Novelas completas. Jane Austen
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Название: Novelas completas

Автор: Jane Austen

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección Oro

isbn: 9788418211188

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СКАЧАТЬ de felicidad hogareña.

      Por Marianne, sin embargo —a pesar de la felonía de haber sobrevivido a su pérdida—, siempre mantuvo ese decidido afecto que lo hacía interesarse en todos sus asuntos y que lo llevó a transformarla en su secreta pauta de perfección femenina; y así, muchas beldades prometedoras terminaron desdeñadas por él después de algunos días, como sin punto de comparación con la señora Brandon.

      La señora Dashwood tuvo la suficiente prudencia de permanecer en la cabaña, sin intentar un traslado a Delaford; y afortunadamente para sir John y la señora Jennings, en el instante en que se vieron privados de Marianne, Margaret había llegado a una edad muy apropiada para bailar y que ya podía permitir se le supusieran enamorados.

      Entre Barton y Delaford había esa constante comunicación que surge naturalmente de un gran cariño familiar; y de los méritos y las alegrías de Elinor y Marianne, no hay que poner en último lugar el hecho de que, aunque hermanas y viviendo casi a la vista una de la otra, pudieron hacerlo sin disputas entre ellas ni producir tensiones entre sus cónyuges.

      Orgullo y Prejuicio

      Capítulo I

      Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, que detenta una gran fortuna, necesita una esposa.

      Sin embargo, poco se sabe de los sentimientos u opiniones de un hombre de tales cualidades cuando entra a formar parte de una comunidad. Esta verdad está tan enraizada en las mentes de algunas de las familias que tratan con él, que estas le consideran de su legítima propiedad y otras de la de sus hijas.

      —Mi querido señor Bennet —le confesó un día su esposa—, ¿sabías que, por fin, se ha alquilado Netherfield Park?

      El señor Bennet contestó que no.

      —Pues así es —insistió ella—; la señora Long ha estado aquí hace un momento y me ha revelado sus pormenores.

      El señor Bennet no hizo ninguna señal de responder.

      —¿No quieres saber quién lo ha alquilado? —se puso nerviosa su esposa.

      —Eres tú la que deseas contármelo, y yo no tengo ningún problema en oírlo.

      Esta predisposición le fue suficiente.

      —¿Cómo se llama?

      —Bingley.

      —¿Está casado o soltero?

      —¡Oh!, soltero, querido, por supuesto. Un hombre soltero y de gran fortuna; cuatro o cinco mil libras al año. ¡Qué buen partido para nuestras hijas!

      —¿Y qué? ¿En qué puede afectarles?

      —Mi querido señor Bennet —respondió su esposa—, ¿cómo puedes ser tan bobo? Te comunico que estoy pensando en casarlo con una de ellas.

      —¿Es ese el motivo que le ha traído?

      —¡Motivo! Tonterías, ¿cómo puedes decir eso? Es muy posible que se enamore de una de ellas, y por eso debes ir a visitarlo tan pronto como esté aquí.

      —No veo la razón para ello. Puedes ir tú con las muchachas o mandarlas a ellas solas, que tal vez sea mejor; como tú eres tan guapa como cualquiera de ellas, a lo mejor el señor Bingley te escoge a ti.

      —Querido, me lisonjas. Es cierto que en un tiempo no estuve nada mal, pero ahora no puedo pretender ser nada excepcional. Cuando una mujer tiene cinco hijas creciditas, debe dejar de pensar en su propia belleza.

      —En tales circunstancias, a la mayoría de las mujeres no les queda mucha belleza en qué pensar.

      —Bueno, querido, en serio, tienes que ir a visitar al señor Bingley en cuanto se instale en la comunidad.

      —No te lo garantizo.

      —Pero piensa en tus hijas. Date cuenta del partido que sería para una de ellas. Sir William y lady Lucas están decididos a ir, y solo con ese objetivo. Ya sabes que normalmente no visitan a los nuevos vecinos. De veras, debes ir, porque para nosotras será imposible visitarlo si tú no lo haces.

      —Eres demasiado discreta. Estoy seguro de que el señor Bingley se alegrará mucho de veros; y tú le llevarás unas líneas de mi parte para asegurarle que cuenta con mi más sincero consentimiento para que contraiga matrimonio con una de ellas; aunque pondré alguna recomendación en favor de mi pequeña Lizzy.

      —Me niego a que obres así. Lizzy no es en nada mejor que las demás, no es ni la mitad de guapa que Jane, ni la mitad de alegre que Lydia. Pero tú siempre la destacas.

      —Ninguna de las tres es muy recomendable —le contestó—. Son tan tontas e ignorantes como las demás muchachas; pero Lizzy posee algo más de ingenio que sus hermanas.

      —¡Señor Bennet! ¿Cómo puedes referirte así de tus hijas? Te encanta disgustarme. No tienes compasión de mis pobres nervios.

      —Te equivocas, querida. Les tengo mucha consideración a tus nervios. Son viejos amigos míos. Hace por lo menos veinte años que te oigo mencionarlos con mucha estima.

      —¡No sabes cuánto sufro!

      —Pero te pondrás bien y vivirás para ver llegar a este lugar a muchos jóvenes de esos de cuatro mil libras al año.

      —Sería inútil si viniesen esos veinte jóvenes y no fueras a visitarlos.

      —Si depende de eso, querida, en cuanto estén aquí los veinte, los visitaré a todos.

      El señor Bennet era una mezcla tan extraña entre ocurrente, sarcástico, reservado y caprichoso, que la experiencia de veintitrés años no había bastado para que su esposa entendiese su carácter. Sin embargo, el de ella era menos difícil, era una mujer de poca formación, más bien inculta y de temperamento desigual. Su meta en la vida era casar a sus hijas; su consuelo, las visitas y el chismorreo.

       Esta fiesta tiene lugar el 29 de septiembre y en Inglaterra se considera el primer día oficial del cuarto trimestre. Vencían ciertos pagos y comenzaban o terminaban los arrendamientos de propiedades.

      Capítulo II

      El señor Bennet fue uno de los primeros en presentar sus respetos al señor Bingley. Siempre tuvo el deseo de visitarlo, aunque, en última instancia, siempre le aseguraba a su esposa que no lo haría; y hasta la tarde después de su visita, su mujer no se enteró de nada. La cosa se llegó a saber por el siguiente camino: observando el señor Bennet cómo su hija se colocaba un sombrero, dijo:

      —Espero que al señor Bingley le sea de su agrado, Lizzy.

      —¿Cómo СКАЧАТЬ