Название: Una Navidad Retorcida
Автор: Amanda Mariel
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Исторические любовные романы
isbn: 9788835401728
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“No lo sabría”.
“Haz una suposición”. Adam lo sacudió antes de presionarlo contra el edificio.
El hombre lo miró con los ojos muy abiertos. “Tal vez uno…, un poco más”.
La sangre de Adam se enfrió. Cristiana tuvo un bebé, su bebé. Todo tenía sentido ahora. Ella lo había rechazado para mantener su secreto. La furia reapareció, su corazón latía con fuerza cuando soltó al hombre. ¿Qué le daba el derecho de esconderle a su hijo? ¿Honestamente creía que él no descubriría al niño? ¿Que no tenía derecho o razón para saber que era padre?
¡Dios mío! Era padre.
El estómago de Adam se revolvió, el aturdimiento lo mareó mientras giraba hacia su caballo. No podía ser padre. Los niños venían después del matrimonio. Lo último que Adam deseaba era que lo encadenaran. Todavía no, no ahora. Pero allí estaba, un niño, su hijo o hija.
No podía ser.
Tenía que haber otra explicación.
Montó su caballo y cabalgó hacia la casa de Cristiana. Ella lo vería, si lo deseaba o no. No le concedería un momento de paz hasta que ella le explicara qué demonios estaba pasando. Y no hasta que viera al niño con sus propios ojos.
CAPÍTULO 2
Cristiana sostuvo a su hija cerca de su pecho, meciéndola. Miró a Emily, que la miraba dulcemente a través de los ojos de la sombra de su padre. Si alguna vez la veía, sabría instantáneamente que la belleza de su cabello oscuro, era por causa de él.
Ella pasó su mano sobre el suave cabello de Emily. Su hija lo favorecía mucho más a él, que a ella. Era la razón por la que Cristiana se había ido a Francia. Su motivación de mantener a Emily escondida en casa. Ella había hecho todo lo posible para asegurarse de que nadie, fuera de sus empleadas, mirara a Emily. Había hecho planes para alejarse de Yorkshire antes de que su hija fuera mucho mayor.
El temor se instaló en las entrañas de Cristiana. Adam había vuelto, había venido a su casa. Estaba segura de que la había visto asomándose detrás de la cortina. ¿Y si volvía a llamar? Cristiana se mordió el labio inferior. Tenían que irse. Pronto. No, de inmediato. Pero, ¿a dónde?
Su administrador aún no le había encontrado un nuevo hogar. Ella le había dado instrucciones para comprarle una casa de campo pequeña, pero cómoda. Una muy alejada de las grandes ciudades, y lo más importante, en un lugar donde no hubiera gente relacionada con Danby. Una tarea difícil, pero estaba segura de que Gilford podría lograrlo. Si solo lo hiciera un poco más rápido, ella no estaría en una situación tan difícil ahora.
Cristiana miraba a su hija que ahora roncaba suavemente en sus brazos. Tenía que proteger a Emily. Adam era un libertino, que vivía solo para su propio placer. Actuaría apresuradamente si descubría la verdad. Toda Inglaterra pronto sabría que Emily era una bastarda. Adam nunca daría un paso al frente y la reclamaría. Al final, cualquier posibilidad de que Emily tuviera una buena vida yacería en el dolor.
Que el diablo se lo lleve, Cristiana no podría permitir que eso sucediera. Se irían de inmediato. Irían a casa de su hermana por la noche. Sí, Parthinia las ayudaría. Juntas, encontrarían alguna manera de que Emily permaneciera oculta.
Resuelta, Cristiana se acercó a la cuna y colocó a Emily en ella. Colocó una manta sobre su hija dormida, le dio un beso en su suave mejilla y luego se volvió hacia la niñera. “Dorothy, empaca sus cosas. Nos iremos a un viaje prolongado cuando despierte”.
“Sí, señora”. Dorothy asintió.
“Espero que nos acompañes”.
La anciana sonrió, sus mejillas llenas se redondearon aún más. “Por supuesto, mi señora”.
Cristiana le devolvió la sonrisa antes de salir de la habitación. Ahora solo necesitaba instruir a los otros sirvientes, enviar una nota a Parthinia y preparar el carruaje. Con todas las instrucciones dadas, fue a su habitación donde su criada la ayudó a ponerse un traje de viaje.
Habiendo terminado la tarea, su criada se volvió hacia ella y le preguntó: “¿Hay algo más que necesite?”.
“No, Macy. Ve a arreglar tus cosas. Nos iremos dentro de una hora”.
Macy sacudió la cabeza antes de retirarse de la habitación.
Cristiana se miró por última vez en el espejo. Sus mejillas carecían de color, así que se las pellizcó antes de salir de la habitación. Sus pálidas mejillas eran sin duda resultado de su malestar estomacal y nervios destrozados. Inhaló profundamente mientras paseaba por el pasillo. Pronto ella y Emily estarían a salvo estando lejos. Una vez que lo estuvieran, ella podría relajarse.
“No permitiré que me rechacen”. Una fuerte voz retumbó por el vestíbulo.
Cristiana sintió que la sangre se le escapaba de la cara. Sus extremidades amenazaron con ceder, y sus manos comenzaron a temblar. Él se encontraba aquí. Esa voz pertenecía a Adam.
“La dama no se encuentra en la residencia”. El tono de su mayordomo era suave, transmitiendo una confianza que Cristiana no tenía.
Cristiana se agachó para sentarse en el piso y miró a través de las barandillas mientras escuchaba.
“Al infierno con que no está”. Adam se abrió paso a empujones por la puerta; su cabello negro estaba despeinado, sus ojos color turquesa ardían. “Buscaré en cada habitación yo mismo, si debo hacerlo”.
“Mi señor, sea razonable”. El mayordomo se interpuso en su camino.
Adam ignoró al hombre, lo hizo a un lado y caminó hacia las escaleras. Su corazón latía más con cada paso que daba. ¿Qué iba a hacer ella ahora? ¿Correr? Cristiana comenzó a ponerse de pie, a retirarse apresuradamente, pero las palabras de Adam la congelaron.
“¿Se te hace razonable esconderme a mi hijo?”.
Él lo sabía. ¿Cómo demonios se había enterado? Cristiana echó para atrás sus hombros y levantó desafiante la barbilla. “Adam”. Ella comenzó a bajar por las escaleras. Sus pasos seguros y suaves la sorprendieron porque adentro era un desastre de miedo y nervios. Pero esto no se trataba de ella. Tenía que ser valiente por Emily. Se enfrentaría a cualquier cosa, cada miedo y enemigo que había tenido, para proteger a su hija.
Adam cerró la distancia entre ellos, su fría mirada fija en la de ella. “¿El bebé es mío?”.
“Ella es mía”. La ira se hinchó en el pecho de Cristiana. ¿Cómo se atrevía a asaltar su casa y hacer demandas? Se había alejado de ella, no al revés. Había sido claro su deseo de tener una aventura simple, sin condiciones, sin responsabilidades. “Puedes irte por donde llegaste”.
Ella le había dado lo que quería. Ella no se sentiría mal ahora. Tampoco permitiría que el pícaro dañara el futuro de su hija. Cristiana giró sobre sus talones y comenzó a subir las escaleras. No había nada más que decir.
Adam la siguió, la agarró por el codo. Ella se detuvo, pero no miró hacia atrás. “Suéltame”.
“No podrás deshacerte de mí tan fácilmente”. Acercó su boca a su oreja СКАЧАТЬ