Название: Una Vez Inactivo
Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Современные детективы
Серия: Un Misterio de Riley Paige
isbn: 9781094303536
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Riley le preguntó: —Oye ¿adónde crees que vas?
–A terminar de preparar la cena —dijo Blaine, antes de añadir con una sonrisa traviesa—: A menos que prefieras salir a comer.
Riley se echó a reír. Blaine era dueño de un restaurante en Fredericksburg y también era un excelente chef. Había estado preparando cenas de mariscos desde su llegada.
–Eso está fuera de discusión —dijo Riley—. Ahora vete a la cocina y ponte a trabajar.
–Está bien, jefa —dijo Blaine, dándole un beso antes de entrar a la casa.
Riley observó a las chicas jugando en las olas por unos momentos, y luego comenzó a sentirse un poco inquieta y consideró entrar para ayudar a Blaine con la cena.
Pero sabía que solo le diría que le dejara la cocina a él y que regresara afuera.
Así que Riley agarró la novela de espionaje que había estado leyendo. Aunque estaba demasiado mentalmente agotada ahora mismo como para darle sentido a la trama, igual la disfrutaría.
Después de un rato, sintió todo su cuerpo temblar, y se dio cuenta de que había dejado caer el libro a su lado. Se había quedado dormida durante unos minutos… ¿o por más tiempo?
Aunque realmente no importaba…
Se dio cuenta de que el sol se estaba poniendo y que la marea estaba más alta. El agua se veía un poco más amenazante ahora.
Aunque había un salvavidas de servicio, Riley se sintió incómoda. Estuvo a punto de ponerse de pie para decirles a las chicas que ya era hora de salir del agua, pero parecía que ellas habían llegado a la misma conclusión por su cuenta. Estaban en la playa haciendo un castillo de arena.
Riley respiró un poco más tranquila por su buen juicio. En momentos como este, cuando el océano parecía más siniestro, Riley pensó que este realmente no era un lugar donde los humanos pertenecían. Algunas criaturas de las profundidades eran capaces de violencia terrible, por lo menos tan brutal y cruel como los monstruos humanos que cazaba como investigadora de la UAC.
Riley se estremeció al recordar las veces en que había tenido que proteger a su familia contra monstruos humanos suficientemente formidables. Sabía que jamás podría con los monstruos de las profundidades.
En el último caso en el que Riley había trabajado hace un mes, tuvo que lidiar con apuñalamientos violentos de hombres ricos y poderosos perpetrados en casas elegantes en Georgia. Desde entonces, su vida profesional había sido inusualmente tranquila… y un poco aburrida, a decir verdad.
Había estado actualizando registros, asistiendo a reuniones y hablándoles a otros agentes sobre sus casos. Pero había disfrutado de las conferencias que les había dado a estudiantes de la Academia del FBI. Como investigadora experimentada y célebre, Riley era una conferenciante popular, al menos cuando estaba disponible.
Ver esas caras jóvenes y aspirantes le recordaba a su propio idealismo en sus días como estudiante de la UAC. En esa época, se había sentido optimista ante la posibilidad de liberar al mundo de malhechores. Aunque ahora no sentía el mismo optimismo, aún daba lo mejor de sí.
«¿Qué más puedo hacer?» se preguntó.
Era el único trabajo que conocía, y sabía que era muy buena.
Oyó la voz de Blaine diciendo: —Riley, la cena está lista. Llama a las chicas.
Riley se puso de pie y les gritó a las chicas: —La cena está lista.
Las chicas se alejaron de su castillo de arena, el cual ya estaba bastante grande, y corrieron hacia la casa. Corrieron por debajo del porche donde Riley estaba sentada y hasta la parte trasera, donde se podrían dar una ducha rápida por la piscina.
Antes de entrar a la casa, Riley se puso de pie junto a la barandilla y vio que la marea ya se estaba llevando el castillo de arena de las chicas. Aunque Riley no pudo evitar sentirse un poco triste al respecto, se recordó a sí misma que eso era lo más normal del mundo.
No había pasado mucho tiempo en la playa de joven. No había tenido ese tipo de infancia. Pero por lo mucho que había pasado observando a las chicas jugar durante los últimos días, sabía que parte de la diversión de construir castillos de arena era saber que serían destruidos por la marea.
«Una lección de vida saludable, supongo», pensó.
Se quedó mirando el castillo de arena desapareciendo en el agua durante unos momentos. Cuando oyó a las tres chicas subiendo las escaleras traseras, caminó por el porche alrededor de la casa para reunirse con ellas.
Una era la hija de dieciséis años de edad de Blaine, Crystal, quien era la mejor amiga de April. Otra era la hija recientemente adoptada de catorce años de edad de Riley, Jilly.
Mientras las tres chicas risueñas comenzaron a hacer un camino a su habitación para cambiarse sus trajes de baño, Riley notó un pequeño corte en el muslo de Jilly.
Tomó a Jilly suavemente por el brazo y le dijo: —¿Cómo sucedió eso?
Jilly le echó un vistazo al corte y le dijo: —No sé. A veces soy un poco torpe. Quizá me golpeé con una espina u otra cosa afilada.
Riley se inclinó para examinar el corte. No era muy profundo, y ya estaba empezando a encostrarse. Aun así, le pareció un poco extraño. Recordaba que Jilly había tenido un corte similar en su antebrazo el día que habían llegado aquí. Jilly le había dicho que la gata de April, Marbles, la había arañado. April lo había negado.
Jilly se apartó de ella defensivamente.
–No es nada, mamá, ¿de acuerdo?
Riley dijo: —Hay un botiquín de primeros auxilios en el baño. Úntate un poco de desinfectante antes de cenar.
–De acuerdo —dijo Jilly.
Riley vio a Jilly correr detrás de April y Crystal a la habitación.
«Nada de qué preocuparse», se dijo Riley a sí misma.
Pero le era difícil no preocuparse. Jilly había estado viviendo con ellas solo desde enero. Riley había rescatado a Jilly de circunstancias desesperadas cuando había estado trabajando en un caso en Arizona. Después de algunas luchas legales y personales, Riley finalmente había podido adoptar a Jilly hace apenas un mes, y Jilly parecía feliz con su nueva familia.
Además…
«Es solo un pequeño corte, nada de qué preocuparse», pensó.
Riley fue a la cocina para ayudar a Blaine a poner la mesa y servir la cena. Las chicas pronto se unieron a ellos, y todos se sentaron a comer filetes fritos de platija servidos con salsa tártara. Todos estaban felices y riendo. Para cuando Blaine sirvió pastel de queso de postre, una sensación cálida y agradable se apoderó de Riley.
«Parecemos una familia», pensó.
O tal vez no… Tal vez…
«Realmente somos una familia.»
Hacía mucho tiempo que Riley no se sentía así.
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