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© 2020 Mayte Esteban
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Doce horas, n.º 9 - abril 2020
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Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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I.S.B.N.: 978-84-1348-763-2
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Allá donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid.
Joaquín Sabina.
Una vez le pregunté a mi abuela, que vivió la Guerra Civil, si en esos tres años todo fue triste. Me dijo que no, que entre muchos momentos muy duros, hubo otros que estuvieron llenos de luz. La gente se enamoró y nacieron niños. Se oyeron risas y los pájaros siguieron cantando.
Ahora sé que no mentía.
En estos días, a pesar de todo, no han dejado de cantar los pájaros.
Para mi abuela Pascuala.
1914-2011
Doce horas
Había sido todo extraordinario. De la noche a la mañana, todas las ciudades, ruidosas, estresantes y vivas, enmudecieron. Sus sonidos habituales fueron solapados por el de la lluvia, el canto de los pájaros y el viento sacudiendo las primeras hojas que esa primavera extraña hizo brotar en las ramas de los árboles. Como apenas circulaban solo los autobuses urbanos y los vehículos de emergencias, las palomas se hicieron dueñas de las amplias avenidas casi desiertas y hasta en las noches algún osado animal salvaje se dio el gusto de pisar el asfalto. El aire olía a limpio, por primera vez desde hacía décadas.
Pero sí había ruido, aunque también estuviera confinado, como los humanos. Se concentraba en los hospitales y dentro de cada casa, y se volvía un eco atronador a las ocho en punto de la tarde, cuando se abrían ventanas y balcones para agradecer a los héroes y decirle a ese maldito virus que nadie se rendía, que estaban orgullosos de sus gentes y que entre todos iban a vencerlo. Aunque no fueran capaces de verlo y hubieran tenido que aprender a esquivarlo a base de agua, jabón, alcohol y grandes dosis de lejía y de paciencia.
Madrid estuvo en el centro de ese huracán.
Adrián
20:00
Diario de cuarentena.
Blog de un solitario sin nombre.
Al principio no creíamos que este virus, o coronavirus, fuera a provocar una pandemia mundial. Parecía un problema local en China e incluso vimos con cierto estupor que las autoridades obligasen a la población, a veces con demasiada rudeza, a permanecer confinados en sus casas.
«Esto no va a pasar aquí».
«Mira que son exagerados los asiáticos».
«Anda que ir todo el día por la calle con mascarillas».
«¿Cómo no van a poder salir de casa once millones de personas en Wuhan?».
Eran frases que se escuchaban repetidas en todas partes, mientras la vida seguía su curso, ignorando la que СКАЧАТЬ