Agente Cero . Джек Марс
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Читать онлайн книгу Agente Cero - Джек Марс страница 16

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      “¿Y dónde está Amad?” preguntó Yuri casualmente.

      “No lo pudo lograr”, replicó Reid igualmente. “Envía sus saludos”.

      “Está bien, Ben. Dices que el trabajo está hecho”.

      “Sí”.

      Yuri se inclinó hacia adelante, sus ojos se entrecerraron. Reid pudo oler la malta en su aliento. “Necesito escucharte decirlo, Ben. Dime, ¿el hombre de la CIA está muerto?”

      Reid se congeló por un momento. ¿CIA? Como en, ¿la CIA? Repentinamente, todo lo que se habló de los agentes en el campo y las visiones deteniendo terroristas en aeródromos y hoteles tuvieron más sentido, incluso si la totalidad del asunto no lo tenía. Entonces, recordó la gravedad de su situación y esperó que no hubiese dado ninguna señal para traicionar su farsa.

      Se inclinó hacia adelante también y dijo lentamente, “Sí Yuri. El hombre de la CIA está muerto”.

      Yuri se recostó casualmente y sonrió de nuevo. “Bien”. Levantó su vaso. “¿Y la información? ¿La tienes?”

      “Nos dio todo lo que sabía”, le dijo Reid. No pudo evitar notar que sus dedos ya no temblaban debajo de la mesa. Era como si ahora alguien más estuviera en control, como si Reid Lawson estuviera tomando el asiento trasero de su propio cerebro. Decidió no luchar contra eso.

      “¿La ubicación de Mustafar?” preguntó Yuri. “¿Y todo lo que les dijo?”

      Reid asintió.

      Yuri pestañeo varias veces expectante. “Estoy esperando”.

      Una realización golpeó a Reid como un peso pesado mientras su mente juntaba el poco conocimiento que tenía. La CIA estaba involucrada. Había algún tipo de plan que podría hacer que muchas personas murieran. El jeque lo sabía y les dijo — le dijo — todo. Estos hombres, necesitaban conocer lo que sabía el jeque. Eso es lo que Yuri quería saber. Sea lo que fuera, se sentía grande, y Reid había tropezado en el medio… aunque ciertamente él sentía como si esta no fuera la primera vez.

      No habló por un largo momento, lo suficientemente largo para que la sonrisa se evaporara de los labios de Yuri en una expectante mirada de labios delgados. “No te conozco”, dijo Reid. “No sé a quién representas. ¿Esperas que te de todo lo que sé, y me vaya y confíe que llegue al lugar correcto?”

      “Sí”, dijo Yuri, “eso es exactamente lo que espero y precisamente es la razón de este encuentro”.

      Reid negó con la cabeza. “No. Verás Yuri, se me ocurre que esta información es demasiado importante para jugar a ‘susurro por el callejón’ y esperar a que llegue a los oídos adecuados en el orden correcto. Es más, en lo que respecta a ti, sólo existe un lugar donde existe — aquí”. Golpeó ligeramente su propia sien izquierda. Era verdad; la información que buscaban estaba, presuntamente, en alguna parte de lo más recóndito de su mente, esperando ser desbloqueada. “También se me ocurre”, continuó, “que ahora que ellos tienen esta información, nuestros planes deben cambiar. Estoy cansado de ser el mensajero. Quiero entrar. Quiero un rol verdadero”.

      Yuri sólo se quedo mirando fijamente. Luego dejó salir una risa aguda y al mismo tiempo golpeó la mesa con tal fuerza que sacudió a varios clientes cercanos. “¡Tú!” exclamó, moviendo un dedo. “¡Quizás seas un expatriado, pero aún tienes esa ambición Estadounidense!” se rió de nuevo, sonando muy parecido a un burro. “¿Qué es lo que quieres saber, Ben?”

      “Comencemos con a quién representas en esto”.

      “¿Cómo sabes que represento a alguien? Por lo que sabes, podría ser el jefe. ¡El cerebro detrás plan maestro!” Levantó ambas manos en un gran gesto y volvió a reír.

      Reid sonrió. “No lo creo. Pienso que estás en la misma posición que yo, transportando información, intercambiando secretos, teniendo encuentros en bares de mierda”. Táctica de interrogación — relaciónate con ellos en su nivel. Yuri era claramente un políglota, y parecía carecer del mismo comportamiento endurecido de sus captores. Pero incluso si estuviera en un bajo nivel, sabía incluso más que Reid. “¿Qué tal si hacemos un trato? Me dices lo que sabes y te diré lo que yo sé”. Bajo su voz a casi un susurro. “Y confía en mí. Quieres saber lo que yo sé”.

      Yuri acarició su barba descuidada, pensativo. “Me caes bien, Ben. Lo cual es, cómo se dice, um… conflictivo, porque los Estadounidenses usualmente me enferman”. Él sonrió. “Lamentablemente para ti, no puedo decirte lo que no sé”.

      “Entonces llévame a quién pueda”. Las palabras salían de él como si pasaran por alto su cerebro y fueran directamente a su garganta. La parte lógica de él (o más apropiadamente, la parte de Lawson de él) gritó en protesta. ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Obtén lo que puedas y sal de ahí!

      “¿Te importaría dar un paseo conmigo?” los ojos de Yuri brillaron. “Te llevaré para que veas a mi jefe. Allí, puedes decirle lo que sabes”.

      Reid titubeó. Sabía que no debía. Sabía que no quería hacerlo. Pero había un extraño sentido de obligación, y había una reserva de acero en el fondo de su mente que le decía de nuevo: Relájate. Tenía un arma. Tenía un conjunto de habilidades de algún tipo. Había llegado tan lejos y juzgando por lo que ahora sabía, esto iba más allá de unos cuantos hombres Iraníes en un sótano Parisino. Había un plan y la participación de la CIA, y de algún modo él sabía que el final del juego era mucha gente herida o peor.

      Asintió una vez, su quijada se apretó fuertemente.

      “Genial”. Yuri drenó su vaso y se levantó, aun manteniendo metido el codo izquierdo. “Au revoir”. Saludó al bartender. Luego el Serbio guió el camino hacia la parte trasera de Féline, a través de una cocina pequeña y sucia, y salieron por una puerta de acero que daba a un callejón empedrado.

      Reid lo siguió en la noche, sorprendido de ver que había oscurecido tan rápido mientras él estaba en el bar. En la boca del callejón había un todoterreno negro, al ralentí, con ventanas teñidas casi tan oscuras como el trabajo de pintura. La puerta trasera se abrió antes de que Yuri la alcanzara, y dos matones salieron. Reid no supo que más pensar de ellos; cada uno era de hombros anchos, imponentes y sin tratar de ocultar las pistolas automáticas TEC-9 que se balanceaban de los arneses en sus axilas.

      “Relájense, amigos míos”, dijo Yuri. “Este es Ben. Lo llevaremos a ver a Otets”.

      Otets. Ruso fonético para “padre”. O, en el nivel más técnico, “creador”.

      “Ven”, dijo Yuri agradablemente. Dio una palmada en el hombro de Reid. “Es un paseo muy agradable. Beberemos champagne en el camino. Ven”.

      Las piernas de Reid no querían funcionar. Era arriesgado — muy arriesgado. Si iba en el carro con estos hombres y ellos descubrían quiera era él, o incluso que no era quien dijo que era, bien podría ser un hombre muerto. Sus hijas serían huérfanas y probablemente nunca sabrían que fue de él.

      ¿Pero qué otra opción tenía? No podía actuar muy bien como si hubiera cambiado de opinión repentinamente; eso sería demasiado sospechoso. Era probable que ya hubiera dado dos pasos más allá del punto de no retorno simplemente al seguir a Yuri hasta afuera. Y si quería mantenerse la farsa lo suficiente, él podría encontrar СКАЧАТЬ