El orden de 'El Capital'. Carlos Fernández Liria
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Название: El orden de 'El Capital'

Автор: Carlos Fernández Liria

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Pensamiento crítico

isbn: 9788446036258

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СКАЧАТЬ que habrían sido, en efecto, de índole económica. No es que la historia de la filosofía se haga eco de su aportación científica, es que, una vez que la economía se ha desentendido por completo de Marx, su obra ha quedado aparcada en la historia de la filosofía como se abandona un coche usado en un desguace.

      Ahora bien, puede ser que el destino de esta ciudad científica que prometía el marxismo haya estado ligado al destino político de las internacionales comunistas y que la derrota de éstas haya dejado en ruinas, al mismo tiempo, las incipientes construcciones teóricas de una civilización científica que podría haber llegado a ser y no fue. Uno podría imaginar –sin duda con cierta dificultad– que una monumental derrota de las revoluciones burguesas y de los movimientos políticos y económicos iniciados desde el siglo XVI hubiera, al mismo tiempo, acallado la voz de la naciente física moderna, de tal modo que sus cimientos hubieran dormido durante siglos, medio olvidados, en una especie de Medievo alargado, a la espera de que se construyeran sobre ellos todas esas instituciones y universidades en las que investiga, enseña, trabaja y almacena su información la comunidad científica actual. Para juzgar con fundamento si no nos encontramos ante un caso semejante respecto a lo que Marx intentó fundar, sería preciso, ante todo, retrotraer la cuestión al terreno en el que este pensador trabajó y ver qué es lo que actualmente se levanta sobre él.

      ¿Qué Marx es el que deberíamos poner en diálogo con la economía? Tenemos, sin duda, la propia obra de Marx. Aunque ahí comienzan ya las dificultades.

      Con esto sólo queremos decir que el asunto de ponerse de acuerdo sobre el sentido de la intervención teórica de Marx era, incluso en el interior de la tradición marxista que dedicó décadas –cuando las dedicó– a una lectura concienzuda, algo que se enfrentaba a dificultades de principio muy graves. Tanto más cuanto que el destino de esta lectura estaba constantemente ligado a cuestiones políticas de la máxima gravedad y trascendencia, de tal modo que, antes de que se comprobara o se estudiara si Marx decía una cosa u otra, casi siempre estaba ya decidido lo que tenía que decir. La lectura de Marx se desplegó en la arena política mucho más que en el terreno de la economía convencional y, de ahí, fue desplazándose hacia el cajón de sastre de la filosofía, hasta que, finalmente, la derrota política de las tradiciones comunistas acabó por arrinconar la cuestión –a partir de la década de los ochenta– en algo así como las facultades de Filosofía e Historia, normalmente en forma de cuatro lugares comunes estereotipados, por completo alejados de toda seriedad y, por supuesto, de toda verdad. Sólo recientemente se empieza a intentar poner remedio a esta vergüenza académica (la obra de Michael Heinrich La ciencia del valor ha tenido en Alemania, por ejemplo, una gran importancia). Pero respecto a la tarea de hacer regresar la lectura de Marx al lugar que debería corresponderle de forma más inmediata y natural, el de la economía heredera de aquella con la que él discutió, las dificultades parecen casi insalvables, como si, en este caso, se estuviera jugando con fuego. Como decíamos, la economía no se ocupa de Marx; y la hipótesis que hemos introducido bajo el rótulo «Marx como el Galileo de la historia» (y el hecho de que la cosa se ventilara en la arena de la economía) no tiene, allí, la más mínima posibilidad de ser ni tan siquiera tomada en consideración. Tan sólo admitir que pudiera tener sentido sería como aceptar poner en tela de juicio, desde su misma base, toda la urdimbre con la que se teje una ciencia que, aunque en realidad no lo sea, sí pretende serlo, o por lo menos pretende estar muy cerca de ello. La metáfora en cuestión nos obligaría a imaginar una situación paralela a una especie de alquimia pretenciosa e institucionalizada que tuviera que replantearse si no habría hecho mal en haber dejado de lado, desde el primer momento, a Lavoisier, Gassendi o Galileo.