Corazón y realidad. Claudio M. Iglesias
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Corazón y realidad - Claudio M. Iglesias страница 8

Название: Corazón y realidad

Автор: Claudio M. Iglesias

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Paper

isbn: 9788416205356

isbn:

СКАЧАТЬ no percibieron sin embargo un detalle, como suele pasar al calor de la polémica. No dudaron al identificar el narcisismo de Fernanda Laguna en la recurrencia del pronombre yo. Encontraron en ese pronombre ancla suficiente para sus acusaciones. Pero perdieron de vista el exasperante narcisismo de las carpetas, el de las autojustificaciones y la autopromoción, los casi únicos actos de habla permitidos en la situación discursiva del artista profesional. Si nos ponemos estrictos, la primera persona gramatical no está más o menos presente en el enunciado “yo soy Fernanda” que en “mi proyecto es” o “me propongo abordar” o “mi investigación gira en torno a...”. El primer enunciado es solamente más directo o más legible. Y quizás todos estos enunciados sean parecidos en el fondo: puede que el arte de Fernanda no se oponga al baile descomedido de las carpetas sino que lo parodie. En 2006 Fernanda hizo una obra emblemática al respecto: escribió en rímel, sobre una especie de bolsa muy lamentable de papel higiénico, hecha por ella misma, “Hago lo que hago x no hacer algo peor”. Para esa época el empapelado de carpetas era completo. Pero antes de seguir con Fernanda y las desavenencias entre el lenguaje salvaje y el ejército de carpetas, esta es la ocasión para volver sobre la Fundación START y perfilar otra forma de la autopromoción dominante en la primera mitad de los 2000. No es verdad, o es solo una verdad a medias, que tuviéramos entonces a los artistas ingenuos y congeniales, los salvajes, de un lado, y del otro a los artistas autojustificatorios, los pioneros del arte contemporáneo y de la reunión de trabajo que incansablemente escriben en sus candidaturas “lo que abordo en mi trabajo”, “lo que mi investigación se propone”, etc. Por esa época desde la START se administraba otro ámbito que durante un tiempo tuvo al mundo del arte envuelto en su histeria: el proyecto Venus. Era una red social en la que los participantes podían ofrecer servicios negociables en un equivalente del peso (que entre el lanzamiento del proyecto y su final sufrió además una devaluación notoria, en 2002), una moneda ficcional llamada justamente “venus”. La idea de su demiurgo, Roberto Jacoby, tenía que ver con la estructura de una obra de arte que fuera transitiva a la vida social misma; Jacoby hablaba de dar un instrumento a una comunidad alternativa, inclusive decía: una economía alternativa, una economía del deseo. Una “tecnología de la amistad”. En el proyecto Venus los invitados podían conectarse desde sus casas, hacerse amigos e intercambiar servicios rápidamente, estilo club del trueque (y vaya si había clubes similares en la Argentina de la recesión), todo mediado por la moneda de fantasía; la red funcionaba sola y el proyecto era una metáfora prístina de eso: de la red y su potencial. Y así Venus se fue convirtiendo entre otras cosas en una escuela de la autopromoción. Porque casi todo lo que podían hacer sus usuarios, además de husmear a otros usuarios, era ofrecer y promocionar sus servicios.

      Ana Martínez Quijano escribió en 2004:

      El proyecto Venus es una sociedad experimental […] que hoy integran centenares de artistas, intelectuales, [etc.]. Los participantes ingresan libremente a través de internet y disfrutan de posibilidades de intercambio muy amplias: servicios profesionales, colaboraciones, producciones, acciones, amistades y hasta la compra y venta de bienes y servicios en moneda Venus. Los miembros del grupo se autodenominan “hacedores del placer”41.

9

      También Alán Pauls recensó el proyecto para radar, en términos más paranoides:

      ¿Qué es Venus, además de un planeta, una señal de cable porno y el nombre latino de una diosa lasciva? [...] Al parecer, hay tantas respuestas como usuarios. Según la home page del sitio que Venus tiene en internet (proyectovenus.org), “Venus es una red de artistas [...]”. Pero en el viejo departamento del Congreso que sirve de sede al proyecto todo es mucho más blando, relajado, maleable y metafórico, y los modelos para pensar el experimento van del falansterio de Fourier a las sociedades primitivas que abismaron a Pierre Clastres, pasando por variantes intermedias como la orgía, la secta, el mercado paralelo o las sociedades secretas. […] Polimorfismo, maleabilidad y una dinámica interna impredecible, alimentada por el azar de deseos cruzados, parecen ser los principios más activos y eficaces con que Venus respondió al estado de cosas que inspiró su invención: la catástrofe argentina. “Ante la situación general”, dice el fundador, “podés deprimirte y no saber qué mierda hacer, [o podés] ponerte a pensar qué necesidades afectivas, existenciales, culturales o materiales tenés.” [...] En otras palabras: responder a la crisis42.

      El lugar físico, la sede de Venus que era Fundación START y la sede paralela y más fiestera de Tatlín, con su moneda de fantasía y su economía de ficción, terminó por convertirse en el escenario permanente de un carnaval, una fábrica de ritos postizos que durante un tiempo reunió a la gente interesante de Buenos Aires. Porque todo dentro de Venus se convertía en narrativa, espectáculo, pose. Una vez me tocó asistir a un “casamiento” en START que no era más que una fábula complicada entre dos de los animadores de Venus, Violeta Kesselman y Gastón Camaratta. En otro momento una efímera clique reunida en torno a Sergio De Loof proyectó Las Guachas (1993), un hito perdido del cine camp argentino. Había también quien tiraba el tarot y quien ofrecía brownies psicoactivos. Todos en Venus obraron con libertad. Y esa era otra de las particularidades del espacio social al que Jacoby insufló vida y financiamiento. Allí todo se mezclaba y había lugar para todos: era, entre tantas otras cosas, un espacio ficcional de autopresentación.

      En estos proyectos de autoorganización artística, como Venus, había una puja visible por la autonomía. Y en el agenciamiento de tareas institucionales de parte de los artistas, las relaciones entre los mismos artistas adquirían un rol fundamental. Jacoby junto a Venus desarrolló otro proyecto, Bola de Nieve, que lanzó en el año 2000 y cuyo texto de justificación empieza así:

      El objetivo del proyecto Bola de Nieve es fortalecer la autonomía de campo de los artistas visuales que actúan en Argentina. En vez de que la pertenencia al campo venga establecida exclusivamente por el mercado, los galeristas, críticos, curadores, funcionarios, etc., buscamos que sean los propios artistas quienes la definan. Al mismo tiempo, Bola de Nieve aspira a vivificar el entramado de relaciones entre artistas, erosionado por las nuevas condiciones sociales, urbanas, económicas, etc. Prácticamente han desaparecido los lugares de encuentro (cafés, librerías, galerías, talleres grupales, tertulias, centros) donde los artistas establecían relaciones de todo tipo43.

      “Proyecto Bola de Nieve” suena a operativo guerrillero o a campaña de comunicación. El título del texto publicado en ramona (“Proyecto Bola de Nieve o cómo crecer barranca abajo en épocas heladas”) lo sitúa en tiempo y lugar (el espacio mental de la crisis) y lo provee de un objetivo: “fortalecer la autonomía de campo de los artistas”. Una de las formas de esa “autonomía de campo” llevaba del espacio del individuo aislado al trabajo grupal y a las iniciativas colectivas y de interrelación, a la manera de Venus. Sintéticamente, Bola de Nieve era un espacio virtual, que podía tomar cuerpo en ramona o en internet, donde los mismos artistas afirmaban sus afinidades y relaciones. Un primer grupo de artistas participantes nombraba a otros artistas (a razón de cinco cada uno) que a su vez debían nombrar a otros cinco, etc. Con el tiempo Bola de Nieve incluyó un espacio en internet para cada uno de ellos, donde podían subir fotos y textos sobre su trabajo, comentarios sobre otros artistas que les interesaran y razonamientos diversos en la forma de una simple encuesta de cinco preguntas, además de mencionarse unos a otros y habilitar a los nuevos mencionados a participar, completar la encuesta y a mencionar a su vez a otros artistas entre sus referencias.

      Recordemos el año 2000 como un momento de auge de la “estética relacional”, teorizada por Nicolas Bourriaud y, en español y con otro nombre, por Reinaldo Laddaga, que incluso dedicó un capítulo de su libro Estética de la emergencia al proyecto Venus44. Venus y Bola de Nieve tenían un impulso parecido, un empeño por recrear esa autonomía de los artistas que formulan sus propios espacios de injerencia, pero en un tono intrínsecamente múltiple, coral. Tienen lo que la teoría clásica de los géneros atribuye a la novela: multilingüismo, pluralidad de voces y procesualidad. Y quizás sean eso estas obras en definitiva: grandes СКАЧАТЬ