El Premio Nobel. Mois Benarroch
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Название: El Premio Nobel

Автор: Mois Benarroch

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Героическая фантастика

Серия:

isbn: 9788873049678

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СКАЧАТЬ y mas grande, y para más con un sótano en el que podía trabajar cuando no hacía demasiado frio o calor, había liquidado la hipoteca y pagado las deudas, que no eran tantas. Estaba sin trabajo, o sea que las editoriales no me contrataban para traducir, o me querían pagar tan poco que ya era preferible ser portero o guardián, pero en general ni eso. Había ganado un premio dos años antes y desde ese día las editoriales del país me consideraron muy rico y sin necesidad de publicar libros o traducir para poder comer. Ya se sabe que los artistas comen poco o nada, o viven en libros y no necesitan casas, ni tienen gastos.

      El encuentro me dejó un tanto perturbado y en vez de seguir mi camino al mercado di medía vuelta y me volví a casa. Me gustaba mucho la nueva casa, tenía mucho más espacio que la vieja casa en la que viví veintidós años, y no, no era tan raro que diera media vuelta y me volviese a mi hogar que me proporcionaba mucha tranquilidad. Era todo lo contrario del que había dejado, que estaba en una calle ruidosa y poluta. Y del que salía a menudo para desahogarme. Ahora me desahogaba en casa, sobre todo si mis hijos y mi mujer estaban en sus quehaceres y la casa era toda mía.

      2.

      En casa me esperaba mi mujer que había vuelto de su trabajo. Era profesora de gimnasia. Le pregunté si se acordaba de un escritor calvo que una vez saltó de un primer piso, por algún amante o alguna amante.

      - ¿Otro escritor? No sería mejor que te buscases un trabajo.

      - Trabajo tengo, estoy escribiendo una novela, lo que no tengo es dinero.

      - Pues busca dinero.

      - Eso ya es otra cosa, lo que pasa es que no sé buscar dinero.

      - Pues a aprender.

      - Bueno, está bien. ¿Pero no te acuerdas de un escritor calvo del grupo Mareos, que era mayor que nosotros?

      - Me dice algo, creo que ya había publicado un libro, antes que todos. Y no era mucho mayor que vosotros.

      - No creo. ¿Qué libro?

      - Un libro de poemas que ganó un premio.

      - De eso no me acuerdo.

      3.

      El día siguiente, al salir de casa, los pasos me llevaron al Jordán. En menos de veinte minutos estaba ya allí. Para mi sorpresa me dejaron entrar sin preguntarme nada y hasta llegué al lobby del inmueble sin que nadie me molestase. No tenía idea por quien preguntar, pero enseguida lo vi allí en una sala enorme en la que estaban sentado pacientes y se paseaban enfermeras. Todo tenía más bien un aspecto de hotel de cuatro estrellas. Miré a mi alrededor y ya pensaba preguntar a una de las enfermeras (¿preguntar qué? No lo sabía muy bien, ¿Preguntar por un escritor sin nombre?, ¿Por un tal Pablo?) Cuando él mismo me reconoció y se dirigió a mí como nos dirigíamos en ese tiempo remoto entre nosotros. "¡Hola pibe!", si siempre nos hablábamos así ¿cómo puede uno acordarse de los nombres?

      - Hola, ¡Qué alegría verte!

      - Venid, ven, sentáte acá.

      No me acordaba del todo que era argentino, y no creo que lo era, aunque empezó por hablarme en argentino.

      En seguida se puso a alabarse.

      - Bueno, es que ya no somos los majaras de antaño, ya soy un escritor famoso, soy Person, no el Ruiz que tú conocías, un simple Ruiz, todos los doctores aquí me llaman el Señor Person, o el escritor Ruiz Person.

      No me sonaba nada a su nombre, a lo mejor era un nombre de pluma que se había inventado.

      - ¿Ruiz es un apellido?...

      - Je je, claro, son mis dos apellidos, mi nombre propio lo guardo para mis amantes. Ese no lo sabe nadie. Y lo que yo digo es que hay que escribir con los cojones, no con el lápiz, ni con el ordenador. Por eso mi mejor novela se llama "Pijas y huevos", eso es escribir con los cojones. ¡Cojones!

      Y gritó y todos lo escucharon pero nadie se permuto por esa palabra. Todos seguían muy tranquilos. Lo que le daba al ambiente un aire un tanto cinematográfico o risueño.

      - ¿Y a qué viene eso?

      - Así nos metemos en directo en la entrevista, porque me imagino que vienes a entrevistarme. A mi solo vienen a entrevistarme, o a entrevestirme, así que entre rápidamente en caliente. ¿Qué te parece? Venga... las preguntas. A mí me gustan las preguntas.

      - ¿Cuando naciste?

      - Eso es una pregunta que nunca hay que preguntar a un escritor. Deberías saberlo antes de venir. Bueno, nací hace poco y soy muy viejo. ¿Qué te parece esa respuesta? Jejeje, es muy poética, y política, qué más político que eso.

      - ¿Y qué está usted escribiendo ahora?

      - Otra mala pregunta. Yo ya hace años que no escribo nada, solo doy entrevistas, así vendo más libros y no tengo que escribir. Todo lo imagino. Que escriban los periodistas.

      - ¿Crees en el futuro de la novela?

      - Ah! Eso sí. Si que creo en el futuro de la novela.

      - ¿Pero no crees que los medios electrónicos van a matar a la novela?

      - Sí. En eso también creo. Pero es que hay que matar diariamente a la novela para que tenga futuro. Buena frase. ¿No?

      Las verdad es que menos mal que no venía a entrevistarlo, porque se volvía cada minuto más insoportable.

      - ¿Qué personaje te gustarás ser?

      - Todos. Pero sobre todo la conductora rubia esa que sube a Jack Kerouac en autostop. Esa más que ningún otro personaje.

      - ¿Y quién es esa?

      - Bueno en uno de sus libros, que se llama Blonde algo, se sube en un coche en el que conduce una rubia. Me encanta esa rubia, y le cuenta que está casada, lo cual es mentira, pero a la rubia esa, que es muy inteligente, le gusta jugar.

      - Pero de los personajes de sus libros,

      - Ninguno de ellos, soy todos ellos y por lo tanto los odio, pero ellos son partes de mí que siguen existiendo en los libros cuando ya se han muerto en mí.

      - ¿No quisieras resucitar a alguno de ellos?

      - Sí, a muchos, sobre todo a la cocinera de la novela "El viento y su pimiento" que ni siquiera me acuerdo de su nombre para que me prepare una buena paella.

      - ¿Le gusta la paella?

      - Y leer también. Me gusta leer.

      De pronto sonó un timbre y todos se levantaron y se dirigieron en una misma dirección.

      - Es la hora de la medicina y después del almuerzo.- Dijo.- si quiere vuelve usted esta tarde.

      - O mañana.

      - O mañana. Mejor mañana. Porque después quiero hacer la siesta. Ninguna siesta es un acto perdido. Nunca se pierde el tiempo haciendo una siesta. Mejor una siesta que una fiesta. La siesta es el mejor momento del día. Sin siesta no hay vida.

      Y desapareció.

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