El Don de la Batalla . Морган Райс
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Читать онлайн книгу El Don de la Batalla - Морган Райс страница 14

СКАЧАТЬ de lo que Darius jamás había escuchado, y le llevó un instante darse cuenta de que no era la trompeta de un hombre, sino la trompa de un elefante. Al mirar hacia la puerta, con el corazón latiendo fuerte ante la expectación, de repente aparecieron, para su sorpresa, dos elefantes completamente negros, con largos colmillos de un blanco reluciente, con los rostros retorcidos por la furia mientras se echaban hacia atrás barritando.

      El ruido hacía temblar el mismo aire. Levantaban sus patas delanteras y las bajaban con un estruendo, golpeando el suelo con tanta fuerza que lo hacían temblar, haciendo perder el equilibrio a Darius y a su padre. Encima de ellos iban soldados del Imperio, empuñando lanzas y espadas, vestidos con armaduras de la cabeza a los pies.

      Mientras Darius los inspeccionaba, alzando la vista para mirar a aquellas bestias, más grandes que cualquier cosa que se hubiera encontrado en la vida, supo que no había manera que él y su padre pudieran ganar. Se dio la vuelta y vio que su padre estaba allí, sin miedo, sin echarse atrás mientras miraba a la muerte fijamente a la cara de forma estoica. Esto le dio fuerza a Darius.

      “No podemos ganar, Padre”, dijo Darius, manifestando lo evidente mientras los elefantes empezaban a ir al ataque.

      “Ya hemos ganado, hijo mío”, dijo su padre. “Estando aquí y encarándonos a ellos, sin dar la vuelta y correr, los hemos derrotado. Nuestros cuerpos puede que mueran aquí hoy, pero nuestro recuerdo continúa vivo y ¡será un recuerdo de valor!”

      Sin más palabras, su padre soltó un grito y se dispuso a atacar y Darius, inspirado, gritó y fue al ataque a su lado. Los dos corrieron hasta encontrarse con los elefantes, corriendo tan rápido como podían, sin ni siquiera dudar por encontrarse con la muerte de cara.

      El momento del impacto no fue lo que Darius esperaba. Esquivó una lanza que el soldado que iba encima del elefante le lanzó directamente a él, después levantó su espada y le dio una cuchillada en el pie al elefante mientras este iba directo hacia él. Darius no sabía cómo golpear a un elefante o si el golpe tendría algún impacto.

      No lo tuvo. El golpe de Darius apenas le arañó la piel. La enorme bestia, enfurecida, bajó su trompa y la balanceó hacia los lados, golpeando a Darius en las costillas.

      Darius salió volando por los aires a unos nueve metros, sintiendo que le faltaba el aire y cayó de espaldas, dando vueltas por la arena. Dio más y más vueltas, intentando recuperar el aliento mientras escuchó el grito ahogado de la multitud.

      Se dio la vuelta e intentó vislumbrar a su padre, preocupado por él, y por el rabillo del ojo vio que arrojaba su lanza hacia arriba, apuntando a los ojos de uno de los enormes elefantes y, a continuación, se apartaba rodando mientras el elefante iba a por él.

      Fue un golpe perfecto. Se clavó firmemente en su ojo y, al hacerlo, el elefante gritó y barritó, sus rodillas cedieron cuando tropezó hacia el suelo y rodó, llevándose con él al otro elefante en una enorme nube de polvo.

      Darius consiguió ponerse de pie, inspirado y decidido, y fijó la mirada en uno de los soldados del Imperio, que había caído y estaba rodando por el suelo. El soldado logró ponerse sobre sus rodillas, entonces se dio la vuelta y, todavía agarrando su lanza, apuntó hacia la espalda del padre de Darius. Su padre estaba allí, desprevenido, y Darius supo que estaría muerto en un instante.

      Darius se puso en acción. Fue hacia el soldado, levantó su espada y, de un corte, le quitó la lanza de la mano, a continuación la blandió y lo decapitó.

      La multitud vitoreó.

      Pero Darius tuvo poco tiempo para gozar de su triunfo: escuchó un gran estruendo y, al darse la vuelta, vio que el otro elefante -junto con su jinete- había conseguido ponerse de pie y se le echaba encima. Sin tiempo para apartarse de su camino, Darius se tumbó sobre su espalda, cogió la lanza y la sostuvo recta hacia arriba, mientras el pie del elefante se acercaba. Esperó hasta el último momento, entonces se apartó rodando por el suelo de allí mientras el elefante se disponía a aplastarlo contra el suelo.

      Darius sintió un fuerte viento cuando el pie del elefante pasó a toda velocidad por su lado, no tocándolo por centímetros y, a continuación, escuchó un grito y el ruido del impacto de la lanza en la carne. La lanza se levantó hacia arriba, atravesó su carne y salió por el otro lado.

      El elefante corcoveaba y chillaba, corriendo en círculos y, mientras lo hacía, el soldado del Imperio que iba montado en él, perdió el equilibrio y cayó desde unos quince metros, gritando al llegar al suelo para encontrarse con su muerte, aplastado por la caída.

      El elefante, todavía llevado por la furia, se balanceó hacia el otro lado y golpeó a Darius con su trompa haciendo que saliera volando una vez más y cayera en la otra dirección, Darius sentía como si todas sus costillas se estuvieran rompiendo.

      Mientras Darius andaba sobre sus manos y sus rodillas, intentando recuperar la respiración, alzó la vista y vio a su padre luchando con valor contra varios soldados del Imperio que habían dejado salir por las puertas para ayudar a los demás. Giraba y acuchillaba y daba golpes con su garrote, derribando a varios de ellos en todas direcciones.

      El primer elefante que había caído, con la lanza todavía en el ojo, consiguió ponerse de pie, alentado por un latigazo de otro soldado del Imperio que se subió de un salto sobre su lomo. Bajo su mando, el elefante se rebeló y después fue directo hacia el padre de Darius quien, desprevenido, continuaba luchando contra los soldados.

      Darius observaba cómo sucedía mientras estaba allí sin poder hacer nada, su padre demasiado lejos de él y él incapaz de llegar allí a tiempo. El tiempo iba más despacio mientras él veía cómo el elefante se dirigía directamente hacia él.

      “¡NO!” gritó Darius.

      Darius observó horrorizado cómo el elefante iba corriendo a toda velocidad hacia delante, directo hacia su padre, que estaba desprevenido. Darius echó a correr por el campo de batalla, a toda prisa para llegar a tiempo y salvarlo. Pero sabía que aunque corriera, aquello era inútil. Era como observar cómo su mundo se hacía pedazos a cámara lenta.

      El elefante bajó sus colmillos, corrió hacia delante y atravesó a su padre por la espalda.

      Su padre gritó, mientras le salía la sangre por la boca y el elefante lo levantaba por los aires.

      Darius sintió que su corazón se cerraba en un puño mientras veía a su padre, el guerrero más valiente que jamás había visto, por los aires, atravesado por el colmillo, luchando por liberarse a pesar de que estaba muriendo.

      “¡PADRE!” chilló Darius.

      CAPÍTULO DIEZ

      Thorgin estaba en la proa del barco, agarrando con fuerza la empuñadura de su espada y mirando horrorizado al enorme monstruo marino que salía de las profundidades del mar. Era del mismo color que el mar de sangre que había allá abajo y, al alzarse más y más, proyectaba una sombra sobre la poca luz que había en aquella Tierra de Sangre. Abrió sus enormes mandíbulas, dejando al descubierto docenas de filas de afilados dientes y lanzaba sus tentáculos en todas direcciones, algunos de ellos más largos que el barco, como si una criatura llegara de las mismas profundidades del infierno para darles un abrazo.

      Entonces se precipitó hacia el barco, dispuesto a tragárselos a todos.

      Al lado de Thorgrin, Reece, Selese, O’Connor, Indra, Matus, Elden y Angel, todos ellos sujetando sus armas, se mantenían СКАЧАТЬ