El Reino de los Dragones. Морган Райс
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Читать онлайн книгу El Reino de los Dragones - Морган Райс страница 7

СКАЧАТЬ gente está ocupada con el banquete —supuso Lenore.

      –Eso también —dijo su madre—. Bueno, si va a haber un banquete debemos asegurarnos de que tengas la apariencia adecuada, Lenore.

      Siguió inquieta alrededor de Lenore por unos instantes más, y Lenore esperaba verse lo suficientemente bien.

      –Ahora, ¿vamos a conocer a tu futuro esposo?

      Lenore asintió sin poder calmar el entusiasmo que prácticamente explotaba de su pecho. Caminó con su madre y con su grupito de doncellas a lo largo del castillo hacia la antecámara que conducía al salón principal.

      Había mucha gente en el castillo, todos trabajando en los preparativos para la boda, y también muchos de ellos en dirección al salón principal. El castillo era un lugar de esquinas zigzagueantes y de salas que conducían a otras salas; toda la distribución formaba un espiral al igual que la disposición de la ciudad, para que cualquier atacante tuviese que enfrentar capa tras capa de defensa. Aunque sus ancestros habían hecho del Castillo más que algo con defensas de piedra gris, cada sala estaba pintada con colores tan vivos que parecían traer al mundo exterior hacia adentro. Bueno, quizás no la ciudad, demasiado apagada por la lluvia, el barro, el humo y los vapores sofocantes.

      Lenore se dirigió por una galería con pinturas de sus ancestros en una pared, cada uno parecía más fuerte y refinado que el anterior. Desde allí tomó las escaleras serpenteantes que llevaban a una serie de salas de recepción hacia un área en donde había una antecámara previa al salón principal. Se detuvo frente a la puerta con su madre, esperando que los criados la abrieran y la anunciaran.

      –La princesa Lenore del Reino del Norte y su madre, la reina Aethe.

      Entraron, y allí estaba él.

      Era…perfecto. No había otra palabra para describirlo mientras se volteaba hacia Lenore, inclinándose en la reverencia más elegante que había visto en mucho tiempo. Tenía el cabello oscuro con rizos cortos y espléndidos, sus rasgos eran refinados, casi hermosos, y una silueta que parecía esbelta y atlética, vestida con un jubón rojo y calzas grises. Parecía ser uno o dos años mayor a Lenore, pero eso la entusiasmaba más que asustarla.

      –Su majestad —dijo él mirando a la madre de Lenore—Princesa Lenore. Soy Finnal de la Casa Viris. Solo diré que he estado esperando este momento por mucho tiempo. Eres aún más bonita de lo que pensaba.

      Lenore se avergonzó, pero no se ruborizó. Su madre siempre le decía que era impropio. Cuando Finnal extendió la mano, ella la tomó lo más elegantemente posible, sintiendo la fuerza de esas manos, imaginándose como sería si la empujaran hacia él para poder besarse, o más que besarse…

      –A tu lado, difícilmente me siento bonita —dijo ella.

      –Si yo brillo es solo con el reflejo de tu luz —le respondió él.

      Tan apuesto, ¿y también podía elogiar de forma tan poética?

      –Me cuesta creer que en una semana estaremos casados —dijo Lenore.

      –Quizás sea porque nosotros no tuvimos que negociar el matrimonio durante largos meses —respondió Finnal, y sonrió hermosamente—. Pero me alegra que nuestros padres lo hayan hecho —. Miró alrededor de la sala, a su madre y a las criadas que estaban allí —. Es casi una lástima no tenerte aquí para mí solo, princesa, pero quizás sea mejor así. Me temo que me perdería en tu mirada, y luego tu padre se enojaría conmigo por perderme la mayor parte del banquete.

      –¿Siempre haces cumplidos tan lindos? —le preguntó Lenore.

      –Solo cuando son justificados —respondió él.

      Lenore se quedó enganchada pensando en él mientras esperaba a su lado frente a la puerta que había entre la antecámara y el salón principal. Cuando los criados la abrieron, pudo ver el banquete en pleno movimiento; escuchó la música de los trovadores y vio a los acróbatas entreteniendo al final del salón, en donde se sentaban los plebeyos.

      –Deberíamos entrar —dijo su madre—. Tu padre sin dudas querrá demostrar que aprueba este matrimonio, y estoy segura de que querrá ver lo feliz que estás. Porque ¿estás feliz, Lenore?

      Lenore miró a los ojos a su prometido y solo pudo asentir.

      –Sí —dijo ella.

      –Y yo me esforzaré por que sigas sintiéndote así —dijo Finnal.

      Le tomó la mano y la acercó a sus labios, y ese contacto intensificó el calor en Lenore. Se encontró imaginándose todos los lugares en donde él podría besarla, y Finnal volvió a sonreírle como si supiera el efecto que había causado.

      –Muy pronto, mi amor.

      ¿Su amor? ¿Lenore ya lo amaba, aunque recién lo hubiese conocido? ¿Podía amarlo cuando solo habían tenido ese breve contacto? Lenore sabía que era ridículo pensar que podía, eran las cosas que decían las canciones de los bardos, pero en ese momento lo sentía. Oh, cómo lo sentía.

      Se adelantó en perfecta sintonía con Finnal, sonriendo, consciente de que juntos deberían parecer como algo salido de una leyenda para aquellos que los observaban, moviéndose al unísono, unidos. Pronto lo estarían, y ese pensamiento era más que suficiente para Lenore mientras iban a sumarse al banquete.

      Nada, pensó, podría arruinar este momento.

      CAPÍTULO CUATRO

      El príncipe Vars vació una jarra de ale, asegurándose de tener una buena vista de Lyril mientras lo hacía. Ella estaba sentada sobre su cama, aún desnuda, y observándolo con el mismo interés, con los moretones de la noche anterior apenas asomándose.

      Como debería, pensó Vars. Después de todo, él era un príncipe de sangre, quizás no tan musculoso como su hermano mayor, pero a sus veintiún años aún era joven, aún apuesto. Ella debería mirarlo con interés, sumisión y quizás con miedo, si pudiese adivinar las cosas que él pensaba hacerle en ese momento.

      No, por ahora era mejor no hacerlo. Ser violento con ella era una cosa, pero ella tenía la nobleza suficiente para que fuese importante. Sería mejor descargarse plenamente con alguien a quien nadie fuese a extrañar.

      Por su parte, Lyril era muy hermosa, por supuesto, porque Vars no se acostaría con ella si no lo fuese: pelirroja y con la piel color crema, con buen cuerpo y ojos verdes. Era la hija mayor de un noble que se creía mercader, o un mercader que había comprado un título de nobleza, Vars no recordaba cuál de las dos, y tampoco le importaba. Ella era inferior a él, por lo que hacía lo que él le ordenaba. ¿Qué más necesitaba?

      –¿Has visto suficiente, mi príncipe? —le preguntó ella.

      Se levantó y caminó hacia él. A Vars le gustaba la forma en que ella lo hacía. Le gustaba la forma en que hacía muchas cosas.

      –Mi padre quiere que vaya de caza con él mañana —dijo Vars.

      –Podría cabalgar contigo —dijo Lyril—. Observarte y ofrecerte mis favores mientras cabalgas.

      Vars se rió, y si eso la hería ¿a quién le importaba? Además, a esta altura Lyril ya debería estar acostumbrada. Habitualmente, se acostaba con mujeres por un tiempo hasta que se aburría de ellas, o ellas deambulaban a otra parte, o él las lastimaba demasiado y ellas huían. Lyril le había durado más que СКАЧАТЬ