Una Vez Atado . Блейк Пирс
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       CAPÍTULO OCHO

       CAPÍTULO NUEVE

       CAPÍTULO DIEZ

       CAPÍTULO ONCE

       CAPÍTULO DOCE

       CAPÍTULO TRECE

       CAPÍTULO CATORCE

       CAPÍTULO QUINCE

       CAPÍTULO DIECISÉIS

       CAPÍTULO DIECISIETE

       CAPÍTULO DIECIOCHO

       CAPÍTULO DIECINUEVE

       CAPÍTULO VEINTE

       CAPÍTULO VEINTIUNO

       CAPÍTULO VEINTIDÓS

       CAPÍTULO VEINTITRÉS

       CAPÍTULO VEINTICUATRO

       CAPÍTULO VEINTICINCO

       CAPÍTULO VEINTISÉIS

       CAPÍTULO VEINTISIETE

       CAPÍTULO VEINTIOCHO

       CAPÍTULO VEINTINUEVE

       CAPÍTULO TREINTA

       CAPÍTULO TREINTA Y UNO

       CAPÍTULO TREINTA Y DOS

       CAPÍTULO TREINTA Y TRES

       CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

       CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

       CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

       CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

       CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

       CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

       CAPÍTULO CUARENTA

      PRÓLOGO

      Mientras recobraba el conocimiento lentamente, Reese Fisher se dio cuenta de que estaba muy adolorida. Le dolía la nuca y su cráneo se sentía como si fuera a estallar de tanto palpitar.

      Ella abrió los ojos solo para ser cegada por la deslumbrante luz solar, así que volvió a cerrar los ojos con fuerza.

      «¿Dónde estoy? —se preguntó—. ¿Cómo llegué aquí?»

      Sentía un hormigueo aparte del dolor, especialmente en sus extremidades.

      Trató de mover sus brazos y piernas para deshacerse del hormigueo, pero descubrió que no pudo. Sus brazos, manos y piernas estaban inmovilizados de alguna forma.

      Se preguntó si había tenido un accidente.

      Tal vez había sido atropellada por un auto.

      O tal vez había sido despedida de su propio auto y ahora yacía en el pavimento duro.

      No entendía nada.

      ¿Por qué no podía recordar?

      ¿Y por qué no podía moverse? ¿Su cuello estaba roto o algo así?

      No, ella sentía el resto de su cuerpo, solo que no podía mover nada.

      También sentía el sol caliente en su rostro, y no quería volver a abrir los ojos.

      Se esforzó en pensar... ¿Dónde había estado y qué había estado haciendo justo antes de esto sucediera?

      Recordó, o creyó recordar, haberse subido al tren en Chicago, encontrado un buen asiento y estado en su camino de regreso a Millikan.

      ¿Pero había llegado a Millikan?

      ¿Se había bajado del tren?

      Sí, creía que sí. Había sido una mañana brillante y soleada en la estación de tren, y estaba ansiando su caminata de casi dos kilómetros a su casa.

      Pero luego…

      ¿Qué?

      El resto estaba fragmentado, incluso onírico.

      Era como una de esas pesadillas de estar en grave peligro pero no poder correr, no poder moverse en absoluto. Ella había querido luchar, librarse de alguna amenaza, pero no pudo.

      También recordó una presencia maligna, un hombre cuyo rostro no podía recordar en este momento.

      «¿Qué me hizo este hombre? —se preguntó—. ¿Y dónde estoy yo?»

      Se dio cuenta de que al menos podía girar la cabeza. Se apartó de la deslumbrante luz solar y finalmente logró abrir los ojos y mantenerlos abiertos. Vio unas líneas curvas que se extendían lejos de ella. Pero parecían abstractas e incomprensibles.

      Entonces entendió СКАЧАТЬ