Название: Un puñado de esperanzas
Автор: Irene Mendoza
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: HQÑ
isbn: 9788413072494
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—Mi padre también se suicidó, muy lentamente, pero me dejó ser consciente del proceso. Tu madre tuvo más piedad de ti —le dije.
Frank me miró y creí que se pondría a llorar, pero no lo hizo.
—Mi padre quiere casarse con esa putilla. Pensé que sería como con las otras, pero parece que con esta va en serio. Se hace viejo y no quiere estar solo —rio mordaz.
—Frank, es su vida, déjale.
Pero no me escuchaba y continuó con su monólogo.
—Siempre pensé que ella se había suicidado por mi culpa. Yo le dije que papá tenía una amiga, fui yo. Los vi y se lo conté a mi madre. Ahora resulta que se eran infieles el uno al otro. Seguían juntos por imagen, todo era mentira. Las fotos de mi madre con mi padre en las revistas, los bailes en el Waldorf, las fiestas… Y mi padre va y me jura que la quería, que la quiso siempre, pero que mi madre era muy complicada.
—Puede que fuese verdad, puede que la quisiese.
—¡Puf! ¡Basura! Todo era mentira —dio otro sorbo al té y otra calada llena de rabia—. Y esa… Fue a por él desde el principio. Mi padre me ha pedido que por lo menos guarde las apariencias, aunque no la tolere, y le he dicho que yo no soy mi madre. Ahí ha comenzado toda la discusión.
—Frank, tu eres más lista que ellos y no cometerás los mismos errores.
—¿Eso crees? —me dijo con tristeza—. Eso es lo que intentas tú, ¿verdad, Mark?
No respondí. Ella leía en mí como en un libro abierto y aún no sé cómo.
Allí estaba Frank, en sujetador negro y liguero, mirándome a los ojos y de pronto sentí cómo la atmósfera se iba cargando de una intensa sensualidad que emanaba de su cuerpo y también del mío, llenando el espacio circundante entre ambos, con la música y todo cuanto nos rodeaba, llenando hasta nuestra soledad.
Creo que en ese instante fuimos conscientes de que Pocket ya no estaba y de que ambos nos deseábamos con vehemencia. No hablábamos, no nos movíamos, pero ambos nos escrutábamos codiciosos y febriles.
Frank se quitó el sujetador sin apartar sus ojos de los míos, mirándome con aquellos inmensos ojos acuosos y hambrientos y yo le contemplé los pechos maravillado, aguardando una señal suya para comenzar a tocarla y besarla.
Me moría de ganas de hacérselo y me parecía que la noche anterior había ocurrido hacía mucho tiempo. La excitación que había sentido esa tarde en su casa volvía con renovado furor. Fue entonces cuando habló.
—Cuando me lo haces me olvido hasta de mi nombre, ¿sabes, Mark?
Temblé de puro placer al escucharla. No podía creer lo que ella me estaba susurrando con la voz más erótica y sensual que había escuchado en mi vida.
—Mark, haz que lo olvide. Fóllame como anoche y haz que lo olvide todo —dijo.
Me suplicó de tal manera que mi erección comenzó a crecer inmediatamente bajo mis boxers.
—Yo no te follo, princesa… yo te hago el amor —le susurré acercándome a su boca y acariciando su escote con mi nariz.
Quería sexo, era su forma de dejar de lado el mundo, ahora me daba cuenta y me reconocía en ella, en su necesidad de escapar, de evadirse conmigo, así que eso es lo que tendría. Y yo estaría encantado de proporcionárselo.
Me quité rápidamente los boxers bajo la atenta mirada de Frank, que al ver mi erección en plenitud se mordió el labio con total descaro. No pude evitarlo y me lancé a sus pezones como un desesperado, chupándolos consecutivamente, tirando de ellos, apretándolos entre mi lengua y el paladar, saboreándolos y mordisqueándolos entre los dientes con apasionada ternura. Ella gimió como si le doliesen y yo frené pensando automáticamente que quizás había sido demasiado rudo.
—¿Te he… hecho daño? —susurré.
—Es que… —Negó con la cabeza—. Los tengo muy sensibles.
—Entonces… los dejaré —dije besándoselos con ternura, acunando sus pechos entre mis manos.
Frank suspiró con fuerza cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás.
—No, hazlo, chúpame, muérdeme, me encanta. —Sonrió.
Así que continué con aquel tratamiento tan poco delicado para sus pezones. Después, cuando Frank ya no podía parar de jadear fui bajando por su vientre, lamiéndolo y haciendo que su piel se erizase al paso de mi lengua. No paré, la tumbé sobre la cama y proseguí hasta alcanzar su pubis y después sus pliegues, tiernos y cálidos, animado por sus cada vez más intensos gemidos, le quité las bragas y hundí mi lengua en ella para dedicarme por completo a apretar su clítoris, frotando y lamiendo, succionando y estrujando, sin otra idea en la cabeza que conseguir un rato más de esos sonoros jadeos perfectos.
Mi duro miembro presionaba contra el colchón palpitando, aguardando su momento, pendiente de su placer.
La dependencia era mutua porque en cuanto dejé de dedicarme a ella para poder contemplar cómo disfrutaba, Frank protestó ansiosa manifestándome su impaciencia, con la cara transfigurada por el placer, aún con el liguero y las medias negras puestas.
Sonreí y mordisqueé su protuberancia suave, sonrosada y dura y tiré un poco haciendo que Frank se tensase y gritara. Volví a hacerlo, sumergido entre sus muslos, y entonces Frank estalló. Su sexo explotó en una intensa secuencia de palpitantes y temblorosos espasmos que arquearon todo su cuerpo mientras sus muslos aprisionaban mi cabeza y ella gritaba un agudo y triunfal «joder». Mis labios presionaron todo lo que fui capaz de abarcar mientras la punta de mi lengua se explayaba chupando y chupando, sintiendo su húmedo placer vibrando en mi boca. Emití un gruñido de pura satisfacción y ella agarró mi cabeza con sus manos para que continuase besando su clítoris. No quería que parase.
El orgasmo fue desapareciendo y dando paso a una voluptuosa dejadez que quise admirar elevándome sobre ella, contemplándola fascinado.
Frank estaba tumbada, con los ojos cerrados, relajada y satisfecha y yo me puse sobre su cuerpo para penetrarla suavemente. Quería notar su calor sin nada que me separase de su piel. El quejido de gusto que salió de sus labios me hizo jadear con fuerza y recordar que debía ponerme un preservativo, no iba a aguantar tanto placer mucho más. Hice el intento de salir de ella, pero Frank me sujetó por las caderas mientras fruncía el ceño.
—Tengo que… —jadeé.
—No, aún no, espera un poco, quiero sentirte así, sin nada, solo tu piel —gimió con voz ronca.
Suspiré maravillado y mi polla palpitó en su interior como respuesta. Frank volvió a gemir de nuevo y presionó sus caderas contra las mías para pedirme más. ¿Cómo iba a negarle nada?
Capítulo 14
Do I Wanna Know?
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