Una Vez Añorado . Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ lo que él le había dicho a ella en ese entonces...

      “No hay mucho que no haría por ti y por April”.

      Claramente había reconsiderado eso. El peligro de vivir al lado de Riley era demasiado para él y ahora se iba. No sabía si sentirse lastimada o culpable. Sin duda se sentía decepcionada.

      Los pensamientos de Riley fueron interrumpidos por la voz de April detrás de ella.

      “¡Dios mío! Blaine, ¿tú y Crystal se van a mudar? ¿Crystal aún está allí?”.

      Blaine asintió con la cabeza.

      “Tengo que ir a despedirme”, dijo April.

      April salió por la puerta y se dirigió a la casa de al lado.

      Riley aún estaba lidiando con sus emociones.

      “Lo lamento”, dijo.

      “¿Qué lamentas?”, preguntó Blaine.

      “Tú sabes”.

      Blaine asintió con la cabeza. “No fue tu culpa, Riley”, dijo en una voz suave.

      Riley y Blaine se quedaron mirándose el uno al otro por un momento. Finalmente, Blaine forzó una sonrisa.

      “No nos vamos de la ciudad”, dijo. “Podemos vernos cada vez que queramos. Las chicas también. Y aún estarán en la misma escuela secundaria. Será como si nada hubiera cambiado”.

      Riley sintió un sabor amargo en la boca.

      “Eso no es cierto”, pensó. “Todo ha cambiado”.

      La desilusión estaba comenzando a darle paso a la ira. Riley sabía que no debía sentirse enojada. No tenía derecho a hacerlo. Ni siquiera sabía por qué se sentía de esa manera. Lo único que sabía era que no podía evitarlo.

      ¿Y qué debían hacer ahora mismo?

      ¿Abrazarse? ¿Darse la mano?

      Supuso que Blaine sentía la misma incomodidad e indecisión.

      Se las arreglaron para intercambiar unas despedidas concisas. Blaine volvió a su casa, y Riley entró de nuevo a la suya. Encontró a Jilly desayunando en la cocina. Gabriela había colocado su desayuno sobre la mesa, así que se sentó a comer con Jilly.

      “¿Te sientes emocionada por el día de hoy?”.

      Riley espetó la pregunta antes de darse cuenta de lo estúpida que sonaba.

      “Supongo”, dijo Jilly, tocando sus panqueques con un tenedor. Ni siquiera levantó la mirada.

      *

      Un rato más tarde, Riley y Jilly entraron a la Escuela Intermedia Brody. El edificio era atractivo, con casilleros de colores brillantes en los pasillos y arte estudiantil colgando por todas partes.

      Una estudiante agradable y educada les ofreció su ayuda y las dirigió hacia la oficina principal. Riley le dio las gracias y continuó por el pasillo, empuñando la documentación de Jilly en una mano y sosteniendo la mano de Jilly con la otra.

      Antes de eso se habían registrado en la oficina central. Habían tomado los materiales que Servicios Sociales de Phoenix había recopilado: registros de vacunación, expedientes educacionales, acta de nacimiento y una declaración que estipulaba que Riley era la tutora designada de Jilly. Jilly había sido retirada de la custodia de su padre, aunque él había amenazado con impugnar esa decisión. Riley sabía que el camino para finalizar y legalizar la adopción no sería rápido ni fácil.

      Jilly apretó la mano de Riley con fuerza. Riley sintió que la muchacha se sentía extremadamente incómoda. No era difícil imaginar el por qué. Aunque su vida en Phoenix había sido dura, ese era el único lugar en el que Jilly había vivido.

      “¿Por qué no puedo ir a la escuela con April?”, preguntó Jilly.

      “El año que viene estarás en la misma escuela secundaria”, dijo Riley. “Primero tienes que terminar octavo grado”.

      Encontraron la oficina principal y Riley le mostró los documentos a la recepcionista.

      “Queremos hablar con alguien para inscribir a Jilly en la escuela”, dijo Riley.

      “Necesitan verse con la orientadora académica”, dijo la recepcionista con una sonrisa. “Vengan por aquí”.

      “Ambas necesitamos un poco de orientación”, pensó Riley.

      La orientadora era una mujer treintañera con pelo rizado marrón. Su nombre era Wanda Lewis y tenía una sonrisa muy cálida. Riley se encontró pensando que podría ser de gran ayuda. Seguramente una mujer en un trabajo como este había tratado con otros estudiantes con pasados tumultuosos.

      La Srta. Lewis les dio un tour de la escuela. La biblioteca era ordenada y estaba bien surtida de libros y computadoras. En el gimnasio habían chicas jugando baloncesto. La cafetería estaba limpia y brillante. Todo le parecía absolutamente encantador.

      Durante todo el tour, la Srta. Lewis le hizo muchas preguntas a Jilly sobre dónde había ido a la escuela antes y sobre sus intereses. Pero Jilly casi ni respondía, ni tampoco hacía sus propias preguntas. Pareció animarse un poco cuando le echó un vistazo a la sala de arte. Pero tan pronto como avanzaron, volvió a portarse igual.

      Riley se preguntaba qué podría estar pasando por la cabeza de la niña. Sabía que sus notas recientes habían sido malas, pero que las de años anteriores habían sido sorprendentemente buenas. La realidad era que Riley no sabía mucho acerca de la experiencia escolar de Jilly.

      Quizás hasta odiaba la escuela.

      Esta nueva escuela debía ser abrumadora ya que no conocía a nadie. Y, por supuesto, no iba a ser fácil ponerse al día con los estudios ya que solo faltaban un par de semanas para el final del trimestre.

      Al final del tour, Riley logró persuadir a Jilly a que le diera las gracias a la Srta. Lewis por mostrarles todo. Acordaron que Jilly comenzaría clases al día siguiente. Luego Riley y Jilly salieron al aire frío de enero. Una fina capa de la nieve del día de ayer cubría todo el estacionamiento.

      “¿Qué opinas de tu nueva escuela?”, preguntó Riley.

      “Es bonita”, dijo Jilly.

      Riley no podía descifrar si Jilly estaba siendo taciturna o simplemente estaba aturdida por todos los cambios que enfrentaba. Mientras se acercaron al carro, notó que Jilly estaba temblando mucho y que sus dientes rechinaban. Llevaba una chaqueta pesada de April, pero el frío realmente la estaba molestando.

      Entraron en el carro y Riley encendió el motor y la calefacción. Jilly no dejó de temblar, no siquiera cuando el carro se calentó un poco.

      Riley no salió del estacionamiento. Había llegado el momento de averiguar qué era lo que estaba molestando a esta niña que estaba bajo su cuidado.

      “¿Qué te pasa?”, preguntó. “¿Hay algo de la escuela СКАЧАТЬ