Terrorismo yihadista. Alejandro Gabriel Cassaglia
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Terrorismo yihadista - Alejandro Gabriel Cassaglia страница 5

СКАЧАТЬ necesaria pero no suficiente para delimitar el fenómeno25.

      I.3. Guerra al terrorismo.

      Guerra de 4º Generación

      Los movimientos terroristas se articulan en torno a pueblos desesperados a los que no queda más remedio que recurrir a una terrible violencia para hacerse escuchar26. Según esta postura, la miseria, la pobreza y la opresión son la causa verdadera del terrorismo, el cual tiene su origen histórico en la interrelación de diferentes factores, tales como el sentimiento de hiperlegitimidad derivado de un pensamiento totalitario, donde la violencia es considerada un instrumento para alcanzar fines muchas veces amorales. Ello, lleva a determinar que históricamente el terrorismo, está ligado a tres formas de pensamiento, el Nacionalismo, el Socialismo y el Islamismo, que consideran a la violencia como una manera o un método utilizado a los fines de generar expansión.

      Sin embargo, en base a lo expuesto, se puede afirmar que el terrorismo no es consecuencia de la mencionada miseria u opresión, sino fruto de mentalidades que legitiman la violencia como una manera de aterrorizar a quien no tiene esos mismos pensamientos, al que se combate de manera ilegal y no convencional, como en el caso del integrismo islámico

      Por regla general, los dirigentes pertenecen a las élites nacionales y no a los estratos populares, siendo su forma de vida, acomodada materialmente, siendo su mensaje ejecutado, sobre todo, por gente de clases medias o altas que ambicionan cambiar el sistema para adaptarlo a su propia utopía.

      De hecho, ni Osama ben Laden ni los dirigentes terroristas de Al Qaeda conocidos hasta la fecha proceden de la miseria sino de segmentos bien acomodados. Esta circunstancia explica el planteamiento estratégico global de Al Qaeda y del terrorismo islamista, donde se observa un planteamiento que persigue expulsar a Occidente, cuya escala de valores es indeseable, de la cercanía de los países islámicos, y apoderarse de una serie de lugares que se consideran territorio de una legítima expansión islámica.

      Entre esos territorios se hallan, por supuesto, Gaza y Cisjordania pero también el continente africano, secciones importantes de Asia como Filipinas e Indonesia y, por supuesto, Al–Andalus, un Al–Andalus cuyo límite norte fijan algunos ideólogos islámicos en Córdoba, Granada o incluso Toledo.

      En ese enfrentamiento, el terrorismo islamista, ha desarrollado una geoestrategia de lucha larga y prolongada que: “(…) se centra en la aceptación de la forma de combate conocida como guerras de cuarta generación”27. Así, Al–Ansar, el órgano oficial de Al Qaeda, publicaría un artículo de Abu Ubeid Al–Qurashi, lugarteniente de Ben Laden en el que, además de reiterar su orgullo por haber perpetrado los atentados terroristas del 11 de septiembre, señalaría las razones estratégicas para esperar una victoria de Al Qaeda en la guerra contra Occidente.

      El triunfo depende de la puesta en marcha de un nuevo tipo de conflicto armado, denominado guerra de cuarta generación, donde se ha considerado a Al–Quds Al–Arabi como uno de los personajes más cercanos a Osama ben Laden, Abu Ubeid Al–Qurashi, como uno de los cerebros más brillantes de la organización terrorista islamista Al Qaeda.

      Así, desmintiendo el pensamiento que identifica el integrismo islámico con un conjunto de fanáticos ignorantes, lo expresado, implica nos hallamos ante un hombre que ha leído y asimilado las teorías estratégicas de personajes de tanta talla militar como William S. Lind, Thomas X. Hammes o Vincent J. Goulding jr. y que entre sus materiales de meditación no sólo utiliza el Corán sino también la Marine Corps Gazette, Survival o Parameters. También es considerado un creyente convencido en la teoría de las guerras de cuarta generación que sostiene que, a pesar de la enorme diferencia de medios existente entre la maquinaria de guerra occidental y la islámica, Al Qaeda no sólo puede obtener la victoria sino que, de hecho, la conseguirá, debido a la enorme dispersión de las fuerzas terroristas, las que pueden atacar en cualquier parte del globo ocultándose y replegándose.

      Por lo tanto, en el enfrentamiento con el terrorismo las fuerzas de los países que lo combaten, se ven mermadas precisamente frente a un adversario que exige el máximo despliegue, donde los terroristas a su vez combate en condiciones muy superiores en el terreno de los medios de comunicación precisamente en el seno de una sociedad, como la occidental, cada vez más mediatizada. Mientras que en las zonas controladas por Al Qaeda o grupos similares resulta imposible por definición contrastar las opiniones emitidas por los órganos de propaganda con la realidad, en Occidente los gobiernos no sólo están fiscalizados por los órganos legales competentes sino también por la opinión pública formada e influida por los medios.

      Por lo tanto, la labor de los medios, es un gran punto a favor de los terroristas, siendo retratados como luchadores por la libertad, patriotas u oprimidos a la vez que representan a los gobiernos propios, al de Estados Unidos o al de Israel como imperialistas sin escrúpulos.

      De acuerdo a lo señalado, Occidente, en especial, Estados Unidos aparece como: “(…) el culpable principal e incluso único de los males que aquejan al Mundo”28. El hambre, los golpes de Estado, la inestabilidad política, las revoluciones tercermundistas nunca son achacados a la pésima gestión de sus gobernantes, a su filtro marxista–leninista (que, por ejemplo, ha aniquilado la economías del Tercer Mundo), a las acciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) (que está en la raíz de la deuda externa del Tercer Mundo) o a la influencia de religiones como el islam.

      Por el contrario, se considera que cualquier grupo armado anti–occidental por ese simple hecho se halla cargado de razón mientras que cualquier respuesta de Occidente para defenderse es ilegítima, inmoral e incluso, como se ha repetido mucho en los últimos tiempos, ilegal.

      Así, se señala que:

       (…) esa perversión de raíces ideológicas explica que periodistas, creadores de opinión y políticos puedan afirmar sin sonrojo que Bush es un personaje mucho más peligroso que Saddam Hussein o Ben Laden, de la misma manera –no lo olvidemos– que en 1940, siguiendo los dictados de la Komintern de Stalin, los partidos comunistas sostenían que Churchill y Roosevelt eran mucho más peligrosos que Hitler, el dictador germánico con el que la URSS había suscrito un pacto en agosto de 1939. Que el “telón de acero” haya caído en el interin no es, por supuesto, óbice para que estas instancias mediáticas legitimen las acciones de los terroristas en Irak o, en casos como el del degollamiento de rehenes, se las minimice comparándolas, no precisamente de manera desfavorable, con la acción de las fuerzas aliadas 29 .

      De esta manera, los medios de comunicación, se han revelado especialmente poderosos con ocasión de la segunda guerra contra el Irak de Saddam Hussein y explica, la estrategia tan diferente seguida por el dictador en su enfrentamiento con Occidente. Mientras que en la primera, Saddam Hussein siguió las reglas de una guerra convencional, la cual perdió, en la segunda, se esforzó por adaptarse a las de un conflicto de cuarta generación. Su esperanza de ganar la guerra no estaba en el resultado de las acciones militares propiamente dichas sino en el impacto que una determinada visión del conflicto ocasionara en los aliados de Estados Unidos y en la opinión pública.

      Frente a ello, y a los innumerables ataques terroristas, las medidas para abordar esa situación impone la necesidad de una política de defensa –que combine una modernización de las fuerzas armadas de cara a la amenaza islamista con una política exterior que fortalezca, de manera preferencial, la alianza con Estados Unidos, siendo indispensable a la vez, una labor educativa que incluya una revalorización social de las Fuerzas Armadas, en las consideradas guerras de cuarta generación, donde la información resulta primordial.

      Es así, que como todos los conflictos armados a lo largo de la Historia, las guerras de cuarta generación requieren de una adaptación de los gobiernos, los Ejércitos y las poblaciones a la nueva situación. СКАЧАТЬ