Название: Cuéntamelo todo
Автор: Cambria Brockman
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Ficción
isbn: 9788412198935
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—Buen trabajo al dejar fuera todo tu rollo moralista, casi estaba seguro de que lo ibas a joder todo.
No vi la reacción de Max. Me detuve al pie de la escalera y seguí ordenando las pesadas bolsas para que pareciera que no estaba escuchando. Por el rabillo del ojo pude sentir que Max me miraba, preguntándose si había escuchado aquello.
—¿Puedes sostener la puerta? —pregunté, para aumentar la simulación, todavía sin levantar la mirada.
John ya había entrado y subía los escalones de dos en dos.
—Claro —dijo Max en voz baja.
Subimos las escaleras juntos, reflejando el silencio del otro. Me pregunté por qué no se había defendido. Tal vez era una cuestión de primos, una parte de su relación que yo aún no entendía.
Culpé al temor en el comentario de John, el miedo a ser atrapado, a la sinapsis disparando los nervios. La gente actuaba distinta y decía cosas extrañas cuando se sentía asustada. Tal vez él estaba de mal humor ese día. Tal vez había sacado una mala nota en un examen y estaba desquitándose con las personas que lo rodeaban. Me convencí de que había sido un episodio aislado. No necesitaba involucrarme en ello. Mi deber era ser la sociable y desahogada Malin. Ser relajada, habría dicho Khaled. Sacar buenas notas. Tener amigos. Ser una universitaria normal. No iba a tomar el otro camino.
Dejé el rastro de mis pasos en la hierba húmeda cuando atravesé el jardín a la mañana siguiente. Shannon quería reunirse antes del fin de semana para evitar trabajar en medio de una resaca. Amanda y yo habíamos aceptado de mala gana. De cualquier manera, era un buen plan para evitar que Ruby descubriera que yo estaba pasando tiempo con alguien que la odiaba.
Mi cabeza zumbaba desde la noche anterior. Habíamos estado bebiendo hasta altas horas de la noche, riéndonos de nuestro encuentro con el guardia de seguridad y aliviados de haber evitado los problemas. Incluso Max esbozó una sonrisa hacia el final, cuando Ruby se burló de él porque había parecido un ciervo encandilado. Gemma se había mostrado un poco apagada, celosa por no haber sido ella quien salvara la situación, haciendo uso de sus habilidades dramáticas. Intentaba disimular las miradas que disparaba entre Ruby y John, pero yo las noté. Ruby pasó el resto de la noche pegada al brazo de John, procurándole su bebida hasta que nos fuimos a dormir.
Di la vuelta en la esquina del camino a la biblioteca y escuché mi nombre a lo lejos. Vi a Max, que me saludaba con un movimiento de mano debajo de un árbol; las hojas llameaban en tonos amarillos y anaranjados. Cuando me acerqué, vi un libro balanceándose en su regazo y un termo con café humeante en la mano enguantada.
—¿Qué estás haciendo? —mis dientes castañeteaban—.
Está helando.
—No me molesta el frío —dijo—. Y está más tranquilo aquí afuera.
Miré el jardín vacío a nuestro alrededor, completamente desprovisto de estudiantes a esa hora, cuando todavía faltaba tanto para las clases.
—Estoy estudiando —continuó Max—. ¿Quieres unirte?
—Hum, no, tengo que hacer algo en equipo —dije.
Era la primera vez que estábamos solos, y no sabía qué decirle. Miré por encima del hombro a la biblioteca.
—Puedes irte —dijo, con una sonrisa burlona—. No es necesario que mantengamos una conversación trivial.
Ajusté mi mochila en el hombro.
—Qué gracioso.
Vi una cámara que asomaba de su mochila.
—¿Estás tomando fotos? Max miró hacia abajo.
—Hum, sí. Para la optativa de arte.
—¿Algo interesante?
Max tomó un sorbo de su café, considerando si quería seguir hablando.
—La casa de retiro.
—¿Te refieres al edificio, o...?
Rio.
—A la gente que está dentro del edificio. Hago retratos. Y algunos paisajes. Sin embargo, parece que a mi profesor le gustan más los paisajes, así que supongo que me decantaré por ellos.
—¿Así que tomas fotos de la gente en ese lugar?
—Sí, todo comenzó porque necesitaban un voluntario que se encargara de las fotos para su tablero de anuncios. Una especie de quién es quién para los que viven allí.
—Eso está bien —dije.
—Sí. Es muy triste verlos viviendo allí. La residencia no es muy agradable. ¿Sabías que la manera en que Estados Unidos trata a sus ancianos es bastante terrible en comparación con las políticas de otros países?
—No —admití.
No lo sabía.
—Es muy deprimente. Lo siento. Soy un aguafiestas, lo sé.
—No, es bueno que te importe. Apuesto a que ellos te quieren.
Se encogió de hombros.
—No lo sé. Creo que sólo disfrutan de hablar con alguien diferente.
No sabía qué más decir. Atender a la gente era tan agotador. Y entonces empezaron a sonar las campanas.
—Tengo que irme —dije, subiendo más mi mochila en mi hombro.
—Disfruta de ese trabajo en equipo —gritó cuando volví al camino. Su voz era juguetona, burlona.
Me giré para mirarlo otra vez, su ligero cuerpo abultado con el grueso chaquetón, la cabeza encogida por el gorro de lana. Recordé mi conversación con Ruby, y me pregunté si se sentía ansioso en este momento. Parecía más relajado de lo que jamás lo había visto.
Había algo entrañable en él, sentado allí solo. Me resultaba familiar leer en silencio. Una parte de mí quería regresar y sentarme junto a Max, pero me dirigí a la biblioteca.
Empujé las puertas de la biblioteca y el metal arañó el suelo de baldosas. La biblioteca parecía fuera de lugar en el campus, su arquitectura de principios de los noventa contrastaba con los edificios de ladrillo y las paredes de piedra. El vestíbulo se abría a una gran área común con ordenadores y escritorios. Encontré a Shannon en el rincón más alejado, junto a una ventana, acurrucada en uno de los sofás. Amanda estaba sentada a su lado, con las piernas bajo el trasero, fijando su cabello en un gran moño sobre la parte más alta de su cabeza.
—Hola —dije, mientras me acercaba. Dejé caer mi mochila en el suelo y me desplomé en el sofá junto a Shannon.
—Buenos СКАЧАТЬ