Название: Grandes retos del siglo XXI
Автор: ОтÑутÑтвует
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 9786070252587
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De mayor interés aún son las contribuciones de la física cuántica a las comunicaciones inalámbricas, con internet y los servicios derivados de él a la cabeza, incluido el ya indispensable teléfono móvil. Se estima que operan en el mundo alrededor de 6 000 millones de teléfonos portátiles, lo que se acerca significativamente al número de pobladores del planeta. Otro capítulo de relevancia en el que la tecnología de origen cuántico ha tenido enorme impacto es el cómputo. Desde las enormes computadoras en uso hasta la minilaptop, juegan ya un papel en nuestra cotidianidad muy difícil de evaluar y aún más de exagerar en importancia. Para la ciencia y para la tecnología la computadora se ha convertido en el instrumento indispensable. Durante varios siglos hubo dos formas de hacer ciencia, particularmente física (y astronomía y química): la experimental u observacional y la teórica. Ahora son tres, pues a las dos anteriores se ha agregado una tercera que cada día adquiere mayor importancia relativa: la simulación. Ésta es lo que su nombre indica: el estudio de los fenómenos o procesos de interés (de la naturaleza que sean, desde matemáticos hasta sociales o psicológicos) mediante su simulación en una computadora.
El impulso que ha adquirido la ciencia, y muy particularmente las ciencias naturales, nos augura para un futuro próximo resultados importantes, aunque seguramente impredecibles en su mayor parte. Nuestros abuelos no podrían haber predicho lo que hoy vivimos, así como nosotros tampoco podemos entrever con razonable seguridad cuáles serán los resultados que la ciencia nos habrá de brindar dentro de algunas décadas. Sin embargo, a plazo corto las cosas son más claras. Hay dos grandes motores que mueven a la ciencia. Uno de ellos es interno a ella. Opera cuando la ciencia se plantea como tema de estudio un problema que le es propio y consustancial. Podemos prever algunos de los problemas de peso que habrán de encontrar respuesta en el curso de las próximas décadas. Los neurólogos, por ejemplo, nos han dicho que el problema de la conciencia encontrará solución en el curso del presente siglo. Por mí, preferiría un plazo mucho más corto, pues me gustaría conocer la solución.
En el terreno de la física hay enorme actividad alrededor del estudio de los sistemas complejos. Pero, todavía no existe una teoría general de ellos, pues las matemáticas de los sistemas no lineales, que les son fundamentales, están aún por desarrollarse. Seguramente en el curso de algunos años se avanzará mucho en esta tarea. Algo análogo podemos decir respecto a lo que probablemente se deba considerar como el gran problema físico por resolver hoy en día: la unificación de la relatividad y la física cuántica. Estas teorías no han podido encontrar acomodo en una visión única del mundo físico; nos presentan dos visiones divergentes del mundo físico, el que es, sin embargo, único. La solución de este problema, tema al cual están abocados en este momento miles de físicos teóricos dispersos en el mundo, nos dará una visión unificada y seguramente que riquísima de todas las fuerzas que ocurren en la naturaleza. Cuando se llegue a ella constituirá la mayor síntesis que habrá creado la mente humana. Éste es uno de los mayores retos de la física contemporánea.
A los temas de frontera que es necesario atender seriamente para alcanzar las metas visibles, debo agregar la propia teoría cuántica y, más en particular, la mecánica cuántica. Muchos colegas que lean o escuchen esto fruncirán las cejas, pero hay otros que prestarán atención. El punto está en que (como ha sido reconocido por la comunidad científica a través de diversas encuestas) el siglo XXI ha heredado los problemas de fondo de la mecánica cuántica. De hecho, desde su fundación un número importante de físicos, incluyendo a varios de sus fundadores mismos, han objetado muchas de sus características. A ello se suma que, lejos de ser una teoría fundamental de la naturaleza, la mecánica cuántica se constriñe a describir lo que observamos. En otras palabras, se trata de una teoría de carácter fenomenológico, un tanto similar a la termodinámica. La conclusión es que aún no hemos entendido correctamente la física del mundo cuántico, no obstante los innumerables éxitos y la magnífica estructura lógica de la teoría. Tratar de unificar la relatividad con la mecánica cuántica como la conocemos puede conducir a transportar los problemas de esta última a la nueva física que pretende construirse. Portaríamos con ella el pecado original. Más seguro parece corregir primero lo que está a la mano para usar el instrumento una vez sano para dar el siguiente paso. Una solución satisfactoria a los problemas fundamentales de la teoría cuántica podría, por lo demás, arrojar luz sobre el problema de la unificación.
Mencionamos que hay un segundo gran motor que mueve e impulsa la ciencia. Éste es el motor social, que con frecuencia resulta más potente y más activo que el motor interno. Desde la electricidad, los grandes avances se dan en el laboratorio científico, para quedar en las manos de los inventores, los ingenieros y las industrias el darles su forma industrial y diseminar el producto. El papel que la imprenta de Gutenberg jugara como impulso al Renacimiento europeo, a la Reforma, a la Iluminación, a la ulterior revolución científica y, finalmente, a las grandes masas urbanas al hacer extensivo el aprendizaje, lo juega hoy la ciencia, instalada ya como base de una actividad social y económica central. No es erróneo, en el fondo, hablar de la sociedad del conocimiento. Sólo que también aquí existen profundas diferencias.
¿Le podríamos hablar sin mortificación a un habitante de Haití o de Costa de Marfil de la sociedad del conocimiento o de una industria de base científica? Aunque en una escala menos grave, una duda análoga me viene a la mente al considerar a los países latinoamericanos. Los grandes productos de la ciencia han surgido en los países industrializados, que han aprendido a utilizar la ciencia en su beneficio. Estos países desarrollados han mantenido una política de apoyo a la ciencia y al desarrollo tecnológico propio de manera sostenida durante siglos y el resultado está a la vista. No es ésta la ocasión para preguntarnos sobre el origen de los capitales requeridos para realizar tales empresas. Lo que interesa ahora es que hubo una clara política de desarrollo tecnológico propio, impulsada de manera mancomunada por los gobiernos y la industria. La industria utilizó sus recursos para aprender a hacer, y hace. Recordemos, por ejemplo, que la compañía Bell Telephone (transformada después en ATT) ha poseído ella sola un número mayor de premios Nobel entre sus investigadores que la suma de todos los premios Nobel latinoamericanos. Esto es un buen índice del nivel de conocimientos que distingue a la industria verdaderamente moderna.
Lo característico de nuestros países, sobre todo del nuestro durante las últimas décadas, es, desafortunadamente, el desinterés hacia la ciencia y la construcción de una industria verdaderamente nacional y de base científica. Con ojos miopes puestos en el exterior se prefiere comprar el producto del conocimiento, pagado a precios exorbitantes, antes que utilizar y desarrollar nuestros conocimientos y recursos para hacer en casa lo que la casa demanda. Gobierno e industria consideran más apropiado comprar el producto elaborado sin darse cuenta que ello hipoteca nuestro futuro y frena nuestro propio desarrollo. Hoy por hoy, hasta más de la mitad del maíz y del frijol que consumimos es importado.
Piénsese en el ejemplo de la energía eólica. Se decidió, por cierto con bastante retardo, dar los primeros pasos en su uso en nuestro país. En vez de crear una empresa nacional con laboratorios de investigación y los vínculos apropiados con las universidades para el diseño y producción de los aerogeneradores y demás requerimientos, se entregó el paquete entero a una empresa extranjera. Y ¿cuántos paquetes de energía solar hemos comprado, siendo México uno de los países que recibe más energía solar en el mundo, por lo que deberíamos ser líderes en este terreno? Hasta ahora todos los esfuerzos nacionales en este terreno han sido aislados e insuficientes; significativos sí, pero menores respecto a lo que el país debería estar haciendo. Simplemente, no existe política estratégica oficial al respecto; ni en general para el usufructo y desarrollo de la ciencia, ni para el desarrollo tecnológico e industrial. El país no está aprovechando, en consecuencia, la amplia capacidad СКАЧАТЬ