Sean. Virginie T.
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Название: Sean

Автор: Virginie T.

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Зарубежное фэнтези

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isbn: 9788835407133

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СКАЧАТЬ hemos dejado atrás. Percibo la presencia de ciertos animales, pero para mi león no suponen ningún peligro. Me lanzo al trote, agradeciendo estirar las patas, y juego con la tierra clavando las garras varias veces en ella. Adoro la sensación de fundirme con la naturaleza. Entonces, Owen decide asaltarme por la espalda. A diferencia de mí, no quiere aprovechar el momento para relajarse, sino para desahogarse, y para eso nada mejor que un buen combate. Aunque pesa menos que yo, su peso, unido a la caída desde el árbol al que se había encaramado, me hace perder el equilibrio cortándome la respiración, y rodamos hacia un lado con las patas entrelazadas. Aprovecho la confusión generada por el ovillo de miembros entrelazados para morderle el pescuezo mientras me enderezo, y emito un feroz rugido que hace que las hojas de alrededor tiemblen y los roedores cercanos huyan. La pantera se sobresalta y se le erizan los pelos de la espalda. Me gusta infundir temor en mis adversarios. En este caso sé que no es más que una reacción instintiva de mi compañero de manada, que no tiene nada que temer conmigo, pero aun así mi león lo valora. Vuelco mi enorme pata sobre su hombro sin sacar las garras. Tampoco se trata de herir a mi amigo, solo de intimidarlo un poco jugando al ratón y al gato, dando por hecho que Owen es el ratón. Sin embargo, la pantera no parece opinar lo mismo y me asesta un zarpazo en el costado que me abre una herida superficial, ya que sus garras no son retráctiles como las mías. Le muestro los dientes en señal de descontento y decido poner fin al combate antes de acabar lacerado por todas partes, como suele ocurrir en los entrenamientos con Connor y el resto de lugartenientes. Con este objetivo, vuelvo a proferir un rugido para desestabilizarlo, y aprovecho su desconcierto momentáneo para tirarlo de espaldas contra el suelo y agarrarlo del cuello con mi poderosa mandíbula. No aprieto lo necesario para hacerle daño, pero sí lo suficiente para dejarle claro quién es el más fuerte de los dos. La pantera deja de forcejear al sentir mis colmillos en su yugular, reconociendo su sumisión ante mí. Entonces le suelto y recupero la forma humana al mismo tiempo que él. Mientras le ayudo a levantarse, le doy las gracias.

      – Gracias, lo necesitaba.

      – No hay de qué. Tu león siempre está alerta, pero sabía que el vuelo lo había puesto de los nervios. ¿Podemos irnos ya? ¿Guardará la calma viajando en coche?

      – Sí, está bien. Vamos a vestirnos. Hemos perdido bastante tiempo y nuestro coche ya ha llegado.

      Pasamos la media hora de trayecto en silencio, concentrándonos en la misión. La última vez que acudieron al hospital yo me quedé en el territorio. Solo fueron mi alfa y los lugartenientes. Me inquieta no conocer la disposición del hospital. Soy algo meticuloso, me gusta estar preparado para cualquier eventualidad y tengo la impresión de ir a ciegas. Sé a quién buscamos, pero no sé cómo es en apariencia, ya que en su expediente no figura ninguna foto. Tampoco se me ocurrió pedirle a mi alfa que me diera una descripción precisa. Es igual, Owen debería poder ayudarme, participó en la última expedición. Sería útil reconocer a la enfermera Peterson si nos la cruzamos por los pasillos.

      – Owen, ¿puedes describirme a la enfermera que debemos interrogar?

      – Apenas la vi. Ya conoces a Connor, no le gusta sentirse encerrado en una sala con mucha gente. Liam y yo salimos de la habitación en cuanto ella llegó. Solo puedo decirte que es ligeramente más alta que Sevana.

      – Ehm, no es difícil. Nuestra hembra alfa apenas levanta tres palmos del suelo.

      – Sí, es bajita, pero no menos feroz. Pobre del que la contraríe.

      Eso es cierto. Ante su metro sesenta de altura, cualquiera podría pensar que es inofensiva. Y sin embargo es la fatel más poderosa que jamás haya visto y nos salvó el cuello. Tengo una deuda con ella y espero saldarla salvando a su amiga, si es que realmente corre peligro.

      – Seguramente puedas recordar más cosas.

      – Como dijo Nate, es rubia, pero no tengo ni idea de cómo de largo tiene el pelo porque lo llevaba recogido en un moño. Tiene los ojos verdes. Y la piel clara, de eso me acuerdo bien porque tenía un moretón en la sien y resaltaba mucho sobre su piel blanca.

      – Vale. ¿Alguna peculiaridad que la diferencie del resto?

      – Lo siento, no recuerdo nada más. Ya sabes que odio los hospitales, demasiados olores para mí. Irritan y enervan a mi pantera.

      Asiento con la cabeza. Lo entiendo perfectamente. De todos nosotros, Owen tiene el olfato más fino, los vapores de los medicamentos químicos y los detergentes constituyen un verdadero ataque sensorial para él.

      – No te preocupes, nos valdrá con eso. Diremos al recepcionista que necesitamos hablar con ella y la traerá hasta nosotros. Será más fácil que buscar por todo el hospital. Basta con que digamos que somos familiares suyos para no levantar sospechas entre el personal. Después de todo, pertenece a una manada.

      – Genial, haremos eso.

      

Ashley

      Este día no acaba, qué tortura. Estoy exhausta desde esta mañana, pues mi retraso me ha obligado a emplear una cantidad de energía demencial. A eso se añade que varios pacientes han empeorado sin previo aviso, lo que nos ha llevado a todos a lamentar amargamente la ausencia de Sevana y a mí, en concreto, a correr de una habitación a otra para prestar una asistencia sanitaria de urgencia que, lamentablemente, no los ha salvado a todos. Uno de ellos ha fallecido, a pesar de mis desesperados intentos por mantenerlo con vida hasta que el médico de guardia, igualmente desbordado, pudiera intervenir. No es la primera vez que no puedo hacer nada por un paciente, pero siempre me deja la moral por los suelos, aunque evite apegarme a ellos. Soy incapaz de permanecer insensible al dolor de los familiares cuando les comunicamos que su ser querido se ha ido. Y para rematar, cómo no, he recibido la visita diaria de Greg, que no ha hecho más que empeorar mi día. Desde el ataque de los Black, Peter envía todos los días a un miembro de la manada para asegurarse de que estoy bien, y su faceta de padre sobreprotector está empezando a cansarme. Sobre todo porque aunque adore a Greg, la conversación siempre es la misma.

      – Hola, Ashley.

      – Greg, todo va bien. No se ha producido ningún ataque, ya puedes volver a informar al jefe.

      Como siempre, se ríe de mi frustración. Nos conocemos desde que me uní a la manada y es, después de Peter, mi animorfo preferido.

      – No te lo tomes así. Peter te tiene mucho aprecio y no quiere que te pase nada.

      – ¿Te das cuenta de que me repites todos los días lo mismo? Eres lugarteniente, no canguro. ¿No tienes nada mejor que hacer que vigilarme?

      – Forma parte de mi trabajo. Mi obligación es proteger a la manada y tú eres un miembro más de los Treat, por lo que tengo el deber de protegerte. Y siempre es un placer contemplar tu deslumbrante sonrisa.

      Si fuera metamorfa, le gruñiría enseñándole los dientes. No serviría de nada, pero me aliviaría.

      – Vale, vale, me rindo. Como ves, estoy bien. Puedes ir a decírselo a Peter.

      – Hasta mañana, Ash. Ve con cuidado.

      Exhalo un suspiro de resentimiento. Voy a tener que volver a hablar con el alfa, pero dudo que tenga en consideración mi queja, y como le prometí no manipularlo nunca, ni a él ni a los miembros de la manada, no podré disipar sus temores.

      Apenas he dado unos pasos cuando escucho mi nombre por los altavoces del hospital.

      – Ashley Peterson, acuda a recepción. Ashley Peterson.

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