela Otras voces, otros ámbitos, bajo los rasgos de Miss Wisteria, la enana con cara de muñeca y con labios en forma de corazón, que aplaudía con sus dos manitos cuando los niños la invitaban a compartir un momento. Y esos grupos inspiraron al joven Truman, que inventó a su vez un circo en el que se debía pagar entrada.

      Truman empezó a escribir en Monroeville. Fue el inicio de una obsesión que duraría toda su vida. Cuando salía de paseo, siempre llevaba consigo una libreta y tomaba notas. Al regreso, consignaba sus impresiones, sin hablar de ello con nadie. Debajo de la cama de Sook, tenía una maleta que cerraba con llave, donde guardaba todos sus papeles. Organizó un taller de escritura con su vecina y amiga Nelle, que ganaría en 1961 el prestigioso premio Pulitzer en la categoría ficción por su novela Matar un ruiseñor, en la que describía a Truman como un “Merlín de bolsillo”. Los dos niños se instalaban juntos por algunas horas en una pequeña habitación que le servía de escritorio a Truman, ya encadenado a su máquina de escribir. De paso por la ciudad, Jennie compró el diario, el Mobile Press Register, que tenía una página para niños, llamada “Sol”, en la que se publicaban poemas y cuentos. Por supuesto, Truman envió un texto para ese suplemento, “Old Mr. Busybody” (“Viejo señor entrometido”), y ganó el concurso. El personaje del cuento estaba directamente inspirado en un vecino: este hizo prohibir de inmediato la publicación, que debía tener dos episodios. Pero ya había sido publicada la mitad y el niño no se preocupó por esa oportunidad frustrada. Soñaba con subir a un escenario, lejos de Misisipi. ¿No era acaso el “Capitán Truman” cuando estaba en el barco de su padre y su número de tap era muy aplaudido? De hecho, sería un fabuloso bailarín de salón y convertiría su vida en un gran espectáculo.

      Arch Persons aceptaba que su hijo hubiera pasado por lo menos los dos tercios de su infancia en Monroeville y en la granja con sus tías, y deseaba fervientemente que Truman permaneciera en Alabama, a pesar de los proyectos de su mujer, que deseaba irse de allí. Una vez más, ella se sentía menoscabada por su marido, que la había arrastrado a un oscuro asunto de tráfico de alcohol clandestino. Quería ganarse la vida decentemente: dos veces había intentado tomar clases en una escuela de contabilidad, en Selma, y luego en Bowling Green. Justamente, acababa de obtener una beca de la Escuela de Belleza Elizabeth Arden, y pretendía hacer un curso de formación de tres meses en Nueva York. Arch prometió darle 45 dólares por semana para sus gastos y le pidió a su hermano Sam, que vivía en el Bronx, que recibiera a su esposa y velara por ella. Lillie Mae partió el 15 de enero de 1931. Para ella, lo importante era emanciparse. Tomó sus recaudos, se tranquilizó y se organizó. Los tres primeros meses, todo funcionó bien. Cuando el banco rechazó los cheques de Arch, tomó inmediatamente un trabajo en un bar-restaurante situado en el bajo Broadway y conoció por fin la autonomía. Era económicamente independiente y fue una suerte, porque a mediados de marzo se enteró de que Arch Persons estaba en prisión en Birmingham por extorsión y cheques sin fondos. Esto le causó un fuerte impacto a Lillie Mae, y se escandalizó aún más al descubrir que Arch, que se consideraba a sí mismo agraviado e injustamente perseguido, fue liberado bajo fianza: una fianza pagada por su madre, la viuda Mabel Persons, siempre dispuesta a socorrer al inútil de su hijo. De todos modos, Lillie Mae estaba segura de que no volvería a su casa, ya que sus jefes la apreciaban y le ofrecieron el trabajo de responsable del salón por un salario de 32 dólares a la semana, a partir de mediados de junio. Todo había cambiado: ahora ella podía mantenerse e incluso enviarle dinero a la familia para cubrir las necesidades de Truman.

      Muy pronto, en Nueva York, volvieron sus recuerdos galantes de Nueva Orleans en la persona de Joseph García Capote, a quien había conocido en el hotel Monteleone durante el verano de 1925, uno de sus Latin lovers que se había vuelto rico, en momentos en que ella seguía buscando fortuna. Joe era cubano, hijo de un coronel español, el mayor de tres hermanos, y había estudiado en la Universidad de La Habana. Algunos meses después de llegar a Nueva Orleans, a los veinticuatro años, se enamoró de Lillie Mae, esa bella joven de apenas veinte años, sexy y caprichosa, pero que no era libre. Luego viajó a la costa este y progresó. Trabajaba de día en una oficina, a la noche tomaba clases en la Universidad de Nueva York para ser un ejecutivo de Wall Street y, en 1931, se ganaba ya muy bien la vida en Taylor, Clapp & Beal, una empresa textil. Joe y Lillie Mae se escribían, y al verse, reanudaron su relación. El joven tenía todo para gustar: era alegre, amante de los buenos vinos, elegante y clásico en el vestir y estaba dispuesto a gastar dinero. No era especialmente guapo con su cabello negro alisado y peinado hacia atrás, sus gafas y su silueta fuerte y rechoncha, pero estaba muy enamorado y siempre de excelente humor. En el Sur, Arch, que ya no recibía noticias, estaba angustiado y citó a su esposa el 4 de julio en Jacksonville. Eligió mal la fecha, porque era el Día de la Independencia: Lillie Mae no fue. Su seductor y rico amante le pidió que se divorciara cuanto antes para poder casarse con ella y compró un pasaje a Alabama para acelerar la separación del matrimonio Persons. De modo que Lillie Mae pasó a buscar a Truman por Monroeville y el 24 de julio, se encontró con el desesperado Arch en Pensacola, Florida. El 2 de agosto de 1931 se presentó la demanda de divorcio, llena de reproches de ambas partes, y el 9 de noviembre se dictó la sentencia. Lillie Mae obtuvo la tenencia de Truman nueve meses por año, y Arch se ocuparía de él en junio, julio y agosto. El arreglo parecía conveniente: los padres verían a su hijo de vez en cuando, como siempre, porque el tiempo no tenía nada que ver con la relación filial, y el niño volvió a partir hacia Alabama.

      En Nueva York, la pareja formada por Lillie Mae y Joe Capote se instaló en una casa en Brooklyn y el cubano tramitó su propio divorcio, mientras preparaba la boda, que se llevó a cabo el 24 de marzo de 1932. СКАЧАТЬ