El Escritor. Danilo Clementoni
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Название: El Escritor

Автор: Danilo Clementoni

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Научная фантастика

Серия:

isbn: 9788873049029

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СКАЧАТЬ ni siquiera un segundo de la memoria de su amigo y endosó el casco. Pulsó el botón de inicio y quedó pacientemente a la espera. Pasó casi un minuto antes de que la imagen tridimensional de la huesuda cara de su Anciano responsable fuese proyectada directamente sobre la retina de sus ojos un poco cansados.

      Â«Azakis, ¡que placer verte!» dijo su canoso interlocutor alzando el delgado brazo derecho en señal de saludo. «¿Pero desde dónde estás llamando? Tu imagen aparece muy extraña y distorsionada.»

      Â«Es una larga historia» replicó el alienígena. «Lo que estoy utilizando es un aparato improvisado para comunicaciones de larga distancia.»

      Â«Â¿No estás en tu nave? No me dirás que todavía no habéis salido. Sabes que el límite temporal para alcanzarnos está a punto de acabarse ¿verdad?»

      Â«Justo es de esto que quería hablarte.» Hizo una breve pausa para buscar las palabras adecuadas y a continuación prosiguió diciendo «Ha ocurrido un imprevisto... Nuestra nave ya no existe.»

      Â«Â¿Cómo que no existe? ¿Qué quieres decir?»

      Â«Ha explotado. Fué activado el sistema de autodestrucción y sólo tuvimos tiempo para ponernos a salvo antes de que todo saltase en mil pedazos.»

      Â«Pero ese procedimiento sólo lo podías activar tú con tu sistema de control remoto personal. ¿Cómo pudo suceder algo así?» preguntó el Anciano asombrado.

      Â«Digamos que han tenido lugar una serie de acontecimientos especiales, en uno de los cuales se me debió caer.»

      Â«Â¿Y alguien lo ha encontrado y lo ha activado en vez de ti?»

      Â«Todavía no hemos conseguido determinar qué es lo que realmente sucedió, pero es una posibilidad.»

      Â«Â¿Y ahora? ¿Cómo pensáis hacer para volver?»

      Â«Es justo por esto que os estamos hablando. Necesitaríamos una solución buena y rápida para este pequeño problema.»

      Â«Â¿Pequeño?» replicó el Anciano levántandose con una agilidad sorprendente. «¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? La ventana temporal está ya en el límite máximo. Tendrías que haber partido ya y tú me dices que la Theos no existe y que estáis bloqueados en la tierra. ¿Qué deberemos hacer nosotros ahora?»

      Â«Bueno, no sabría decirte. Vosotros sois los Ancianos. Confiamos que, con vuestra experiencia y vuestra infinita sabiduría, nos podáis echar una mano para salir de esta desagradable situación.»

      Su interlocutor volvió a sentarse dejándose caer pesadamente sobre la suave butaca gris, apoyó los codos sobre la repisa que había enfrente de él y puso las manos entre los blancos y largos cabellos mientras quedaba en silencio. Permaneció inmóvil algunos segundos, a continuación levantó la vista y dijo «Intentaré reunir rápidamente al Consejo y pondré a trabajar a todos nuestros mejores Expertos. Espero poder darte pronto buenas noticias» y cortó la conversación.

      Pasadena, California – El friqui

      Â«Â¿Nada más?» exclamó el tipo grueso, decididamente con sobre peso, mientras observaba el extraño artilugio que tenía en la mano el joven friqui. «No me dirás que nos has hecho esperar más de un mes para hacernos ver esta cosa que parpadea.»

      Â«Os puedo asegurar que está funcionando» replicó el chaval aterrorizado. «Aún diría más, creo que ha hecho ya aquello para lo que ha sido proyectado.»

      Â«Muy bien, ¿pero nos quieres decir el qué?» chilló el tipo alto y delgado mientras se ponía de repente en pié. «Estoy empezando a perder la paciencia.»

      En el sótano repleto de aparatos, monitores y ordenadores de todo tipo, iluminado por una débil luz led que se difundía reflejada desde las desgastadas paredes, la cara demacrada del chaval parecía todavía más pálida de lo que era en realidad.

      Â«Si no nos dices para qué sirve realmente esta cosa, juro que te la hago tragar entera» exclamó el gordito cogiendo al friqui por el pescuezo.

      Â«Pero si os lo he dicho» rebatió el chaval cada vez más atemorizado. «Es un sistema para activar en modo remoto un procedimiento.»

      Â«Â¿Pero qué procedimiento? ¿De qué se trata?» continuó el tipo gordo mientras sacudía al chaval como si estuviese agitando un Margarita.

      Â«No estoy seguro» intentó responder el joven. «Pero creo que hemos activado una cosa muy especial y peligrosa visto los sistremas de protección que he debido eludir.»

      Â«Explícate mejor» dijo el gordito sin dejar de moverlo.

      Â«Si me dejas te lo enseño.»

      Â«Vale. Pero intenta ser convincente porque sino el trozo más grande que encontrarán de ti sólo será visible con el microscopio.»

      El chaval se puso bien la camiseta, se arregló los largos cabellos que no veían el champú desde hacía mucho tiempo y se dirigió hacia un puesto con dos teclados y una serie de ordenadores medio desmontados. Tecleó rápidamente unos cuantos comandos3 incomprensibles y después de unos segundos, sobre una pantalla gigante que colgaba del techo, apareció una imagen tridimensional del extraño objeto que giraba lentamente sobre él mismo.

      Â«Este es nuestro misterioso telecomando.»

      Â«Â¿Ah, así que ahora se ha convertido en un telecomando?»

      Â«Bueno, dada su función creo que podemos llamarlo así.»

      Â«Continúa» dijo el tipo flaco mientras se acomodaba sobre una silla destartalada para, de esta manera, poder observar mejor el enorme monitor.

      Â«Por lo tanto, el problema principal fue el reactivarlo. He debido trabajar muchísimo porque, probablemente, no sólo había sido apagado sino que el propietario deseaba que nadie pudiese volver a encenderlo.»

      Â«Â¿Ves cómo no se le habían descargado las baterías? Que no eres otra cosa que un imbécil» exclamó el tipo corpulento volviéndose a su compinche.

      Â«No, no hay ninguna batería en su interior» continuó el friqui. «Creo que funciona gracias a una fuente de energía externa, una especie de flujo electromagnético que consigue captar y transformar en pura potencia.»

      Â«Interesante» comentó el tipo delgado. «¿Pero cuál es su alcance?»

      Â«En teoría, incluso centenares de miles de kilómetros.»

      Â«Â¡Caray!» exclamó el gordito mientras cogía el extraño objeto. «¿Quieres decir que esta pequeña cosa sería capaz de transmitir una señal desde aquí a СКАЧАТЬ