Llegada . Морган Райс
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      —Sácanos de aquí —dijo Kevin, y Chloe asintió.

      La furgoneta avanzaba a trompicones mientras ella conducía, al parecer sin importarle si golpeaba a los controlados o no. Giraron bruscamente para evitar un coche, y un soldado se lanzó y se metió en el camino de la furgoneta. Chloe no disminuyó la velocidad ni tan solo un momento y el crujido al golpearlo fue horrible. Rebotó en el capó y rodó por el suelo hasta ponerse de pie, pero para entonces ellos ya estaban lejos.

      O, por lo menos, algo lejos. No podían ir muy rápido por la carretera de la montaña, especialmente con el peligro de los coches abandonados por el camino, dejados allá donde la gente estaba cuando el vapor había transformado a sus ocupantes. Chloe zigzagueaba entre ellos, pero esto todavía los frenaba lo suficiente como para que los controlados que corrían detrás de ellos siguieran el ritmo.

      —No van a rendirse —dijo Luna echando la vista atrás.

      —Ellos no se cansan, no paran —dijo Chloe, y algo en la forma en que lo dijo dio a entender que lo había aprendido a las malas—. Sujetaos todos.

      Kevin se agarró al salpicadero cuando aceleraron, la furgoneta serpenteaba de forma alarmante mientras iba a toda velocidad esquivando los obstáculos del camino. Kevin estaba seguro de que chocarían en cualquier momento, pero de algún modo, increíblemente, no lo hicieron. Chloe giraba violentamente el volante de un lado al otro, y la furgoneta se movía atropelladamente como respuesta.

      Derraparon cerca del borde de la carretera, y Kevin no sabía qué sería peor: chocar o que los atraparan. Pero parecía que Chloe lo había decidido, pues no redujo la velocidad. Bajaron a toda velocidad por la montaña, y ahora Kevin veía caer a los controlados por detrás más y más a lo lejos.

      —Lo conseguimos —dijo—. Sobrevivimos.

      Luna lo abrazó. Por encima del hombro, Kevin vio la mirada en el rostro de Chloe cuando lo hizo.

      —Ahora lo único que tenemos que hacer —dijo Luna— es ir a la ciudad, asaltar un lugar del que escapamos con dificultad y encontrar un mensaje de un segundo grupo de extraterrestres sin que nos cojan los primeros.

      Visto así, parecía una tarea imposible. Kevin apenas podía imaginar llegar al instituto de la NASA sanos y salvos, pero aun así tenían que hacerlo.

      Era la única esperanza que tenía el mundo.

      CAPÍTULO CINCO

       —Tengo tentaciones de preguntar si falta mucho —dijo Luna sonriendo a Kevin.

      Kevin debería haber supuesto que uno de los problemas más grandes de un viaje como este no era solo el peligro de chocar, o que los controlados les tendieran una emboscada, o algo así. Era la posibilidad de que Luna se pudiera aburrir lo suficiente como para empezar a pensar en maneras de entretenerse. No tenía ninguna duda de que eso significaría una discusión con Chloe y, puesto que Chloe conducía, eso no parecía nada bueno.

      Muchas cosas no lo parecían, desde la nave espacial alienígena, del tamaño de la luna y amenazante, que colgaba del cielo al vacío casi silencioso de las carreteras. Todo esto le recordó lo extraña que era toda esta situación, y lo mucho que había cambiado el mundo casi de la noche a la mañana.

      —¿No puedes conducir más rápido? —preguntó Luna.

      —¿Quieres ir más rápido? —dijo Chloe, y apretó el acelerador.

      Kevin se agarró. Una vez salieron de la montaña, las carreteras se abrieron un poco, pero eso no significaba que sencillamente pudieran ir tan rápido como quisieran. En primer lugar, Kevin dudaba que Chloe supiera conducir más de lo que sabían Luna o él.

      Además, todavía había demasiados coches en la carretera para ello.

      —Baja la velocidad —dijo Kevin cuando esquivaron como un torpedo un Chevy aparcado en medio de la autopista, cuyo propietario hacía tiempo que se había ido. Apenas pasaron derrapando por delante de una moto que habían dejado a un lado, abandonada—. Chloe, por favor, reduce la velocidad.

      Redujeron un poco y, probablemente, fue bien que lo hicieran. Ahora había coches esparcidos por todas partes, en su mayoría abandonados allá donde habían convertido a sus dueños, pero algunos de ellos eran poco más que masas de metal retorcidas allá donde evidentemente habían colisionado.

      Un camión cisterna estaba tumbado de lado en el borde de la autopista, y el petróleo se filtraba en la tierra que lo rodeaba. Una chispa lo hubiera encendido y, en ese mismo momento, a Kevin le pareció entender lo que eso significaba.

      —Tenemos que trabajar juntos —dijo, intentando calmar un poco las cosas. Intentaba pensar en lo que hubiera dicho su madre en una situación así, o Ted, o la Dra. Levin. El único problema con eso era que dolía demasiado pensar en todas las personas que les habían quitado, que ahora incluso podrían estar en la nave que colgaba del cielo como una segunda luna.

      —Nosotros… todo el mundo ha desaparecido —dijo, tragándose el dolor—. Todos hemos perdido a gente. A todos nos han pasado cosas malas—. Esta no parecía una cosa lo suficientemente buena como para contener todo aquel horror—. A todos nos duele y no podemos discutir solo porque es malo. Solo sobreviviremos a esto si trabajamos juntos.

      Las demás se quedaron calladas un ratito.

      —Vale —dijo por fin Chloe.

      —Sí, supongo —le dio la razón Luna.

      Continuaron conduciendo, la vieja furgoneta se abría camino traqueteando y dando sacudidas a lo largo de las carreteras atestadas con los escombros de los últimos momentos de la gente antes de que los extraterrestres los cogieran. Había cartones de comida rápida abandonados y vehículos abandonados, mascotas abandonados que deambulaban al lado de la carretera, y gente tirada allá donde habían caído cuando los coches habían chocado con ellos, tan inmóviles que era evidente que no se podía hacer nada para ayudarlos, incluso aunque Kevin hubiera sabido algo de medicina.

      Alzó la vista y vio la nave espacial en órbita por encima del mundo. ¿Su madre estaba allí, o estaba en una de las naves que Luna y él habían visto bajar de ella para planear por encima de las ciudades del mundo? Tal vez la habían dejado andando por ahí, esperando algo más, igual que los excursionistas y los soldados de la montaña. Kevin no estaba seguro de cual de esas opciones debía esperar. Ninguna de ellas parecía buena.

      —Mira —dijo Luna señalando.

      Kevin vio lo que estaba señalando inmediatamente. La gran nave que se había colocado sobre San Francisco todavía estaba allí, cerniéndose increíblemente sobre la ciudad mientras de vez en cuando lanzaba unas formas mucho más pequeñas. Después de tanta tranquilidad en las carreteras, ese movimiento era casi tan estremecedor como el hecho de que hubiera una nave espacial allí quieta.

      Casi.

      —De hecho, nos dirigimos hacia ella —dijo Chloe—. No tiene muy buena pinta.

      —Bueno, en eso podemos estar de acuerdo —dijo Luna.

      Probablemente fuera casi la única cosa en la que estuvieran de acuerdo, pero aun así tenían que ir hasta allí. Tenían que hacerlo, pues en ese momento, parecía la única esperanza que pudiera СКАЧАТЬ