Название: La masonería
Автор: Francesc Cardona
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Colección Nueva Era
isbn: 9788418211089
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Muchos eclesiásticos admitidos en las logias aceptadas no estaban de acuerdo con un esoterismo incomprensible para ellos, y manifestaron: “No es la obra la que puede instalar el Paraíso en la Tierra, sino la bondad, la caridad, la virtud modelo, pues todos los hombres son semejantes y una ley es suficiente para todos”.
Las Constituciones de Anderson
Los accepted masons (masones aceptados) habían contribuido a la restauración en el trono inglés del rey Carlos II de la casa Estuardo de procedencia escocesa (1660-1681) y masón. Sin embargo, aunque otorgó su protección a las hermandades, no está claro que recibiera de ellas los auxilios necesarios para recuperar la Corona. Al parecer, sus partidarios terminarían por alejar de las asambleas a los masones más pacíficos13 circunstancia que contribuyó a la drástica disminución de las logias que quedaron casi sin afiliados a comienzos del siglo XVIII. De nada sirvió el celo desplegado por el gran maestro y arquitecto Christopher, que tuvo que dimitir en 1712.
Fue entonces cuando la logia de San Pablo de Londres decretó que los privilegios de los masones serían para todas las profesiones, con el fin de aumentar el número de miembros de las logias decadentes. Así nació la masonería moderna.
Sin embargo, los tiempos revueltos acontecidos durante los últimos años del reinado de la reina Ana (1702-1714) y la subida al trono del rey Jorge I de Hannover, que provocó las revueltas del nombre del pretendiente Estuardo, no permitieron que las reformas de la logia londinense dieran sus frutos, sumidas las demás en una inanición que se agravó con la dimisión de Wren.
En febrero de 1717, la logia londinense puso toda su carne en el asador para reavivar la agónica hermandad. El 24 de junio de aquel mismo año reunió cuatro logias constituyendo la Gran Logia de Londres14. Fue el tiempo definitivo de la masonería especulativa. Ocho años después las cuatro logias se convertirían en sesenta y cuatro con mayoría londinense. Paralelamente se duplicarían las denominadas Constituciones de Anderson y se transformarían en el texto de la masonería especulativa.
La reducción de las constituciones para la Orden del Gran Arquitecto del Universo, corrió a cargo de dos pastores protestantes, Jean-Théophile Désaguliers y James Anderson. El nombre de este último es el que figura en el frontispicio de las constituciones, por lo que desde entonces serán conocidas como Constituciones de Anderson. La primera edición apareció en 1723.
James Anderson nació alrededor de 1684 en Aberdeen (Escocia) se hizo pastor presbiteriano y se trasladó a Londres en 1709. Atraído por la masonería en 1721 recibió instrucciones de la gran logia para realizar una reforma de la antigua constitución. El resultado fueron las famosas constituciones ayudado por otro pastor protestante Jean-Théophile Désaguliers, hijo de un pastor y maestro de filosofía experimental en Oxford, gran amigo de Newton y Huygens, aunque en el campo masónico no era más que Cowan, masón no iniciado. Por suerte, su influencia en la evolución de la gran logia inglesa quedó velada, en beneficio de Anderson. Todo lo que se puede decir de ella es que como otras veces, el místico de la fraternidad y el defensor de la observación se aliaban para asegurar el triunfo del hermano.
Jean-Théophile Désaguliers
El texto de las Constituciones es fundamental para el estudio de la filosofía de sociedad secreta, así como la conducta a seguir por sus miembros y las líneas maestras de su organización.
En algunas ediciones no figuran los orígenes y desarrollo histórico de la hermandad y aunque son muy peregrinos y fabulosos, son interesantes por el esoterismo y grado de iniciación que encierran.
Según Anderson, Caín ya había sido masón, y habría sido constructor de la primera ciudad porque su padre Adán, el primer ser humano le había transmitido un conocimiento ya bastante elevado de geometría. La asociación había continuado con Noé y sus hijos hasta el punto de señalar el propio Anderson, más tarde, que el primer nombre de los masones habría sido el de noáquidas. Es rarísimo que un hombre de su formación bíblica pudiera escribir semejantes aciertos.
Anderson se refirió después a Euclides, a Moisés, gran maestro masón, sin olvidar a Salomón y a su famoso templo. Se detiene, especialmente, en la figura de Hiram Abiff que lo menciona como “lujo de la vida” y pone énfasis en su muerte y resurrección por no querer revelar los secretos de la hermandad, los ecos de la figura de Jesús son evidentes.
Sin embargo, el relato de este pasaje se tambalea en cuanto la existencia real del personaje, hasta el punto de rechazarlo muchas veces, relegándolo a un relato meramente simbólico.
De Hiram el conocimiento oculto masónico según Anderson, habría pasado a Grecia, Sicilia y Roma, que había producido el estilo augusteo muy estimado por él, y para mayor disparate, habría sido el franco Carlos Martel quien habría llevado la masonería a Inglaterra tras la invasión sajona. Desde entonces la sociedad secreta había sobrevivido en los gremios de albañiles medievales.
Anderson confesaba basarse para su obra en antiguos textos ingleses, escoceses, irlandeses e italianos, cosa totalmente improbable. Además adulteró fórmulas tan trascendentales como la invocación a la trinidad contenida en los textos de los gremios medievales, que según él había guardado el saber masónico. Anderson pues, prescindió de dicha invocación en el encabezamiento primero, recalcando que había llegado la hora de renunciar a sus religiones cristianas anteriores (cosa que habían profesado hasta entonces) y obligándoles solo a esa religión que todos los hombres están de acuerdo (Deísmo).
“La masonería se convierte así en el centro de unión y los medios de conciliar la verdadera amistad entre personas que habían permanecido distanciadas”.
Así Anderson priva de su carácter cristiano a los gremios de albañiles medievales, con lo que se afirmaba su vínculo histórico, y situaba la asociación por encima de los vínculos que cada uno tuviera con su propia fe.
Anderson y Désaguliers, al utilizar la logia sus fórmula y tradiciones, buscaron en la masonería un lugar de encuentro de hombres de cierto nivel cultural con inquietudes intelectuales que estuvieran interesados por el humanismo, base de una fraternidad universal por encima de divisiones y doctrinas sectarias.
“Un masón es un sujeto pacífico, sujeto a los poderes civiles, que nunca se va a implicar en conjuros o conspiraciones contra la paz y el bienestar de la nación”, era un intento ante tantos sufrimientos acarreados a Europa por la Reforma y la Contrarreforma.
El capítulo III trata de las logias y de las condiciones para su admisión en ellas: “deberán ser hombres buenos y veraces, nacidos libres y de edad discreta y madura, no siervos, ni mujeres, ni hombres inmorales ni escandalosos, sino de los que se hable bien”.
La masonería sería así como un cuerpo de élite en el que se definen claramente las diferencias por razón de su condición social, sexual y moral, aunque las dos exigencias primeras fueran más estrictas que la tercera. Ningún ataque o disputa serán permitidos en el interior de la logia y mucho menos las polémicas relativas a la religión o a la situación política. Se inculca la práctica de la virtud por el sentimiento del deber, no por la esperanza de premios por el temor de castigos. Los masones por encima de naciones, estirpes y lenguas buscan sobre todo “el bien de la logia”, ya que pertenecen a la religión universal.
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