Название: Historia del Israel bíblico
Автор: Samuel Pagán
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788417131715
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El retorno a las tierras de Canaán debió haber sido lento, paulatino, doloroso, complicado… Según el testimonio escritural, el primer grupo llegó bajo el liderato de un tal Sesbasar (Esd 1.11), de quien no tenemos mucha información. Al tiempo, comenzó el proceso de reconstrucción del templo, que llegó a su término por el año c. 515 a.C. Y para apoyar administrativa y religiosamente el proceso de reconstrucción, el imperio persa envió inicialmente a varios delegados: Por ejemplo, a Zorobabel, el gobernador, y Josué, el sumo sacerdote. Además, los profetas Hageo y Zacarías afirmaron decididamente el importante proyecto de la restauración nacional.
Sin embargo, ese proyecto de reconstrucción fue mucho más complejo de lo que los primeros repatriados pensaron. Se manifestaron problemas de diferente naturaleza, pero todos complicados. La empresa de reconstrucción nacional tuvo graves dificultades económicas, pues aunque el decreto oficial de Ciro aprobaba una partida económica, la verdad es que ese apoyo fiscal nunca se materializó. En la comunidad judía de Jerusalén se manifestaron diferencias de criterio en torno a cómo debía llevarse a efecto el proyecto. Y de particular importancia, entre los conflictos que se manifestaron relacionados con la reconstrucción, está la enemistad histórica y hostilidad creciente de los grupos samaritanos, que rechazaron abiertamente el proyecto judío, y también lo boicotearon.
Un alto funcionario del imperio persa, Nehemías, de origen judío, al percatarse de las dificultades que enfrentaba el programa de reconstrucción en Jerusalén, solicitó ser gobernador de Judá y dirigir él mismo el proceso de restauración. Su llegada a Judá probó ser de gran utilidad administrativa e importancia histórica, pues bajo su mandato y liderazgo no solo se reconstruyeron los muros de protección de la ciudad, sino que se renovó la vida espiritual de la nación (Neh 8—10).
Esdras, que, a la vez, era escriba y sacerdote, llegó también a la ciudad de Jerusalén con el mandato oficial y específico del monarca persa de atender las necesidades cúlticas y espirituales de la comunidad judía, administrar las actividades en el templo de Jerusalén, e incentivar el cumplimiento de la Ley en las dos comunidades judías, la que había quedado en Jerusalén y Judá, y la que había regresado del destierro (Esd 7.12-26).
Algunos estudiosos piensan que las importantes reformas introducidas por Esdras en Jerusalén, fueron responsables para que se conozca el pueblo de Israel como el «pueblo del Libro», en referencia a la Ley de Moisés.
El período helenista. El imperio persa mantuvo su poder como potencia internacional hasta que hizo su entrada en el mundo de la política militar del Oriente Medio un joven general, que deseaba conquistar el mundo conocido: Alejandro el Grande. Ante los avances firmes y decididos de los ejércitos griegos, Darío II de Persia tuvo que ceder el poder regional en la ciudad de Isos (333 a.C.). Y de esa manera comenzó a sentirse en el Creciente Fértil la manifestación firme y continua del helenismo, que no solo era un avance administrativo, político y militar, sino una conquista social, cultural, lingüística y religiosa.
Sin embargo, aunque el imperio de Alejandro se extendió de forma vasta por el mundo antiguo, los conflictos internos y las diferencias entre los generales impidieron que se consolidara el poder y se desarrollaran estructuras políticas estables y definidas. Por esa razón, con la muerte a destiempo de Alejandro, los generales más importantes de su ejército se dividieron el poder y el imperio.
En relación con estos conflictos, la región de Palestina, en un primer tiempo, quedó bajo el poder de los Tolomeos (o Lagidas) en Egipto; aunque con el pasar de los años, toda la región pasó a manos de los Seléucidas, que gobernaban, administraban y llevaban a efecto sus planes políticos y económicos desde el norte, en Siria.
La fuerza del helenismo arropó los diversos sectores del Creciente Fértil, pues el griego pasó a ser en poco tiempo la lengua franca de todo el imperio. Inclusive, los judíos que se habían mantenido en la diáspora comenzaron a utilizar esa lengua como su vehículo de comunicación primario, en sustitución del hebreo y el arameo. Y de esa importante transformación lingüística es que se siente la necesidad, específicamente entre los judíos de Alejandría, Egipto, de traducir la Biblia al idioma griego, de donde se produce finalmente la versión de los Setenta, o la Septuaginta (LXX).
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